Resulta reconfortante ver una película como esta, elegante, sutil, divertida, llena de imaginación y habitada por el encanto, a primera hora de la mañana cuando la ciudad del domingo no ha abierto aún los ojos del todo.
Resulta reconfortante disfrutar de una trama sólo aparentemente ligera, pero de facto muy compleja. Resulta reconfortante ir de sorpresa en sorpresa, entre los fantasmas del pasado y los desafíos del presente.
Resulta reconfortante contemplar la belleza de París y la hermosura imponente de la región de Normandía, dos escenarios donde se desarrolla la acción, en dos siglos diferentes en los que transcurren historias paralelas.
Resulta reconfortante contemplar el sprit de finesse francés en un relato fílmico tan sutil como irónico, tan divertido como sentimental, sobre descendientes que heredan una casa deshabitada y llena de recuerdos, cuyo terreno codicia una multinacional y sólo cuatro, tres hombres y una mujer, son quienes se internarán en ella para descubrirla, descubrirse y descubrir sus raíces, con un pícaro guiño a un pintor inmortal.
Sí, resulta reconfortante y placentera la visión de esta película gozosa y juguetona, que nunca insulta la inteligencia. Una producción franco-belga, fechada en el año en curso, de 124 minutos de metraje. La escribe, junto a Santiago Amigorena, y la dirige el conocido actor, guionista, productor y cineasta francés Cédric Kaplisch y su hermosa fotografía la firma Alexis Klavyrchine.
Deberían verla.