Las borrascas, con toda su parafernalia de lluvias torrenciales, fuertes vientos e impactante aparato eléctrico, suelen ser muy cinematográficas y «dan» muy bien en la gran pantalla, siendo especialmente imprescindibles en el género de terror.
Pero cuando se va de camino a las salas de cine – sin saber conducir, ni, por tanto, vehículo propio, ni taxis disponibles por la altísima demanda, ni autobuses que no tarden, como mínimo, 15 minutos de media entre uno y otro – la cosa varía muy mucho.
Esta firmante – comprometida con sus deberes, y placeres, incluyendo el de darles cuenta a ustedes de lo visionado, del Festival, dentro de la selección que tiene disponible – llegó a la primera hora de ayer empapada a la proyección de la Sección Oficial, de cuya crítica se hizo eco en estas páginas.
La secuela, la de este «Claudio» que nos azota, le ha supuesto a quien esto firma sentirse bastante perjudicada física y mentalmente. Y con la que estaba cayendo cuando sonó la alarma de su móvil, desistió de ir, por todo lo descrito anteriormente sobre las dificultades que tiene para acceder al cine con los servicios públicos abarrotados, aunque luego el cielo se haya abierto…
Esta firmante intentará ir por la tarde, aunque los pronósticos metereológicos no sean muy halagüeños. Pero, por si acaso, sirvan estas líneas como disculpa y explicación. Gracias de antemano por su comprensión.
Escrito queda.