Por esa funesta manía de, o bien no traducir, o bien ‘adaptar’, los títulos de las películas que abunda en el suelo patrio – y cuando pretende aproximarse al original, como en este caso, tanto peor – ‘A Late Quartet’ ( Un cuarteto tardío) ha devenido en nuestro idioma en ‘El último concierto’. Lo que, a fuer de disparatado, se presta a confusión con la casi homónima de Radu Mihaileanu, ‘El concierto’. En fin. La que nos ocupa, ópera prima producida, escrita y dirigida por el norteamericano Yaron Zilberman, es un drama de 105 minutos y fechado en 2012. Su estreno en VOS en el cine Avenida casi llenó, en un sofocante agosto, el vestíbulo y las escaleras de acceso a la sala. Una buena oferta genera la afluencia de público y no se enteran…
La historia sigue a un célebre y prestigioso cuarteto de cuerda, con 25 años de triunfal andadura. Cuando, y de manera inesperada, uno de sus componentes se ve afectado por una enfermedad imposibilitante, esta circunstancia hará aflorar soterradas rencillas, rivalidades, celos y traiciones nunca resueltas.
He aquí un material narrativo que, en otras manos, hubiera resultado altamente inflamable. Bien por los excesos de intoxicación sentimental o bien, en las antípodas, por un enfoque académico frío y elitista. Pero el realizador mantiene a raya ambos peligros, con una puesta en escena sobria, clásica y elegante. Y con un tratamiento del factor humano, complejo y sensible. Mima a los personajes y a las situaciones e interacciones creadas entre ell@s , con una excepción en la que luego habrá que detenerse.
Sabe transmitir el refinamiento de la cultura y el arte impregnados de vida, sin torres de marfil. El magisterio y la sabiduría de la enseñanza, sin rastro de pedantería. Refleja cómo la insidiosa incapacidad acecha cuando menos se la espera. Los deterioros de la edad. Las glorias y miserias de la creación. Las relaciones conyugales, paterno-materno-filiales, amistosas, amorosas y la difícil compatibilidad con la disciplina creadora. Está magníficamente dialogada. Las interpretaciones son excelentes, con menciones especiales para un excelso Christopher Walken y el siempre eminente Philip Seymour Hoffman.¡¡¡Para qué hablar de la música…!!! Y Angelo Badalamenti se encarga de la banda sonora.
Pero la disonancia se encarna en las mujeres. Y es especialmente injusta con el de la estupenda Catherine Keener en un personaje agrio, rígido, plano, al que no se le permite la cercanía, ni la expresión de sus emociones, salvo las negativas. Y el de su hija en la ficción que, aún cuando es tratada con respeto e Imogen Poots la encarna muy bien, sobran sus devaneos sentimentales.
El resto es de una impecable y hermosa armonía. No se la pierdan.