‘Elefante blanco’: Los renglones torcidos de Dios

El realizador, guionista y productor argentino Pablo Trapero ha demostrado sobradamente que gusta del riesgo en fondo y forma. Ahí están algunos de sus títulos para demostrarlo. A saber, ‘Leonera’, ‘Mundo grúa’ o ‘Carancho’. Tales cintas muestran también su inequívoco compromiso con l@s desposeíd@s y su visibilización de los aspectos más ingratos y ásperos de la sociedad de su país. Una aproximación la suya drásticamente diferenciada con la de la mayoría de los cineastas porteños, que prefieren factura, contenidos, narrativas y enfoques mucho más convencionales y clásicos.

En ‘Elefante blanco’, la historia sigue a dos sacerdotes, uno nativo y el otro de origen belga, que sobreviven a un grave atentado en Centroamérica y, llevados por su irrenunciable vínculo con los desheredados, se establecen en una de las más peligrosas y paupérrimas barriadas de Buenos Aires, vivero de traficantes, delincuentes de todo tipo, toxicómanos y mafiosos, pero también de gente a la que la vida le arrebató todo cuanto poseían. Pretenden al tiempo que evangelizar a sus habitantes, rescatarles de las garras de las drogas y de sus mercaderes y mejorar la calidad del infernal entorno construyendo viviendas dignas presuntamente subvencionadas por el Obispado local. Cuentan para tan ímproba tarea con la inestimable ayuda de una generosa y solidaria trabajadora social, muy implicada con la causa.

El ojo de la cámara de Trapero nos introduce, sin anestesia ni paliativos, en el submundo de la miseria más atroz, en las cloacas ocultas de la urbe donde no hay ni techo, ni ley. Donde las llamémoslas casas, irónicamente apodadas villas, son poco más que agujeros identificados por números tras puertas de chapa y latón. Pero donde hay clases, clanes y sangrientas luchas de poder. Donde no hay futuro, ni presente para nadie. Donde nadie, salvo sus vecinos y unos cuantos valientes, osa aventurarse. Pero también en la lucha cotidiana por dignificar un barrio salvaje lleno de buena gente al límite que espera, contra toda esperanza, que le devuelvan su perdida condición de personas.

Y lo hace con esa árida potencia visual que le caracteriza, y lo hace sin paños calientes ni concesiones,  con una inmersión oscura y salvaje en unas formas de vivir y morir tan invisibles como reales. Sin moralizar, ni predicar. Al lado de l@s oprimid@s. Junto a esos curas tan atípicos que entienden el apostolado de otra manera. Que sufren, aman, luchan y mueren de otra manera. Que se confrontan con una jerarquía eclesiástica a la que ciertas versiones de la condición humana les resultan distantes y ajenas. Y lo hace honesta y brutalmente, con buen pulso, llenando la pantalla de negrura y credibilidad.  Y lo hace con un reparto no profesional de habitantes de tales pesadillas ciudadanas y con un trío protagonista entregado y solvente. Jérémie Renier, Martina Gusman y el gran Ricardo Darín. Chapeau.

2 Respuestas a “‘Elefante blanco’: Los renglones torcidos de Dios

  1. ¡¡Uff, qué ganas de verla!!, y es que después de ver ‘Leonera’ y especialmente su espléndida ‘Carancho’ a Pablo Trapero lo tengo en seguimiento. 😛

    Hoy toca ración de murciélago aunque sinceramente no me espero mucho de la última entrega, ya que incluso su alabada ‘El caballero oscuro’, no me pareció nada de otro mundo. A ver.

    Saludos. Jesús.

  2. Ya me comentarás, Jesús, qué te ha parecido… Dentro de poco, publicaré la crítica de ‘El caballero…. Y no te adelanto nada. Nada de spoilers. Un abrazo.

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