Dentro de unos días, el 22 de diciembre, se cumplirán 51 años del rescate de los 16 supervivientes del vuelo 571 de las Fuerzas Aéreas Uruguayas, con destino a Santiago de Chile, que inicialmente transportaba a cinco tripulantes y cuarenta pasajeros, entre ellos los 19 miembros del equipo de rugby Old Christian Club, junto con algunos familiares, simpatizantes y amigos.
Este vuelo se había estrellado el viernes, 13 de octubre – sí, un viernes 13 – del mismo año, 1972, dos meses y díez días antes, en un glaciar en el corazón de la cordillera de los Andes. Fuente: Wikipedia
Sobre estos terribles hechos, se han escrito tres libros por otros tantos de sus protagonistas y se han filmado, entre otras para el cine y la televisión, los títulos de referencia de John Carpenter en 1988 y de Frank Marshall en 1993 y dos documentales, de Gonzalo Arijón en 2007 y de Brad Osborne en 2010.
‘La sociedad de la nieve’ es la última – pero no otra más… – versión fílmica de esta tragedia. Producción española, fechada en el año en curso, de 144 minutos de absorbente metraje, en los que no sobra ni un plano.
Escrita, junto a Bernat Vilaplana, Jaime Marqués y Nicolás Casariego, y dirigida por el guionista y cineasta catalán J. A. Bayona – cosecha del 75, en cuya aún corta, si bien muy conocida y celebrada, filmografía hay que destacar títulos como su ópera prima ‘El orfanato’ (2007), ‘Lo imposible’ (2012), otra historia real de supervivencia extrema, o ‘Un monstruo viene a verme’ (2016). Las tres obtuvieron Goyas a la Mejor Dirección, Mejor Dirección Novel en el primer caso.
Su portentosa fotografía se debe a Pedro Luque y su excelente banda sonora a Michael Giacchino. En su reparto, todo un acierto, no hay estrellas sino intérpretes desconocidos pero muy sólidos, auténticos y creíbles. El director, otro acierto, impuso que su versión original fuera la española, de acento uruguayo. Producida por Netflix, se estrenará en la plataforma el 4 de enero, pero lo suyo es visionarla en pantalla grande.
La avalan, todos los reconocimientos le son debidos, 13 nominaciones a los Goya, 4 a los Feroz, 1 a los Globos de Oro y otra a los Critics Choice Awards, el Premio del Público en San Sebastián y representará, más que dignamente, a nuestro país en el Oscar 2024 a la Mejor Película Internacional.
Basada en el libro homónimo del periodista y escritor uruguayo Pablo Vierci, que documenta las vivencias de los 16 supervivientes a los que entrevistó, la narración sigue especialmente a estos chicos dorados – apenas aterrizados en la veintena, con infancias felices y solventes en un Uruguay convulso – que, en su mayoría, se disponen a emprender la excitante aventura de su bautismo de aire.
Los retrata, de entrada, en su país fuertes, sanos y robustos jugando con dureza al duro rugby. Y haciendo gala de unas energía y vitalidad irresistibles y contagiosas, junto al resto del pasaje, en el vuelo hasta que…
A quien esto firma, le faltan palabras para describir el impactante choque del avión, su caída vertiginosa y destructiva, plano a plano – se reitera, ninguno sobra – la conmoción en el pasaje y en la tripulación y las devastadoras consecuencias en el aparato, cuyos restos se dispersaron kms a la redonda en el impresionante entorno nevado, tan hermoso como despiadado, hostil e incompatible con la vida, de las montañas andinas.
A quien esto firma, le ha resultado sobrecogedor, durísimo, impactante, hermoso y emotivo, a la par que riguroso y nada efectista, ni gratuito, el relato fílmico, puesta en escena, enfoque y tratamiento que hace Bayona de esta historia.
Un relato que tiene como hilo conductor a una voz en off con sorpresa, que no se revelará. Un relato que va dando cuenta de todas las penalidades terribles que tuvieron que soportar en esos interminables meses, alud que les enterró incluído.
Un relato en el que se nos muestran las personalidades, las creencias religiosas o su ausencia y la fe inquebrantable en su rescate. Más aún, oyendo los aviones que les buscaban y no les veían, eran hormigas en la inmensidad helada. Rescate que a los ocho días se dio por terminado – algo que pudieron oir por una radio que lograron hacer funcionar – ante sus estallidos de desesperación e impotencia.
Un relato más grande que la vida, de una resistencia a las peores adversidades y catástrofes épica e imposible. Un relato de lucha por la supervivencia y de registro de los días, las semanas y los meses transcurridos y de los nombres y de las edades, inscritos en la pantalla, de quienes iban cayendo. Un relato con fundidos en negro, para permitirte respirar.
Un relato imponente, y a la vez intimista, de honda raigambre moral y ética. Un relato en el que se muestra como las personas de esa sociedad de la nieve se cuidan, se quieren y se acompañan hasta el final. Un relato en el que la antropofagia obligada por el derecho a sobrevivir, y todas las convulsiones que provoca, es tratada con la máxima delicadeza y el máximo respeto.
Un relato en el que quienes están y quienes van a morir dan permiso a los demás para usar sus cuerpos. Un relato que te conmociona y con el que los propios protagonistas se han sentido muy identificados. Un relato con una conclusión emocionante hasta las lágrimas. Un relato…
TIENEN QUE VERLA.