De acuerdo con la ficha técnica proporcionada por el cine Avenida, el bonaerense Armando Bo, de la cosecha del 78, muy conocido y reconocido publicista, estudió cinematografía en varias instituciones de renombre, como en la de Nueva York. Perteneciente a la tercera generación de una familia de cineastas, ‘El último Elvis’, fechada en 2011, es su ópera prima. Participó con ella en la Sección Oficial de Sundance y obtuvo, entre otros, el Premio a la Mejor Película de la Sección de Horizontes Latinos, en el Festival de San Sebastián de 2012.
El guión, coescrito entre el director y Nicolás Giacobone, relata la historia de un cantante separado cuya fantasía es ser la reencarnación de su mito Elvis Presley. Así, versiona sus temas en antros de mala muerte mientras trabaja en una fábrica de repuestos de automóviles. Un accidente inesperado deja a su ex mujer – a quien llama Priscilla – en coma y le obliga a responsabilizarse de su hija, Lisa Marie. Luego de esto, deberá tomar decisiones cruciales. Como un viaje a Memphis, que culmina en Graceland, la mansión de su maestro y ejemplo a seguir…
Este inadaptado y outsider alter ego del ídolo está muy bien retratado en esta cinta, coproducción entre Argentina y Estados Unidos, llena de cualidades, calidades y sorpresas. Sus 92 minutos de metraje proporcionan suficiente información, no sólo sobre el personaje central – soberbio John McInerny, un buen cantante, además – sino sobre sus circunstancias, ambiente, familia – estupendas Griselda Siciliani y la niña Margarita López -, trabajo, performances y su frágil equilibrio con la realidad que se le impone frente al sueño inalcanzable de su otro yo.
Armando Bo tiene, en efecto, la sabiduría de mostrar sin aspavientos, ni sin tics indies al uso, a un personaje al límite, pero cercano y entrañable. Con una puesta en escena tan precisa que acierta al aproximarnos tanto a la precariedad de lo cotidiano como la brillantez, aún en ambientes cutres, de las actuaciones. Registrando la intimidad y la doble vida de su protagonista, con los diálogos precisos, los silencios necesarios, la ternura y el afecto, al tiempo que el desapego por los compromisos que le toca asumir, muy a su pesar. Esas escenas en la convivencia con su hija, con su ex, una mujer y una niña sabias y comprensivas, ese cumpleaños solitario…
Pero cuando piensas en una conclusión lógica y, en cierto modo, decepcionante, la película vuelve a sorprenderte y a noquearte. Buenos Aires querido, Memphis, Tennessee, unidos por tantas cosas… De verdad, es una pequeña joya. No se la pierdan.