Mathieu es un actor de éxito, al borde de la cincuentena y residente en París. Aparentemente lo tiene todo, pero sufre una grave crisis emocional que le conduce a un exquisito balneario termal en el suroeste francés. Precisamente, no muy lejos de allí, vive Alice entrada en la cuarentena, profesora de piano, esposa, madre de familia y compositora frustrada…
Ambos tuvieron una relación hace quince años, que Mathieu decidió cortar abruptamente – «tú coges, descartas y te marchas», le espeta ella en un momento del filme y también «mi marido sabe que, antes de él, estuve con alguien que me dejó hecha polvo» – hasta su reencuentro, a instancias de Alice, que hará tambalear sus precarios equilibrios individuales.
El actor, productor, guionista y cineasta francés Stéphane Brizé – cosecha del 66, con títulos tan estimables, en los que ha alternado su talento tanto para los relatos intimistas como para los socialmente comprometidos, en su filmografía como ‘No estoy hecho para ser amado’ (2005) ‘Mademoiselle Chambon’ (2009), ‘La ley del mercado’ (2015) o ‘Un nuevo mundo’ (2021) – la escribe, junto a Marie Drucker, y dirige…
… Y lo hace con esa mirada suya tan especial, marca de su autoría como realizador, habitada por la lucidez, la finura, la sabiduría, las cargas de profundidad tan sutiles e intensas y los sentidos del amor y del humor.
Y lo hace, a la mejor manera fílmica francesa, revelándonos lo que hay tras las fachadas tanto de la fama, apenas si le dejan descansar a este intérprete en el balneario pues todo el personal le solicita selfies, como de la presunta estabilidad conyugal y doméstica.
Y lo hace con un irresistible tono entre nostálgico y agridulce, sin caer en las trampas emocionales de los romances al uso. Y lo hace desvelando cómo las decisiones que tomamos, en ciertos puntos de inflexión afectivos, nos marcan y nos dejan huellas significativas.
Y lo hace revelando los miedos y las cobardías de los doblemente asumidos no debí irme/ no debí quedarme, aunque sin la insidiosa equidistancia porque está claro, pese a su mirada serena e imparcial, que se decanta por Alice. Y lo hace mostrando dos modus vivendis en los que la pasión, el afecto y la intensidad están ausentes.
Y lo hace hasta exasperándonos con varios finales posibles. Lo que es tanto un defecto como una virtud, una carencia como un derroche. Pero, sobre todo, es el guiño irónico de quien es consciente de que esta narración sólo puede tener una conclusión abierta, aunque no lo parezca.
Producción francesa fechada en 2023, de 115 minutos de metraje. La hermosa fotografía la firma Antoine Heberlé y la elegante banda sonora, como la propia puesta en escena, se debe a Vincent Delerme. La hacen posible dos actores de talento en estado de gracia: Guillaume Canet y, sobre todo, Alba Rohrwacher.
Aún puede verse, en una única sesión, en nuestra sala más cinéfila. NO SE LA PIERDAN.