El movimiento antiglobalización, constituido en el Foro Social, se dio cita en la ciudad de Génova, del 19 al 21 de julio de 2001, para protestar contra la Cumbre del G8. Estaba formado – son datos de Wikipedia – por 700 grupos y asociaciones de distinta inspiración y nacionalidades. Para alojar a quienes venían de otros países, y a medios de comunicación, se habilitaron centros públicos como la Escuela Díaz. El día anterior, viernes, 20, una patrulla policial había asesinado al joven Carlo Giuliani de un disparo a bocajarro, al lanzar éste un extintor al paso del vehículo. La respuesta fué una manifestación pacífica de centenares de miles de personas, el sábado 21, que denunciaron la salvaje represión que condujo al crimen. Esa misma noche, la Escuela es asaltada por las llamadas fuerzas del orden, quienes se emplearon con una brutal violencia contra sus noventa y tres ocupantes, indefens@s y dormid@s, provocando una auténtica carnicería, con herid@s muy graves.
Son hechos recogidos en las hemerotecas, que constituyeron lo que Amnistía Internacional calificó como» la violación de los derechos humanos más grave desde la II Guerra Mundial». Son hechos recogidos en esta película, coproducción entre Italia, Francia y Rumanía, fechada en 2012, de 112 minutos de metraje, realizada por Daniele Vicari, quien también firma el guión, junto a Laura Paolucci. Son hechos registrados por un cineasta valiente y comprometido, para la memoria histórica de las futuras generaciones. Son hechos acaecidos cuando Berlusconi presidía el Gobierno. Fueron hechos ordenados por la cúpula de los poderes legislativo, ejecutivo, policial y judicial.
Vicari rueda casi documentalmente, utilizando imágenes de archivo. Pero también flash backs , que nos acercan, desde distintas ópticas y perspectivas, a las jornadas y horas anteriores a los terribles acontecimientos. Película coral, con apenas destellos de ficción, que sí describe a los dramatis personae del relato, aunque siempre en función de su lugar, posición y participación en los sucesos.
Su mirada fílmica reproduce una violencia extrema contra civiles desarmad@s sin que le tiemble el pulso, provocándonos un indecible malestar casi físico. Porque ahí están las porras, puños y patadas utilizadas contundente e indiscriminadamente contra gente indefensa, que dormía. Porque ahí están las torturas, vejaciones, manipulaciones de pruebas, engaños y mentiras. Porque ahí están las víctimas acusadas y detenidas como terroristas y sus agresores como justicieros.
Porque ahí están reflejadas las manifestaciones más inicuas del abuso de poder y la brutalidad de cierta gente uniformada. Porque también retrata y distingue a quienes, dentro de ese Cuerpo, se avergonzaron e intentaron evitar la salvaje barbarie. Porque ahí están la sangre derramada, el título responde a una pancarta que una horrorizada joven escribió tras contemplar la Escuela tras el desastre, los hematomas, las heridas, los traumatismos cráneo encefálicos, las pérdidas de piezas dentales, las perforaciones pulmonares y los daños cerebrales. Porque ahí están la tibias condenas, la absolución de la cadena de mando policial, la no consideración de la tortura como delito, la demoledora impunidad de los autores de la masacre.
Y luego dirán, está escrito, que estamos ante un producto esquemático, tendencioso, escorado, maniqueo… como si la mayoría de filmes comerciales carecieran de ideología y de mensajes propangandísticos más dañinos, por invisibles, por ser asumidos como el estado de cosas imperante. Ni caso. Es una lección de Historia que hay que ver, que sufrir, que recordar, que sentir, para que no se repita nunca más. Para hacerles a las víctimas, desheredadas del sistema, la justicia que los tribunales les negaron.