Poco antes de las 17.30 de hoy, sábado 14 de diciembre, al llegar al cine Avenida para ver el documental al que dedicó su entrada anterior, esta firmante fue amistosamente advertida de que el viernes 13, día de su estreno, no hubo nadie en la sala donde se proyectó y que sería de l@s poc@s espectadoras-es en verlo…
De hecho, en esa sesión estuvimos tan sólo 6 personas. Tanto más decepcionante por cuanto es un hermoso, singular, hipnótico y extraordinario documental, premiado con el Oso de Oro en el pasado Festival de Berlín y nominado como el mejor en su género por diversas y prestigiosas Asociaciones de la Crítica en Estados Unidos, al que todos los reconocimientos le son debidos.
Tanto más decepcionante por cuanto es la absorbente, bella y comprometida mirada de la actriz, guionista y cineasta franco-senegalesa, nacida, criada y residente en París, Mati Diop- cosecha del 82, hija de fotógrafa y músico, sobrina de director de cine, primera realizadora africana en optar a la Palma de Oro en Cannes, con su ópera prima ‘Atlantics’ (2019), que finalmente se hizo con el Gran Premio del Jurado – de la que es su segundo largometraje y con la que demuestra que no ha perdido sus raíces.
De acuerdo con Wikipedia, el Reino de Dahomey «fue un antiguo Estado africano que se distinguió por su ejército de mujeres, llamadas amazonas de Dahomey » quienes lo defendieron hasta bien entrado el siglo XX, bajo el colonialismo francés, del que oficialmente se liberó en los años 60, pasando a ser en la actualidad la República de Benín.
En este relato fílmico – tan atípico y apasionante, ambientado en noviembre de 2021 – se da cuenta del complejo proceso que supuso la devolución de 26 – ¡¡¡entre 7.000!! – obras de arte, tesoros reales del antiguo reino, saqueados por las tropas francesas en 1892, desde el museo que les contenía hasta su país de origen del que nunca debieron salir, tras 130 años de cautividad.
Así se nos permite ver, desde una planificación nada al uso pero al tiempo sencilla, cómo hombres con mascarillas – año de pandemia… – dan cuenta del estado de las piezas, de los materiales de los que están hechas, de su peso, considerable en muchos casos, y del extremo cuidado que deben poner para su transporte aéreo.
Se nos permite ver las arrebatadora bienvenidas, con danzas y canciones, la vibrante recepción, de esas joyas en su nación y, concretamente, en el Palacio de la Marina. Se nos permite ver a dignatari@s y representantes oficiales invitad@s en tal histórico día.
Pero también se nos permite oir y presenciar – los diálogos han sido, hasta ese momento, en off – el apasionado debate entre l@s universitari@s de Aborney-Calavi, sobre tal restitución.
Sobre el hecho de que haya ocurrido tarde y mal, sobre las miles que aún faltan que tantas generaciones ni han conocido, ni conocerán. Sobre el oportunismo político y su utilización propagandística. Sobre el traumático vacío cultural e identitario de tal expolio colonial. Sobre…
Pero también se nos permite escuchar en off, y en un hermoso ejercicio de ficción fantástica, un bellísimo y lúcido monólogo de la pieza número 26, que vuelve a casa, «tras una larga noche profunda y opaca», a ver el día y a sentir el paisaje, el mar y el clima tropical. Todo ello con algunos fundidos en negro.
Hasta concluir en el menos glorioso día a día del país y sus habitantes…
Coproducción entre Senegal, Francia y Benín, fechada en el año en curso, de 67 minutos de absorbente metraje. La magnética, que no preciosista, fotografía, la firma otra mujer, Josephine Drouin-Viallard y la autóctona y notable banda sonora se debe a Wally Badarou y Dean Blunt.
Si estas líneas sirven para hacerle justicia a esta maravilla, a esta extraordinaria mirada de mujer, habrán valido la pena. NO SE LA PIERDAN.
Escrito queda.
Sevilla Cinéfila 