SEFF 2024, 21 edición. Sección Oficial: ‘Fario’: Léo y el río

Primera película del Festival, primera de la SOF y primera tras la cámara de la guionista y cineasta Lucie Prost, cuya cosecha ignora esta firmante. Una mirada de mujer, por cierto, bastante madura pese a que a veces pudiera parecer dispersa, dados sus cambios de tono y de ritmo.

Pero en realidad se trata de contextualizar con esta narrativa, acompañada de una puesta en escena hermosa, elíptica, delicada y elegante, a su protagonista, el Léo del título, un joven ingeniero francés afincado en Berlín que vuelve a su pueblo natal, para vender las tierras de su difunto padre.

Que vuelve a su pueblo natal para reencontrarse con su madre, una mujer vitalista, que está rehaciendo su vida personal y familiar, con su hermana pequeña, una niña muy inteligente que le adora, con sus amig@s de la infancia, con la estupenda chica de la que se enamoró y… con los fantasmas del pasado.

Lo que iba a ser un mero trámite de firma para la cesión de su herencia paterna, por intermediación de la alcaldesa, a una poderosa explotación minera que está contaminando el hermoso paisaje, la fauna y la flora de su tierra…

… Se convierte en una catarsis emocional que deja en carne viva las heridas de la trágica muerte de su progenitor, de la que fue testigo y de las que ha intentado huir a base de fiestas, alcohol y sustancias ilegales, singularmente la cocaína.

Una catarsis que le provoca ataques de ansiedad de los que, insomne, busca calmarse en el río de su infancia. Pero las aguas, y sus habitantes las truchas cuyo comportamiento está cambiando, le devuelven la conciencia radical del daño que les están haciendo al ecosistema en el que habitan.

A partir de ahí, ayudado por la chica aludida que trabaja en un laboratorio, investiga, busca muestras y entre ambos encuentran con el veneno que está asesinando a estas criaturas tímidas y escurridizas tan codiciadas, ay, por quienes gustan de alimentarse con ellas.

Toda esta búsqueda clandestina del delito ecológico, unida al contexto familiar, social, afectivo y amistoso del atormentado personaje central, nos es narrada muy bien por la directora.

Sin transgresiones formales, pero con una complejidad, sólo aparentemente ligera, en la que la aceptación del otro-a, y sus circunstancias, siempre está presente. No se trata de un drama rural al uso, en absoluto, por la gente nada convencional que nos muestra.

Una mirada de mujer también sobre un varón cuya masculinidad está en crisis convulsa, que se manifiesta por una incapacidad fisiológica, rodeado de otros y otras mujeres que le quieren y le aceptan como es.

Una mirada de mujer ecologista pero, ay, no tanto animalista. Puesto que nos enseña, de forma muy leve, la existencia de las vacas en una granja, pastando libres pero encajonadas y sometidas a un ordeño artificial. Además de las truchas ya mencionadas.

Producción francesa, fechada, como es de recibo en un Certamen como este, en el año en curso, de 90 minutos de metraje. La escribe asímismo Lucie Prost, junto a Alain Layrac y Nathalie Saugeon.

Su excelente fotografía, de espacios urbanos, entornos domésticos y paisajes naturales, en peligro de explotación, cuya belleza corta el aliento se debe a Thomas Favel. Y su banda sonora, que sabe modular la historia, está firmada por Pierre Desprats.

Del sólido y solvente reparto coral, destacar a un estupendo Finnegan Oldfield, muy bien acompañado por Megan Northam.

Una película más que digna, que merece ser vista, de una cineasta a seguir.

Escrito queda.

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