Archivo mensual: enero 2011

‘Más allá de la vida’: Luces y sombras

PARA M.I.S.M. IN MEMORIAM.

Tres países, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Tres ciudades, París, Londres y San Francisco. Tres personajes, una famosa periodista televisiva, un medium que renegó de su don y un niño que perdió a su igual. Tres acontecimientos traumáticos, un maremoto, un atropello y la explosión de un vagón de metro. Tres vidas marcadas por la visión de la otra orilla, por la ausencia y por los testimonios de quienes ya no son.

Un novio tan descreído como inconstante. Una profesión que no admite deserciones. Un hermano que no se resigna a renunciar a su fuente de ingresos. Una madre al borde del abismo, pero cariñosa. Unos servicios sociales siempre al acecho. Unas precoces responsabilidades adultas. Una familia de acogida tan voluntarista como desesperada. Un rendido admirador de Charles Dickens, cuya casa visita emocionado. Un hombre a quienes les están vedados los afectos y eso que llaman vida normal. Un chico que no se resigna a su vacío y pretende lo imposible. Una mujer que no puede traicionarse a sí misma, aún a costa de perder su estatus. Tres inadaptados que, por fin, coinciden y se reconocen.

Un clásico octogenario a quien no asustan los retos. Un productor llamado Steven Spielberg. Una música del propio realizador. Una sorprendente incursión en el fantástico, presidida por la discreción. Un error de planteamiento, el de las vidas cruzadas. Un pudor frustante, que resta intensidad a lo narrado. Una cierta dispersión en el retrato de personajes y ambientes. Un protagonista, Matt Damon, cada vez actuando y seleccionando sus papeles mejor. Dos niños, George y Frankie McLaren, muy dotados para la interpretación. Una estimulante aparición sorpresa. Un episodio superior a los otros dos. Una puesta en escena elegante, sutil y poderosa, cuando debe serlo. Ciertas olvidables concesiones a clichés new ages. Un Eastwood menor. Luces y sombras, como las descritas en el relato. Una película tan valiente como imperfecta, titulada en castellano ‘Más allá de la vida’.

‘Pa negre’: Años de plomo


El mallorquín Agustí Villaronga_ ‘Tras el cristal’, ‘El niño de la luna’, ‘Aro Tolbukhin. En la mente del asesino’…_ posee una de las miradas más inquietantes y vidriosas de un panorama cinematográfico como el nuestro, nada sobrado de ellas. Realizador y guionista, esta su última cinta ha obtenido catorce candidaturas a los Goya y ha arrasado con trece estatuíllas- de las tambien catorce a las que estaba nominada- en los Premios Gaudí.

‘Pa negre'( ‘Pan negro’) es la adaptación de una novela de Emili Teixidor ambientada en la Cataluña rural de la posguerra en la que el descubrimiento de un doble crimen será el detonante para ir desentrañando una maraña de secretos, mentiras, resentimientos, odios, perversiones, corrupciones y venganzas , servidumbres y relaciones de poder y de clase, que vinculan al universo adulto con el infantil. Todo ello visto a través de los ojos de un niño, hijo de perdedores, cuyas experiencias y descubrimientos le transformarán radicalmente.

Como era de esperar en un realizador de sus características, Villaronga no cede al costumbrismo al uso, ni a los lugares comunes, ni a esquematismos trasnochados, ni a compasivos paños calientes, ni a épicas complacientes, ni siquiera a lo políticamente correcto.

Tiene claro, sin embargo, como el novelista cuyo guión adapta, la prepotente crueldad y sadismo de los vencedores para con los derrotados y también con los diferentes. Pero no elude las críticas al colaboracionismo y complicidad de l@s vencid@s, aunque sin cometer el error de equipararlos, pues muestra cómo razones estrictas de supervivencia mueven -en un contexto tan terrible- a cometer actos execrables, aunque nunca justificados.

La perfidia y perversidad, el lado más oscuro y sanguinario de la especie humana, son expuestos a nuestra consideración como el peor daño colateral del regimen triunfante sobre las mentes, las voluntades, las emociones, las vidas y las ideas de l@s habitantes -especialmente devastador en el caso de l@s niñ@s- de una pequeña comunidad, microcosmos paradigmático de un tiempo y un país marcado por los años de plomo.

