‘Oppenheimer’: El Prometeo Americano

Van a disculpar de nuevo la autocita de esta firmante, porque viene al caso. La escribió en la crítica de ‘Tenet’, referida al también director de esta que nos ocupa: «El Señor de las tomas imposibles por tierra, mar y aire. El Cineasta que buceó en los recovecos de la memoria, revirtiéndola, ‘Memento’ (2000). El hombre de la doble nacionalidad, inglesa y estadounidense.

El guionista, productor ejecutivo, camarógrafo, actor, director de fotografía, editor y realizador, cosecha del 70. El director de orquesta que se rodea de un equipo técnico-artístico de primera clase, con unos presupuestos superiores, convirtiendo en oro para la crítica y el público estas sus credenciales fílmicas…

…El ladrón de sueños que dobló París sobre sí misma: ‘Origen’ (2010). El que imprimió elegancia e intensidad a los superhéroes. El Caballero que retrató a su sosias más oscuro: ‘El caballero oscuro’ (2012). El tipo que buscó un hogar en el cosmos para la humanidad: ‘Interestelar’ (2014).

El sujeto que estilizó e imprimió poesía, sin que perdiera un ápice de su épica y de su tragedia, al drama bélico de ‘Dunkerque’ (2017). El individuo que nos transportó como nadie a todos esos lugares míticos, fantásticos, terribles y oníricos, responde al nombre de Christopher Nolan»

Y su última propuesta es esta semblanza biográfica del físico teórico y profesor, llamado también padre de la bomba atómica, Julius Robert Oppenheimer (1904-1967) hijo de inmigrantes alemanes de origen judío.

Una semblanza biográfica basada en el libro ,que esta firmante no ha leído, de Kai Bird y Martin J. Sherwin, ‘Prometeo americano’: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer.

Un volumen riguroso y extenso que les llevó más de dos décadas de investigación y que les deparó a sus autores, entre otros importantes reconocimientos, el National Book Critics Circle Award en 2005 y el Premio Pulitzer en 2006.

Viene al caso recordar el mito de Prometeo, quien fue castigado por engañar a Zeus robando el fuego de los dioses para dárselo a la humanidad. Su pena fue que un águila le devorara su hígado cada día, órgano que volvía a crecer y era nuevamente devorado.

Ese fuego de los dioses que este hombre, y su equipo de eminencias y mentes maravillosas, de ciencia tan dotado e inteligente como torturado emocionalmente, ofreció a la humanidad en forma de una explosión atómica sobre Hiroshima y Nagasaki que tuvo lugar en agosto de 1945 y que provocó cientos de miles de muertes humanas y no humanas y miles, además de secuelas y enfermedades, además de daños ambientales, urbanos y patrimoniales irreversibles.

Ese fuego de los dioses que se supone que acabó también con la II Gran Guerra y salvó millones de vidas, pero que para las ciudades mártires esa contienda ya estaba perdida. Ese fuego de los dioses concebido, creado y hecho realidad tras años de experiencia, pruebas, intentos fallidos, lealtades y amistades rotas en complejos, a modo de ciudades prefabricadas, de un trabajo exhaustivo y de dedicación exclusiva.

Ese fuego de los dioses, en una carrera contrarreloj por vencer a los nazis también en este campo. Este fuego de los dioses que costó a su hombre visible, y protagonista de esta historia, muchos pesares, culpas y sufrimientos que corroyeron su conciencia.

Ese fuego de los dioses, de cuya devastación renegó – «tengo las manos manchadas de sangre», le confesó a Truman – y que le granjeó la eterna enemistad, el ostracismo y la caza de brujas por parte del stablishment político-militar norteamericano más fascista de la historia del siglo pasado.

Un stablishment ferozmente anticomunista, mucho más que antinazi. Ese fuego de los dioses que le consumió, que le hizo incluso delatar a gente querida y renegar de sus ideas, relaciones y amistades de izquierda.

Ese fuego de los dioses que Nolan retrata tan bien, desde lo personal a lo político, desde la gloria hasta las miserias, desde el ascenso hasta la caída en desgracia, con una fastuosa y eléctrica puesta en escena, marca de la casa, en la que protones, electrones, neutrones, átomos… estallan ante nuestros ojos. Ese fuego de los dioses…

Producción estadounidense, fechada en el año en curso, de 180 absorbentes minutos de metraje. Su escritura la firma también el propio realizador. Su excelente, monumental, fotografía se debe al talento Hoyte van Hoytema. Su grandiosa banda sonora a Ludwig Göransson. El más rendido aplauso para el equipo de dirección artística y efectos especiales.

Destacar a un eminente Cillian Murphy entre un reparto de lujo que incluye a unos magníficos Robert Downey Jr, Matt Damon, Kenneth Branagh, Gary Oldman o Rami Malek. Y, entre ellas, unas inolvidables Emily Blunt y Florence Pugh.

Intensa, fascinante, rigurosa, incómoda, compleja, lúcida, poliédrica e insobornable, otra propuesta en estado de gracia de un realizador muy dotado que no deberían perderse. Aún en cartelera. VÉANLA.

Escrito queda.

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