Festival de Cine Europeo : Puntos de vista VIII

A la espera del Palmarés – que se conocerá mañana – hoy se han visto las dos últimas películas de la Sección Oficial. A saber, la rusa ‘Silent souls’, de Aleksei Fedorchenko y la holandesa ‘The happy housewife’, de Antoinette Beumer.

La rusa es una especie de docudrama sobre la sobre la cultura merja, en vías de extinción. Sigue a dos amigos, empleado y patrón, que se dirigen a enterrar – con el cadáver en el coche, tras haberla amortajado de una manera harto heterodoxa – por los rituales que les son propios, a la joven esposa del segundo, éste mucho mayor que ella. Desconocemos los motivos de la repentina muerte de la mujer, no se mencionan. En el trayecto, el viudo revela- como parte de su duelo , y los vemos en pantalla -algunos aspectos inquietantes de su vida conyugal en los que él dirigía, ante la pasividad o sumisión de ella, prácticas sexuales digamos poco ortodoxas.

El cronista de esta historia y de las singularidades de las costumbres e idiosincrasias merjas es, precisamente, el amigo y empleado – en cierto modo, alter ego del director, que dedica la cinta a sus padres – que sentía y era correspondido una atracción platónica por la fallecida.

Tales apuntes de la sinopsis del filme pueden sugerir una trama pasional. Nada más lejos de la realidad. Su ritmo es moroso, a veces de una lentitud exasperante . La voz en off del cronista citado forma parte del entramado dramático. De hecho, lo conduce. Ninguna imagen o personaje cuestiona lo narrado. No sólo hechos interpretables en sí mismos, sino sentimientos y emociones. La peculiaridad de algunas de sus escenas y protagonistas, no la redime de esa trampa insidiosa.

La expectativa depositadas en ‘ The happy housewife’ quedaron frustradas tras un comienzo prometedor en el que una azafata con una vida conyugal y laboral más que satisfactoria, ve tambalearse todo su mundo ante un embarazo y la llegada de un hijo deseado… por su marido. Cuestionar la maternidad con todas sus cargas y pesadumbres – además, en clave adulta e irónica – supone un hecho transgresor. Pero la realizadora lo convierte penosamente en el resultado de una seria enajenación mental de la protagonista y desvía él tema hacia la reivindicación de la figura paterna. Para colmo de males, la internan en un centro psiquiátrico y eso da pie a todos los excesos y clichés. Estos tulipanes holandeses están siendo cualquier cosa menos salvajes. Lástima.

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