Imaginemos que un Cardenal es elegido Pontífice, tras varias votaciones, por una mayoría aplastante. Que en la Plaza de San Pedro cientos de miles de fieles, religios@s y seglares de todo el llamado orbe cristiano están a la espera, junto a representantes de los principales medios de comunicación nacionales e internacionales, de la confirmación de la noticia. Que todas estas personas estallan de júbilo cuando se hace visible la fumata blanca. Que se produce el climax colectivo cuando se anuncian la presencia y las primeras palabras del Sucesor de San Pedro. Y entonces…
Entonces al recién llegado a tal honor le da un ataque de ansiedad y decide no presentarse ante la multitud expectante, que no conoce aún ni su nombre, ni su aspecto, y que queda tan frustrada y atónita como el resto de la Curia. Dicha Curia decide entonces llamar a un célebre psicoanalista, el propio realizador, ateo por más señas, que entrevista a su Santidad sin demasiado éxito, dadas las circunstancias. Y entonces esta Persona Sagrada decide tomarse un respiro durante unos días, disfrutando de su anonimato civil por una Roma desconocida para él y hacerse analizar- esta vez, privadamente- por la ex del profesional citado. Mientras, en el Vaticano se mantiene una farsa y Sus Ilustrísimas se dedican al deporte…
Nanni Moretti dirige, produce, interpreta y coescribe tan peculiar aproximación a la más alta jerarquía religiosa, con su ironía y corrosividad habituales. El humor y la acidez desde los que contempla y nos hace ver las interioridades más solemnes y al tiempo, por decirlo así, más domésticas del Cardenalato y del Papado destila sus mejores virtudes en la irresistible primera parte de la película. Luego, se le ha reprochado, pierde algo de fuelle y vagabundea, como su propio protagonista, un inmenso Michel Piccoli, sin rumbo fijo, tan perdido como receptivo a lo que el azar le va deparando en su pequeña escapada.
Y es cierto que el ritmo decae y que opta por una mirada empática y comprensiva, respetuosa a la par que distante, con ese anciano digno y honesto, lleno de dudas y abrumado por el peso de la púrpura. Opta por esta mirada, pues, en lugar de la más irreverente e impía, nunca mejor dicho en este caso. Pero, paradójicamente, tal opción añade un plus de ternura y sensibilidad, de complicidad inteligente con ese Bartleby papal que prefirió no hacerlo.
Esta no me la pierdo… me encanta Nanni Moretti y la pelí aunque no sea redonda creo que me gustará seguro.
Estupenda crítica si señora.
Un besito a ambas de la cítrica Mandarina 😉
Gracias, guapísima. Esta es vuestra casa, para compartir o discrepar sobre las películas. Ya ves que a mí me ha gustado mucho y te la recomiendo. Besos.