‘¿ Y si vivimos todos juntos?’: Los estatutos del tiempo

Ha habido diferentes aproximaciones fílmicas al tema de la edad, de la llamada tercera edad o, sin ambages, de la vejez humana. Y algunas de ellas las hemos consignado en este blog. Como las notables ‘Lola’, de Brillante Mendoza, ‘Poesía’, de Lee Chang-dong o ‘Another year’, de Mike Leigh. Franco-filipina, coreana y británica, respectivamente. O, la más banal, francesa, de Julie Gavras, ‘Tres veces veinte años’ o el largo de animación español, ‘Arrugas’, de Ignacio Ferreras. Es ahora el francés Stéphane Robelin el que dirige y escribe esta producción franco-germana sobre el tema, su segundo largometraje.

Cinco amig@s septuagenari@s, dos parejas y un soltero  impenitente. Solventes e ilustrad@s, intentan disfrutar al máximo el día a día con independencia y optimismo. Pero cuando les  acechan  impedimentos físicos y mentales, rehúsan resignarse a terminar en una residencia y deciden, contra la lógica imperante y contra el parecer de sus familias, compartir una casa juntos. Aunque contratarán a un joven estudiante para que les ayude y, de paso, llegue a escribir una tesis sobre la ancianidad en Europa.

Narrada en clave de comedia, aunque el toque amargo no esté ausente, tiene el acierto de situar a estas personas llenas de energía ante los odiosos límites que les impone a sus organismos el paso del tiempo. Y ante la opción creativa, atípica y solidaria de intentar paliarlos en la convivencia común. Asímismo, nos muestra sus deseos carnales, sus pulsiones eróticas, sus prácticas sexuales, de una forma desenfadada y divertida. Sobre todo, acierta con un reparto tan cohesionado y cómplice como excelente bajo los rostros de Jane Fonda, Geraldine Chaplin, Guy Bedos, Claude Rich y Pierre Richard, a los que se suma el siempre ajustado Daniel Brühl.

Pese a todo ello, no puede eludir lugares comunes, ni una sentimentalidad que roza el tópico más de lo que debería. Las dos mujeres, presumiblemente fuertes, están definidas fundamentalmente por sus relaciones con los hombres del grupo. Ambas, a la postre, sumisas y una de ellas bastante sometida a su malhumorado marido. El sacrificio se conjuga en femenino y el hedonismo en masculino. Rematadamente burguesa, le falta  honradez al eludir la visión de una ancianidad menos privilegiada y resultona, aún por contraste. El personaje de Brühl no suma, resta. Las comedias, cuanto más críticas y corrosivas mejor,  como nos enseñaron los maestros del género. Esta no es ni una cosa, ni la otra. Zumbona, a lo sumo.

El buenrollismo que destila, incluso en los momentos más dramáticos, es un arma de doble filo que, por un lado, se agradece y por el otro nos hace añorar el lado oscuro de esos «estatutos del tiempo con sus bochornos» a los que maldijo cantando Violeta Parra o el divertido cinismo de  Woody Allen, «la vejez no tiene ningún interés».

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