Un hermoso palacete a finales de los años 40. Un hombre solo, judío sefardí, seriamente enfermo y señor del castillo llamado Triste le Roi, habita allí con la única compañía de un leal sirviente oriental.
Esperan a otro caballero a quien, pese a no ser un experto en la materia, el dueño – que le ha investigado previamente y tiene puntos en común con él – piensa proponerle ir a Shanghai y traerle a su única hija que allí vive.
Pretende tener, en su última hora, la mirada de la joven, la mirada del adios. El anfitrión, muy expansivo, quiere convencerle de aceptar este trabajo pero el otro, más lacónico, duda. Aunque finalmente lo consigue y, con la promesa de su vuelta con la chica, abandona la casa.
Abandona el rodaje – oh sorpresa, se trata de un rodaje – la casa y todo, pues desaparece sin dejar rastro. Más de veinte años después, el director del filme. y amigo personal del protagonista, es invitado a un programa de televisión sobre desaparecidos al que debe aportar el proco material filmado y a partir de ahí…
Hay más giros de guion, pero no se hará spoiler. Se trata de un magnífico arranque, hasta la desaparición del intérprete, que revela la maestría narrativa del guionista y cineasta Víctor Erice.
Un cineasta, un clásico por derecho propio, cosecha del 40, al que no hace falta presentar, porque ha demostrado sobradamente su talento con tan sólo cuatro largometrajes en su haber.
Con obras maestras como ‘El espíritu de la colmena’ (1973), Concha de Oro en San Sebastián, o ‘El sur’ (1983), junto a la notable ‘El sol del membrillo’ (1992), Premios del Jurado y de la Crítica en Cannes, hasta llegar a esta que nos ocupa, más de tres décadas después.
En el interín, ha participado en cortos, videos, videoinstalaciones, obras colectivas, escrito ensayos, libros y ejercido la crítica y la docencia cinematográfica. Ha sido también justamente galardonado, entre otros, con el Premio Nacional de Cinematografía (1993), con la Medalla de Oro del Círculo de las Bellas Artes (1995) o el Donostia de San Sebastián en el año en curso.
Esta propuesta – que nos llega en el cincuentenario de ‘El espíritu de la colmena’ – al entender de esta firmante, no se cuenta entre las mejores de su filmografía. Por descontado que nos regala un hermoso canto de amor al cine, al celuloide, a las bobinas, a las salas, a los contenedores de tantos tesoros olvidados, a sus guardianes, a los proyectores… al poder de unas imágenes tan evocadoras capaces de iluminar las zonas más oscuras y resistentes de la memoria.
Por descontado que su forma de narrar, que su puesta en escena, son personales, intransferibles y atemporales, creadoras de una atmósfera y un clima envolvente y que atrapa, pese a su metraje.
Por descontado que sabe retratar la intimidad, los silencios, lo que innombrable, las pausas y los microcosmos íntimos que reflejan los macrocosmos de dos tiempos y dos épocas del mismo país.
Por descontado que aquí el plano-contraplano en una conversación nunca es banal, ni al uso, sino que es dotado de valiosos posos de profundidad. Y esos fundidos en negro que pueblan la película… Por no hablar de su factura audiovisual en la que luego se entrará.
Pero, tras un arranque y una conclusión excelentes y prometedoras, hay una franja central que a quien esto firma le sobró y le pesó. Se trata de la descripción del humilde hogar y del entorno más íntimo del protagonista en el sur.
Coproducción entre España y Argentina, de 169 minutos de metraje. El guion lo coescriben el propio Erice y Michel Gaztambide. La fotografía con excelencia, tanto en interiores como en los bellos paisajes que la pueblan, Valentín Álvarez y su notable banda sonora está a cargo de Federico Jusid.
En cuanto al muy solvente reparto coral, destacar a un eminente Manolo Solo, carne de Goya, y a los talentos de José Coronado, Mario Pardo, Juan Margallo, Josep María Pou, Petra Martínez, María León, Soledad Villamil y Ana Torrent, cinco décadas después de que nos fascinara en la citada ópera prima del director.
Es una de las elegidas para debatir en la sesión de inauguración del curso y de la temporada de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra, que tendrá lugar el próximo MIÉRCOLES, 4 DE OCTUBRE, A LAS 19.30, EN CASA DEL LIBRO VELÁZQUEZ. VÉANLA CUANTO ANTES.
En cualquier caso, su visión es obligada.
Todos los reconocimientos le son debidos a este realizador singular y sensible, a esa mirada única de nuestra cinematografía. Esta firmante hace votos, aunque sabe que es muy díficil siendo octogenario, para que ‘Cerrar los ojos’ no sea su mirada del adios.