La firmante de esta película franco-australiana, la francesa Julie Bertuccelli, ha trabajado en televisión y, en el cine. Ha sido ayudante de dirección, con grandes como Iosseliani, Kieslowski o Tavernier, y guionista, además de realizadora. Recibió numerosos reconocimientos por su opera prima ‘Cartas desde París‘. ‘El árbol’ es su segunda cinta, fechada en 2010 y con 102 minutos de metraje. Llega a nuestras carteleras con casi un mes de retraso con respecto a otras ciudades y está a punto de salir ya, apenas dos semanas después…
En ella se adapta una novela de éxito de Judy Pascoe, cuyo guión corre a cargo de la propia realizadora, sobre una pareja feliz que, junto a sus cuatro hijos, viven en un hermoso entorno rural australiano, bajo el cobijo de una higuera gigante cuyas raíces coinciden casi con los cimientos de la casa familiar. La inesperada y repentina muerte del padre y marido sume a sus miembros en el caos y la desolación.
Bertuccelli, viuda ella misma del director de fotografía Christopher Pollock, ha cambiado el punto de vista de la novela, centrado en la hija, para enfocarlo en la madre, una magnífica- como siempre – Charlotte Gainsbourg, a quien no le asusta ningún reto interpretativo y que se crece ante las dificultades. Aquí encarna a una protagonista que se desmorona ante la pérdida y cuyo duelo afecta a la propia esencia del núcleo familiar y al modus vivendi doméstico.
Una mirada fílmica de mujer revela, en este sensible drama intimista, el lacerante dolor de otra ante la desaparición irreversible de su compañero sentimental. Dolor al que se abandona replegándose en sí misma en una existencia letárgica y vegetativa, sin atender a más requerimientos que los puramente biológicos. También nos hace partícipes de las diferentes reacciones de los hijos ante la deserción materna. Singularmente, la de la única niña, una excelente, conmovedora, Morgana Davies, quien proyecta en el árbol la presencia paterna.
Pero asimismo registra que la vida sigue y trae consigo nuevos estímulos y conflictos… En medio de ellos, el personaje central recupera el pulso de su vida , cohesiona a su grupo familiar, con el que enfrenta un pavoroso estallido de la naturaleza, que trae consigo tanta devastación como proyectos de futuro.
La sabiduría narrativa de la realizadora nos acerca a estos personajes marcados por la ausencia y por un entorno tan protector como amenazante. Criaturas dolientes, profundamente arraigadas en un hogar que les sigue a donde vayan porque les y lo constituyen. Con la presencia poderosa, tan sólida como metafórica y desasosegante, del árbol como testigo.
