Cuando el personaje real que se retrata en esta película, Maureen Kearney, – irlandesa de la cosecha del 56, que creció y se educó en su país, pero que en su veintena se afincó en Francia con su marido, hija de una madre y un padre que lucharon contra las injusticias y a favor de la clase obrera. Profesora de inglés y, sobre todo, sindicalista, representante sindical de la nuclear francesa Areva en la que luchó para salvar miles de puestos de trabajo – fue salvajemente torturada, marcada a cuchillo en el abdomen y violada con el mango de este cubierto, en su casa a finales de 2012, tras haber denunciado que existía un plan para desmantelar la empresa y vender su tecnología a China…
… Nunca habría pensado que la policía y la justicia no creyeran en su relato porque no era una «buena víctima». Porque se había comportado, tras la atroz violencia sufrida, como una «mala víctima». A saber: no derramó una sola lágrima, no dio señales de estrés postraumático, siguió trabajando, no se defendió de su agresor, del que tampoco recordaba ningún detalle.
Así que tuvo que oir de parte de las instituciones que deberían avalarla y defenderla, que su relato no se sostenía, que era inventado e incluso una estratagema política para probar sus argumentos de la traición al país citada, en la que tampoco nadie creyó.
Así que tuvo que someterse a humillantes interrogatorios y dolorosas recreaciones de su violación, de la que concluyeron que incluso se autolesionó… Pese a su extraordinaria entereza, esta inaceptable revictimización le paso factura, pues, como le ocurre a tantas otras mujeres atacadas, llegó a dudar de sí misma y debió hacer terapia.
El guionista y cineasta francés Jean-Paul Salomé – cosecha del 60, que ha hecho versiones del famoso fantasma del Louvre, Belphégor, y del no menos célebre Arséne Lupin – ha rescatado del olvido a su compatriota en esta producción francesa, fechada en 2022, de 122 minutos de metraje.
Su guion lo escribe él mismo, junto a Fadette Drouard, adaptando el libro ‘La sindicalista’, título original y mucho más idóneo del filme, de Caroline Michel-Aguirre. Su fotografía sobria y muy ajustada la firma Julien Hirsch y la banda sonora, de la que cabe decir otro tanto, se debe a Bruno Coulais.
Dentro de un solvente reparto, en el que glosar a Yvan Attal y a Benoit Magimel, destacar la composición, incluyendo la caracterización de la imagen y estilo del personaje, de una enorme, como suele, Isabelle Huppert, que le confiere a su protagonista toda la fuerza y también toda la factura emocional que le supuso la barbarie.
Entre el thriller, el drama y la política, quien esto firma agradece al realizador que le haya hecho conocer a una mujer valiente, luchadora y social y laboralmente comprometida, relacionada con el poder empresarial y político, muy solidaria y excelente negociadora, que sufrió un castigo feroz por mantenerse fiel a sus convicciones hasta el punto de seguir batallando para conseguir la justicia que se le negó y..
Y que lo haya realizado con talento, lucidez, sensibilidad, contención y con una mirada muy feminista. Ya no se exhibe en la cartelera sevillana, pero esta firmante les recomienda que la vean en alguna plataforma. Merece mucho la pena.
Escrito queda.