Para A. J. L., la luz sabe atravesar el agujero…
Un profesor, de origen italiano y francés por elección, que enseña música barroca en Estrasburgo. Un hermano pintor en huelga pasiva contra la vida y el sistema, acérrimo enemigo de Berlusconi. Un personaje al borde de la caricatura, al que Nanni Moretti hubiera subvertido. Una adolescente, hija y sobrina de los anteriores. Una madre nunca conocida, una esposa siempre añorada. Una joven precozmente madura, enfrentada a un progenitor adorable con su alumnado e intransigente con ella. Un tío y una sobrina, unidos por una complicidad permanente. Un trío de fuertes personalidades conviviendo en un hogar atípico. Un grupo amistoso en torno a un viudo solitario.
Una dama elegante seriamente enferma, amante de la literatura, que lleva años distanciada de su hija. Un anciano, al que las descripciones eróticas de la ficción hacen olvidar la muerte. Una niña animosa, de corazón frágil. Una voz poderosa y llena de matices, dotada para leer, enseñar y cantar. Unos textos literarios que acompañan y reconfortan. Dos lenguas que se usan indistintamente.
Una ciudad hermosa y civilizada, amante de las artes. Un primer amor que remueve miedos y recuerdos. Un picante malentendido urdido por la red. Un sentimiento inesperado y perturbador. Una hija en duelo. Una carta dolorosa y clarificadora. Unas emociones recuperadas. Un arranque y un final efervescentes y emotivos.
Una hermosa banda sonora, que subraya y preside. Unos temas musicales extraordinarios. Un amor por la cultura en todos sus registros. Una tarantela revitalizante. Un descarado sentimentalismo, que no se averguenza de serlo. Una apuesta por la vida y la alegría, tan impúdica como gozosa. Un reparto que se entrega, una presencia que se agradece. Un conclusión llena de encanto.
Una notable opera prima muy superior a la que nos ocupa, ‘Hace mucho que te quiero’. Un director, el francés Philippe Claudel, escritor y guionista. Un título castellano, el original es ‘Tous les soleils’, insoportablemente cursi. Una a veces indigesta amalgama de drama francés y comedia italiana. Un esquemático y bienintencionado ternurismo, algo simplista. Una no siempre afortunada colección de personajes excesivos. Una tramposa utilización de ciertas canciones de nuestras vidas. Unas tópicas dosis de autoayuda…
Pese a y por todo ello, con sus virtudes, defectos, carencias,ambiguedades y contradicciones, el realizador sabe cómo transmitir que siempre hay un sol para todas las almas.



