Hirayama es un ciudadano japonés, en la tardía cincuentena, limpiador de retretes públicos en Tokyo. Extremadamente parco en palabras y solitario vocacional, vive muy austeramente en la capital, siendo muy meticuloso y perfeccionista en su trabajo y abrazando unas rutinas, siempre iguales, en su ocio que le resultan reconfortantes.
Así, le encanta temas populares y míticos de la música norteamericana, con alguna versión japonesa también, que entonan Lou Reed, Patti Smith, Otis Redding o Nina Simone, que escucha en viejos cassettes, muy codiciados por coleccionistas, de los años 70 y 80, pero que él no está interesado en vender.
Así, toma su sandwich en un parque en el que siempre hay una chica joven haciendo lo propio y un joven indigente de colorido ropaje y actitud vitalista. Así, va siempre al mismo bar para comer, donde le reciben amablemente con una copa «por el esfuerzo del día».
Así, lava su ropa en una lavandería y se asea, para luego disfrutar de un jacuzzi, en un baño público. Así, duerme con un estado de semivigilia traducido en imágenes tan sugerentes como enigmáticas, que nos sugieren un pasado oculto.
Así se despierta con la visión de un árbol, sus amigos por los que siente pasión, y los plasma en fotografías, cuyo resultado al revelarse va guardando en cajas. Así, toma el café de una máquina ya una vez preparado con sus útiles de limpieza para comenzar la jornada laboral.
Así, en su muy austero hogar, se dedica a cultivar y mimar a sus bonsais y a leer por la noche novelas como ‘Las palmeras salvajes’, de William Faulkner, o algo de Patricia Highsmith.
Así, acude siempre a su librería de referencia, donde la dueña siempre le felicita por sus adquisiciones. Así responde con laconismo a la cháchara amorosa de su joven relevo laboral, a quien debe recordar sus obligaciones aunque también le ayuda todo lo que puede.
Porque este hombre hermético y reservado es también generoso, solidario y amable, empático y sensible, culto y educado. Su elegancia y saber estar nos son mostradas en esos servicios donde ayuda a un niño perdido, debe indicar la forma de abrir los cubículos o tiene que limpiar los vómitos de algún borracho trajeado…
… O jugando a atraparse mutuamente las sombras con un enfermo terminal relacionado con una de sus referentes cotidianas. O yendo en bicicleta en su tiempo libre y en su coche en el muy ocupado con sus estrechos espacios.
Cubículos, centros donde se desarrolla su actividad, donde alguien va dejando notas a las que él va respondiendo. Notas que finalizarán con un GRACIAS y cuyo contenido no se muestra.
Este hombre, cuya voz apenas si oímos en la primera parte del metraje, tuvo otra vida años ha. Otra vida y otros recuerdos que exorciza con las benditas rutinas ya descritas, que pueblan sus días que parecen idénticos, pero que no lo son…
… Hasta que su existencia anterior se hace presente y no se harán spoilers.
Coproducción entre Japón y Almania, fechada en 2023, de 124 minutos de metraje. Escrita, junto a Takuma Takasaki, y dirigida por el guionista, productor, actor y cineasta alemán, de la cosecha del 45, Wim Wenders, al que no hace falta presentar y que ha dado títulos tan notables como ‘Alicia en las ciudades’ (1974), ‘En el curso del tiempo’ (1976), ‘El amigo americano’ (1977), ‘París, Texas’ (1984) o ‘Cielo sobre Berlín’ (1987), por no alargarnos demasiado, junto a otros olvidables en los últimos tiempos.
Su delicada fotografía la firma Franz Lustig y destacar, entre un cuidado e idóneo reparto, al inmenso protagonista Koji Yakusho, quien ganó muy merecidamente el Premio al Mejor Actor en Cannes. Es candidata por Japón, entre otras distinciones por las Asociaciones de la Crítica estadounidense, a la Mejor Película Internacional. Todos los reconocimientos le son debidos.
La debatiremos en la próxima sesión de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra del MIÉRCOLES, 7 DE FEBRERO, A LAS 19.30, EN CASA DEL LIBRO VELÁZQUEZ. VÉANLA CUANTO ANTES.
No se pierdan esta hermosa, emocionante, contenida, intensa y delicada película. NO SE LA PIERDAN BAJO NINGÚN CONCEPTO.
Escrito queda.