La vida insoportable es la de una mujer portuguesa inmigrante, Aurora, de casi 40 años, que trabaja en un gran almacén escocés seleccionando productos y excluyendo los deteriorados. La vida insoportable, la suya y la de sus compañeras-os, es pasarse entre esas paredes casi todo el día, para salir luego al frío y a la lluvia persistente en las afueras del polígono donde se inserta su centro de trabajo.
La vida insoportable es la de vivir en un piso compartido con trabajadores-as como ella que apenas si se relacionan entre sí, más que por las elementales normas de cortesía. La vida insoportable es un insondable aislamiento y una total incomunicación en su tiempo llamado libre, en el que no existe el ocio más que como excepción en la que un amable conviviente polaco la anima a ir a una discoteca con su grupo o las conversaciones con una compatriota que la trae y la lleva en su coche.
La vida insoportable es enterarte, en el comedor común, de la tragedia ocurrida a un hombre joven, que compartía oficio con ella y a veces coincidían en la mesa. Un colega sincero y entrañable, con un modus vivendi muy similar al suyo, que no pudo tolerar seguirlo indefinidamente.
La vida insoportable es una existencia alienada, alienante y sin salida. Y aún más solitaria cuando tu conocida portuguesa vuelve al país de origen, algo que a ti te está vedado. La vida insoportable es que, cuando eres rápida y solvente, te den una chocolatina a elegir y cuando vas más lenta, te adviertan.
La vida insoportable es cuando debes gastarte tus ingresos en arreglar tu móvil y pasar hambre. La vida insoportable es cuando no tienes nada que contar sobre tus gustos o aficiones en una entrevista para un trabajo más digno. La vida insoportable, pese a todo, deja también pasar, en un final abierto, una rendija de luz.
De tal vida da cuenta la editora y guionista portuguesa afincada en Escocia, Laura Carreira, cosecha del 97, de la que es la madura y prodigiosa ópera prima, a la que precedieron cortometrajes muy premiados y cuyo compromiso social con las personas como Aurora, su protagonista, es incontestable.
Coproducción entre Reino Unido y Portugal, fechada el pasado año, de 104 minutos de metraje. La escribe la propia directora y tanto su fotografía, como su banda sonora, firmadas respectivamente por Karl Kürten e Inés Adriana saben captar con excelencia las oscuras tonalidades del relato. Eminente su protagonista Joana Santos, junto al resto de un reparto en estado de gracia.
Emotiva, desoladora y lacerante, más aún cuando su tratamiento dramático, así como su puesta en escena, son casi documentales. Una mirada de mujer que retrata a otra en la que podemos reconocer a tantas que malviven en nuestros entorno y continente. Una cineasta a seguir.
Ganadora de la Concha de Plata a la Mejor Dirección en San Sebastián y a la Mejor Ópera Prima en el London Film Festival. Todos los reconocimientos le son debidos. No se la pierdan bajo ningún concepto.
Escrito queda.