La historia real tras esta película que nos ocupa – última propuesta del maestro, productor, conservador de celuloide, guionista y cineasta estudounidense Martin Scorsese, quien cumplirá 81 años el próximo 17 de noviembre y al que no hace falta presentar – es la de la desconocida masacre de los indios Osage.
Estos nativos, a quienes la mayoría blanca en el poder le reservó en Oklahoma, después de haberles trasladado de otros asentamientos mejores, lo que pensó que era un terreno baldío en los años veinte del pasado siglo. Pero miren por dónde, el petróleo salió de las entrañas de esta tierra.
Y, a partir de ahí, se convirtieron en los indios más prosperos y millonarios de la historia rompiendo todos los esquemas al uso. Que requirieron ser servidos en sus mansiones por quienes precisamente les habían expulsado de sus legítimos espacios. Por quienes precisamente eran sus mayores enemigos…
Unos enemigos, que codiciaban esos millones nacidos del oro negro, y que hicieron todo lo posible por apoderarse de ellos por vía conyugal y-o criminal, ya que no existía otra manera legal posible. Con la complicidad alevosa de policías, sheriffs, abogados y médicos corruptos.
Y así comenzaron los asesinatos en serie de indígenas. Así comienza esta historia, cuyo guion escribe el realizador junto a Eric Roth, adaptando el libro de David Grann, periodista de investigación – que esta firmante no ha leído – cuyo título original es, traducido al castellano: ‘Los asesinos de la luna de las flores: Los asesinatos de los Osage y el nacimiento del FBI’, que causó un gran impacto, tuvo excelentes críticas y fue galardonado con el Premio Edgar Allan Poe al Mejor Crimen Real.
Porque esta Nación Osage daba nombres a las lunas y la citada fue, más que de las flores, de la sangre de l@s suy@s. Que por mayo, fue por mayo, donde la codicia, el odio y la crueldad de hombres blancos de corazones negros segaron tantas vidas.
El libro se centra en la figura real, como prácticamente todos los personajes, de la mujer Osage, Molly – excelente Lily Gladstone – quien es cortejada, y finalmente contrae matrimonio con él, por un vago, patán, delincuente sin escrúpulos, ambicioso y de pocas luces, Ernest Burkhart – un eminente Leonardo DiCaprio – que es manipulado por su tío, el presunto benefactor/padrino del pueblo, Bill Haley, el auténtico villano de la función y cerebro de casi todos los crímenes – un magnífico Robert De Niro – para acabar con las líneas sucesorias de la fortuna de su esposa.
O lo que es lo mismo, las tres hermanas. Una fue envenenada, otra murió a tiros y la tercera en una explosión. Ella misma, diabética, fue sometida a una mezcla de insulina con una sustancia letal que la iba haciendo languidecer poco a poco y perder sus fuerzas. Estos, se insiste, son hechos reales.
Hasta que llegó el incipiente FBI – en el que fue uno de sus primeros y más sonados casos, alertado por las familias de las víctimas, Molly entre ellas, y los patriarcas de la Nación que viajaron a Washington para pedir ayuda – con un joven J. Edgar Hoover al frente.
Personaje que fue interpretado, miren por donde, por DiCaprio en ‘J. Edgar’ (2011) de Clint Eastwood – y que delegó en un antiguo comandante de Texas, Tom White, un notable Jesse Plemons para resolverlos. Lamentablemente, la mayoría quedaron impunes y los protagonistas citados y juzgados, aunque estuvieron en prisión, murieron en sus camas…
Esta historia de la vergüenza y de la infamia para su país, una historia de asesinatos en serie racistas muy desconocida incluso en Estados Unidos, la filma Scorsese con su talento y brillantez habituales. Con el noble propósito de hacer justicia a unas personas ejecutadas cruelmente, para lo cual ha contado con la asesoría de un Osage,
Con una puesta en escena, tan elíptica como pausada, que utiliza todos los recursos de la época, filmaciones, imágenes documentales reales o ficticias pero muy bien insertadas, el clima, la atmósfera, entre el thriller y el western.
Contando, además, con un reparto entregado y en estado de gracia. A l@s citad@s, habría que añadir al felizmente recuperado, y muy solvente, Brendan Fraser. Para no hablar de su impecable y apabullante factura, marca de la casa, con una hermosa fotografía de Rodrigo Prieto y la envolvente banda sonora del desaparecido Robbie Robertson a quien, junto a John Williams, está dedicada la película.
Una película valiente, valiosa y monumental en sus 206 minutos de metraje, sí. Pero… esta firmante suscribe las palabras de Christopher Cote, consultor de la lengua Osage en el rodaje, quien afirmó con toda franqueza al verla: «Como Osage, quería que estuviera contada desde los ojos de Mollie y lo que su familia vivió» (de hecho, lo está en el libro pero el realizador desestimó esa opción narrativa)…
Consideró también que Scorsese hizo un buen trabajo representando a la comunidad, pero no entendió que el relato se contara, casi en su totalidad, desde la perspectiva de Ernest Burkhart, desde la perspectiva de los delincuentes que estafaron y asesinaron a su pueblo.
Ni tampoco que la relación entre el citado Ernest y Molly estuviera en el filo de la romantización: «Le dieron una especie de consciencia y una implicación de que hay amor. Pero cuando alguien conspira para asesinar a toda tu familia, eso no es amor. Es un abuso»
Hay que reiterar de nuevo que lo intentó también con ella… Así que el debate está abierto, porque es una de las elegidas para comentar en la próxima sesión de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra que tendrá lugar el JUEVES, 9 DE NOVIEMBRE, EXCEPCIONALMENTE EN JUEVES POR UN COMPROMISO PREVIO DE LA LIBRERÍA, A LAS 19.30, EN CASA DEL LIBRO VELÁZQUEZ.
No se la pierdan y VÉANLA CUANTO ANTES.