El equipo técnico y artístico plasma tan negra historia con una poderosa y matizada contundencia, perturbadoramente turbia y radical. Marca del estilo de un realizador nada domesticable. Y el reparto encarna con excelencia a sus cínicos, atormentados y equívocos personajes.

‘También la lluvia’: Colonialismos

La titular de la vicepresidencia de la Academia de Cine de este país, Iciar Bollaín, ha obtenido con esta su última cinta, trece nominaciones a los Premios Goya, cuya celebración tendrá lugar el próximo 13 de febrero, ser elegida como la candidata española al Oscar a la Mejor de Lengua No Inglesa y tener ocho opciones para las Medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos. Todo un muestrario de reconocimientos.

La acción- que transcurre en la ciudad boliviana de Cochabamba, en el año 2000- sigue a un equipo de rodaje que filma allí los desmanes de la colonización española en América, con historias reales en las que intervienen Cristóbal Colón y el padre Fray Bartolomé de las Casas. Pero no se queda ahí, sino que da cuenta de las contradicciones y tensiones provocadas entre los cineastas por el levantamiento de los extras indígenas, liderados por uno de los protagonistas, en contra del expolio del agua de que son objeto. Además una joven de la troupe artística rueda los hechos reales y los ficticios, en una especie de diario de la filmación.

La realizadora maneja con fuerza, convicción, compromiso y sensibilidad los diferentes planos de una historia tan compleja como arriesgada, que se le podía haber ido de las manos en cualquier momento. Es verdad que ha contado con un equipo técnico-artístico muy sólido y cohesionado al que ha sabido coordinar con pulso firme. Así, con el guión original- que opta a un Goya- de Paul Laverty, con la música de Alberto Iglesias, con la fotografía, también justamente nominada, de Alex Catalán, o el montaje de Angel Hernández … Y, por supuesto, el reparto, tres de cuyos intérpretes están incluídos en las equivalentes modalidades de candidaturas masculinas. La de Mejor Actor Protagonista para Luis Tosar, de Reparto para Karra Elejalde y Revelación para Juan Carlos Aduviri. Un trío en estado de gracia.

Los bellísimos paisajes naturales, la hermosura sin paliativos de una tierra fértil cuyas materias primas son expoliadas por gobiernos corruptos al serviciode multinacionales, la segregación y discriminación de la población más primigenia en su propio país, las ambivalencias pseudo progresistas a la hora de tomar partido, la irónica utilización y explotación de los desfavorecidos en el contexto de un proyecto fílmico que presuntamente los reivindica, las diversas formas que adoptan los colonialismos, los cambios emocionales y personales que suscita el compromiso con causas no tan ajenas como pudieran parecer… Todo ello y mucho más propone para nuestra reflexión esta película poderosa y valiente, felizmente al margen de ciertas tendencias éticas y estéticas contemporáneas.

‘El discurso del rey’: La voz a ti debida


El británico Tom Hooper, cuyo currículum audiovisual se ha desarrollado fundamentalmente en el medio televisivo, es el firmante de esta cinta, presente en todas las quinielas como favorita para hacerse con algunas de las tan preciadas estatuillas, que la Academia de Cine norteamericana tendrá a bien entregar el próximo 27 de febrero.

Cuando un hombre tímido, tartamudo e inseguro, pero altivo, con un padre poderoso, con una infancia nada feliz, con un hermano carismático y egoísta, ocupa una posición expuesta a la consideración pública y ante tal opinión tiene que pronunciarse por medio de discursos radiados. Tal hombre, y a sugerencia de su querida esposa, para evitar la bochornosa humillación de ser objeto de burlas o lástima, recurre a un extranjero afincado en su`país, Inglaterra, tan heterodoxo como para retarle a una relación de igual a igual, a fin de devolverle la voz, junto a su maltrecha autoestima.

