
El británico Danny Boyle- cuya fulgurante, y sobrevalorada, segunda película ‘Trainspotting’ se convirtió en un éxito notable de crítica y público y en una obra de culto- fue ganado ya definitivamente para el cine más comercial, a partir de entonces. Títulos como ’28 días después’, ‘La playa’ y, sobre todo, el multioscarizado ‘Slumdog Millionaire’´así lo atestiguan. Ahora entra de nuevo en la carrera por los dorados galardones con esta ‘127 horas’, que ha obtenido seis candidaturas.
Basada en algo tan ambivalente como temible que se da en llamar ‘una historia real’, describe la dramática peripecia a la que se enfrentó en 2003 un joven escalador y deportista en un cañón de Utah. El protagonista, Aron Ralston, resultó atrapado por una roca desprendida que le aprisionó uno de sus brazos, impidiéndole la movilidad. Sin llevar móvil y sin dejar al marcharse ninguna constancia de su paradero, hubo de enfrentarse solo a cinco días de pesadilla que pusieron a prueba su capacidad de supervivencia y su estabilidad física y emocional, en la grandiosidad y belleza de un paraje que devino inquietante y hostil, dadas sus circunstancias.
Los trucos del hábil prestidigitador visual que es Boyle imprimen a un relato- limitado a una glosa, que se pretende épica, de la batalla desigual de un individuo aislado y luchando por su vida frente a una naturaleza despiadada- un dinamismo en la puesta en escena que constituye una de sus más destacadas señas de identidad como cineasta, para bien y para mal. Así, en la velocidad de las imágenes o en su ralentización, en la pantalla dividida mostrando varias acciones o perspectivas del mismo hecho o de momentos diferentes, en la utilización de los recuerdos, fantasías y delirios alucinatorios del atribulado protagonista, entre otros.
Todo ello, sin embargo, no consigue eludir el vacío narrativo, de escritura, y a la postre formal y de fondo, de la gesta de un pretendido héroe a la americana. Héroe éste- interpretado con intensidad y algún que otro tic por un nominado James Franco- con una vida bastante común, casi sin pasado ni sin historia, dada su juventud, sin personajes realmente vivos que pueblen su biografía, más que como meras sombras… Los mejores momentos son los que muestran al personaje en su día a día dentro de su involuntario y terrible encierro aguzando su ingenio y superando sus limitaciones frente a la adversidad. Y aún así, le sobra metraje…