Archivo diario: enero 3, 2011

‘Balada triste de trompeta’: Bestias negras

El actual presidente de la Academia de Cine de este país, Alex de la Iglesia, firma en ‘Balada triste de trompeta’-distinguida en el Festival de Venecia con los Premios al Mejor Guión y el León de Plata a la Mejor Dirección- un tan excesivo como demoledor ajuste de cuentas con los oscuros años franquistas. Concretamente, el periodo revisado comprende desde el final de la Guerra Civil hasta principios de los años setenta.

La historia comienza cuando dos payasos son consecutivamente obligados a actuar para los combatientes republicanos y hechos prisioneros por los fascistas, quienes les condenan a trabajar en la construcción del Valle de los Caídos. El hijo de uno de ellos, para vengarle, provoca una explosión en la citada obra, de lo que se derivará el fusilamiento del progenitor y sus compañeros como represalia. Este hecho marcará su vida cuando, ya adulto y continuador de la carrera de su padre en el circo, se sumergirá en un microcosmos de amor, violencia y subordinación que provocará el estallido incontenible de sus largamente reprimidos demonios personales y colectivos.

El realizador sabe filmar con potencia visual y manejo firme del material que conforma el relato, de cuyo guión es también autor, apoyado en un equipo de primera línea. Destacamos el montaje de Alejandro Lázaro, la música de Roque Baños, la dirección artística de Eduardo Hidalgo y, por supuesto, la labor de un reparto entregado, en el que sobresale un espléndido Carlos Areces.

Cultivador de un humor entre esperpéntico, friki y caricaturesco de implacable ferocidad en su retrato de las miserias de la condición humana enfrentada a circunstanias extremas. Veánse ‘El día de la bestia’ o ‘La comunidad’, para ejemplificar este aserto. Aquí, como no podía ser menos, dirige toda esa artillería pesada contra los horrores y daños colaterales de la dictadura franquista, desde su rostro más sanguinario hasta el presuntamente amable y propagandístico vehiculado por los mass media.

Un arranque deslumbrante,unos títulos de crédito extraordinarios que nos ofrecen la radiografía visual de un tiempo y de un país, la negritud y lucidez rebosantes de trágica ironía y el ritmo potente e imparable de su primera mitad degeneran, sin embargo, en un exceso grandguiñolesco y de sal gorda en la segunda. Tal tratamiento impide un acercamiento más cabal e íntegro al drama de unos personajes desprovistos de toda su doliente complejidad, convertidos en monstruos cómplices y víctimas de las bestias negras que rigen sus destinos.