Dos décadas, los años veinte y treinta, fundamentales para el mundo y para ambos protagonistas. Esta es la historia real, en la doble acepción del término, del vínculo que unió a un hombre que no debió reinar y a un australiano que nunca estudió medicina, pero que, por azares de la vida, se convirtió en terapeuta del habla. O sea, a Alberto, Federico, Arturo, Jorge de Windsor, que accedió al trono como Jorge VI y a Lionel Logue, a quien el primero distinguió con un título en premio a sus servicios profesionales y a su leal amistad.

El realizador tiene una mirada sobre la historia elegante y refinada, divertida e irónica, respetuosa e irreverente, con un toque excéntrico, a la par que profundamente creíble, y provista de un encanto nada añejo, ni acartonado. Mima y respeta a sus personajes, hasta los más secundarios. No se permite la altisonancia, ni la solemnidad, pero tampoco la vulgarización. Y, pese a que le han reprochado cierta autocomplacencia, lo cierto es que no ahorra críticas, especialmente en lo que se refiere a las simpatías filonazis y a los retratos, en general, de Eduardo, el heredero que abdicó, y al de su amada Wallis Simpson, muy corrosivos.

La calidad de la producción se da por supuesta. Así en la fotografía, de Danny Cohen, el montaje de Tariq Anwar, el diseño de Eve Stewart, el guión de David Seidler y un reparto intachable en el que destacamos al favorito para llevarse el Oscar al Mejor Actor Principal, un excelente Colin Firth, y a un extraordinario Geoffrey Rush. Ambos brindan un auténtico tour de force, lleno de química y talento, encarnando a dos personalidades sólo aparentemente antagónicas. Sin olvidarnos de Helena Bonham Carter, Guy Pearce, Timothy Spall o Derek Jacobi que bordan sus respectivos e históricos personajes insuflándoles vida y verosimilitud.

‘Balada triste de trompeta’: Bestias negras

El actual presidente de la Academia de Cine de este país, Alex de la Iglesia, firma en ‘Balada triste de trompeta’-distinguida en el Festival de Venecia con los Premios al Mejor Guión y el León de Plata a la Mejor Dirección- un tan excesivo como demoledor ajuste de cuentas con los oscuros años franquistas. Concretamente, el periodo revisado comprende desde el final de la Guerra Civil hasta principios de los años setenta.

La historia comienza cuando dos payasos son consecutivamente obligados a actuar para los combatientes republicanos y hechos prisioneros por los fascistas, quienes les condenan a trabajar en la construcción del Valle de los Caídos. El hijo de uno de ellos, para vengarle, provoca una explosión en la citada obra, de lo que se derivará el fusilamiento del progenitor y sus compañeros como represalia. Este hecho marcará su vida cuando, ya adulto y continuador de la carrera de su padre en el circo, se sumergirá en un microcosmos de amor, violencia y subordinación que provocará el estallido incontenible de sus largamente reprimidos demonios personales y colectivos.

El realizador sabe filmar con potencia visual y manejo firme del material que conforma el relato, de cuyo guión es también autor, apoyado en un equipo de primera línea. Destacamos el montaje de Alejandro Lázaro, la música de Roque Baños, la dirección artística de Eduardo Hidalgo y, por supuesto, la labor de un reparto entregado, en el que sobresale un espléndido Carlos Areces.

Cultivador de un humor entre esperpéntico, friki y caricaturesco de implacable ferocidad en su retrato de las miserias de la condición humana enfrentada a circunstanias extremas. Veánse ‘El día de la bestia’ o ‘La comunidad’, para ejemplificar este aserto. Aquí, como no podía ser menos, dirige toda esa artillería pesada contra los horrores y daños colaterales de la dictadura franquista, desde su rostro más sanguinario hasta el presuntamente amable y propagandístico vehiculado por los mass media.

Un arranque deslumbrante,unos títulos de crédito extraordinarios que nos ofrecen la radiografía visual de un tiempo y de un país, la negritud y lucidez rebosantes de trágica ironía y el ritmo potente e imparable de su primera mitad degeneran, sin embargo, en un exceso grandguiñolesco y de sal gorda en la segunda. Tal tratamiento impide un acercamiento más cabal e íntegro al drama de unos personajes desprovistos de toda su doliente complejidad, convertidos en monstruos cómplices y víctimas de las bestias negras que rigen sus destinos.