‘La dama de hierro’: Pleitesías

Dos o tres cosas que sabemos de Phyllida Lloyd, responsable de este biopic de Margaret Thatcher que acaba de estrenarse. Inglesa, directora de teatro y ópera, además de realizadora, tiene entre sus créditos cinematográficos ser la firmante de la arrolladora y favorita en todas las taquillas mundiales,’Mamma mía’.

En cuanto a su compatriota, la baronesa octogenaria y primera mujer en acceder al rango de Jefa del Ejecutivo británico,- cargo que ejerció en dos mandatos, desde 1979 y 1990-, y heroína de esta función, hay que decir que, básicamente, la cinta le rinde una indisimulada pleitesía. El guión, que firma Abi Morgan, se ha basado libremente en las Memorias de la hija, Carol Thatcher, y se ha esforzado tanto, tanto en respetar la ‘dignidad’ del personaje, que ha pasado de puntillas por el lado más oscuro y feroz de sus Gobiernos y de su prepotente, arrogante y dictatorial estilo de asumir el poder.

Incluso cuando el film parece más crítico, está recorrido por una tramposa autocomplacencia admiradora de la fortaleza y el carácter indomable de la Prémier. Por otra parte, en el disperso caleidoscopio con el que describe su biografía política se nos hurtan, o resultan fugazmente entrevistos con la acumulación de flash backs, episodios como la retirada de la leche gratuita en los colegios, “Thatcher, Thatcher, milk snatcher”, ladrona de leche, clamaban padres y madres… O su rendida admiración por el dictador Pinochet a quien avaló, por los servicios prestados en la Guerra de las Malvinas, defendió y acogió como ‘el paladín de la democracia en Chile’ o el más que dudoso hundimiento del crucero Belgrano durante el citado conflicto, que costó la vida a más de trescientos marineros argentinos.

Pionera, es sabido, como su amigo y colega Ronald Reagan, del neoliberalismo más salvaje, con medidas precursoras de la crisis que padecemos. Sus políticas de recortes, privatizaciones, enfrentamientos con los sindicatos… están tan tristemente de actualidad. Pero el punto de vista fílmico es el suyo y sus adversarios nos son mostrados como vociferantes energúmenos, tanto en la calle como en el Parlamento. Salvo cuando es su propio Gabinete el que la cuestiona, tenemos ocasión de oir argumentos de uno y otro signo, casi en pie de igualdad. No resultan casuales tales omisiones y enfoques…

El ritmo se quiere ágil, pero resulta lento y con altibajos. La película funciona mejor en las distancias cortas, en la descripción del deterioro de la protagonista, de sus alucinaciones y de su vida más privada. El resto es una coctelera algo indigesta y muy tendenciosa. Chapeau para un impecable reparto, el maravilloso Jim Broadbent compone un inolvidable Denis Tatcher, u Olivia Colman como la hija o los jóvenes Alexandra Roach y Harry Lloyd… Capítulo aparte merece la majestuosa caracterización y composición de Meryl Streep- aunque quien esto firma la prefiera menos solemne- que se llevará a casa, sin dudarlo, su tercera estatuílla en febrero.

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