¡¡¡Qué decepción, qué pena, qué frustración, qué enojo, ha experimentado quien esto firma al visionar esta tarde ‘Un silencio’, de su estimado director y guionista belga Joachim Lafosse – cosecha del 75, con títulos en su haber como ‘Perder la razón’ (2012), ‘Los caballeros blancos’ (2015) o ‘Después de nosotros’ (2016)!!!
Porque dado su talento tras la cámara, dadas la intensidad y contención de sus historias, dado su compromiso al retratar a los grupos humanos unidos por lazos de sangre, dada su potencia y dada su delicadeza, esperaba mucho de su tratamiento de esta historia.
Una historia basada en hechos reales ficcionados, como muchas de las que él ha documentado en su filmografía. Una historia dura en la que la familia, aparentemente modélica, de un reconocido abogado defensor de víctimas de pederastas se resquebraja cuando un terrible secreto y su ocultamiento durante décadas, luego complicidad y encubrimiento, salen a la luz.
Una historia que pudo haber sido más grande que la vida, porque Lafosse posee los talentos y el oficio requeridos para filmarla. Una historia que pudo haber sido demoledora, porque lo es su terrible temática, y una denuncia de la cínica perversión de quien presuntamente era valedor de criaturas rotas por experiencias de una crueldad inimaginable.
Una historia que pedía a gritos un tratamiento narrativo coherente, sólido y potente sin por ello caer en excesos melodramáticos. Una historia mal contada y peor filmada, con un pésimo guion repleto de oquedades, dispersiones y fisuras. También de oscuridades en el sentido tanto literal como metafórico del término. Una historia…
Coproducción entre Bélgica, Francia y Luxemburgo, de 100 minutos de metraje. Su nada distinguida escritura, a la que ya hemos hecho alusión, la firma el propio Lafosse junto a Chloé Duponcelle y Paul Ismael. La fotografía efectista y tenebrosa corre a cargo de Jean-François Hensgens.
Emmanuelle Devos le presta su talento interpretativo a este despropósito, que permite que incluso el excelente Daniel Auteuil resulte desvaído e ignoto. Como casi todos los personajes, por otra parte.
Escrito queda. Una verdadera pena lo que podía haber sido y no es… La pelota, en sus tejados.