‘Priscilla’: 14 años tenía mi amor…

Cuando Elvis Aaron Presley (1935-1977) – ya toda una celebridad, con varios discos y películas en su haber – conoció a la estudiante Priscilla Ann Beaulieu Wagner (1945) en Alemania, en una base militar, ella tenía 14 años y él 24.

En un excelente artículo de Marta Moreira de la página culturplaza, titulado «Rockeros y niñas novia: El arte de mirar hacia otro lado», se hace alusión a un documental – que esta firmante no ha visto y «cuya difusión en España ha sido mínima» – ‘Look away'(2021), de Sophie Cunningham y Ben Steele, que «recupera los testimonios de mujeres que fueron manipuladas, abusadas e incluso violadas cuando eran menores de edad por músicos adultos»

Novias niñas, como lo fue la protagonista de esta película, a algunos de cuyos progenitores-as engañaba el entorno de tales delincuentes pederastas asumiendo sus «custodias legales», bajo la promesa de que seguirían estudiando, de que se graduarían, de que estarían «protegidas» y que no cohabitarían con los músicos en cuestión…

Como ocurrió con Priscilla, quien tuvo la «suerte» de que, aún compartiendo cama con su ídolo, éste – dueño y señor de su vida, de su juventud, de su aspecto y de su voluntad – prefirió no llegar más lejos y «preservar» su virginidad.

Para ella, salvo pocos momentos felices, Graceland, la mítica mansión de Elvis, se convirtió en un infierno, en una jaula de oro, donde debía soportar las juergas y la presencia constante de los amigotes y miembros de la banda.

Donde debía soportar infidelidades, donde apenas si podía comunicarse con sus madre y padrastro. Donde fue iniciada en el consumo de pastillas, aunque no se convirtiera en una adicta como lo era él.

Donde debía soportar sus cambios de humor, maltrato psicológico e incluso físico y su poder y control absolutos sobre ella. Donde debió modificar su hermoso aspecto acorde con su edad, hasta el muy artificioso tinte de pelo y excesivo maquillaje.

Donde cada color y cada prenda de ropa que llevaba debía ser supervisada y aprobada por él, le gustara a ella o no. Donde nació su luego malograda hija, donde le fueron negadas las relaciones físicas, donde sufrió la terrible agresión que provocó el final.

Mientras, Betty Friedan publicaba ‘La mística de la feminidad’…, aunque esta observación sea de la cosecha de esta firmante y no aparezca en este relato fílmico. Un relato fílmico tan promujeres, tan desasosegante y tan progresivamente negro, negrísimo, que engloba 13 años de la vida de su personaje central – en clave de cuento de terror, como lo fue en la realidad – de Sofia Coppola.

La actriz, productora, guionista y realizadora estadounidense – cosecha del 71, con una filmografía en la que destacar ‘Las vírgenes suicidas’ (1999) o ‘Lost in Translation’ (2003), por citar tan sólo dos títulos – firma, adaptando el libro autobiográfico de Priscilla Presley, que también produce esta propuesta, ‘Elvis y yo’, y filma esta producción estadounidense, de 112 minutos de metraje.

Su notable fotografía, pródiga en matices y claroscuros, se debe a Philippe de Sourd y su excelente banda sonora, además de los temas clásicos del protagonista y de la época, es del grupo indie de rock francés Phoenix. Destacar, entre su sólido reparto, la magníficas composiciones de Cailee Spaney, sobre todas, y Jacob Elordi.

Deberían verla.

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