Estamos ante una preciosa mansión de la campiña inglesa en la que un matrimonio, ataviado con sus mejores galas, y sus tres hijos varones – el mayor y dos gemelos igualmente bien vestidos – son los anfitriones de una aparentemente lujosa cena de Nochebuena.
A este grupo familiar se le unirán otras tres parejas también sofisticadas y elegantes, amigas y compañeras de estudios: una lésbica interracial, otra heterosexual interracial y otra – blanca ella, blanco él, como la dueña y el dueño de la casa – con una niña retratada como repelente y odiada por tod@s y su también antipática, y retratada como dominante con su manso cónyuge, madre.
Este es el único, aunque no menor, punto negro que esta firmante le ha encontrado a ‘Silent Night’. Su visión tan esquemática y misógina de esa esposa y progenitora y de su hija, aunque luego el desarrollo de los acontecimientos vaya matizandolo. Duele aún más cuando, como en este caso, hay una mujer tras la cámara.
Tras los reencuentros y charlas irónicas, cínicas o intrascendentes, recordando tiempos pasados – que habrán perdido los matices tan británicos con el doblaje, pues tristemente sólo se ha exhibido en el Nervión, en una única sesión y sin opciones de vose, durante una semana – se pasa a la mesa muy bien decorada, pero con una llamativa escasez de platos y alimentos…
Es entonces, y sólo entonces, cuando se nos revela el drama que se esconde tras una apariencia de normalidad forzosa y tras tantas frivolidad y alegría impostadas. Ocurre que esa noche tan especial será la última cena para tod@s ell@s, adult@s y menores.
Porque un gas venenoso está atacando ferozmente al planeta aniquilando toda vida que encuentra a su paso de la manera más dolorosa y terrible. Ese enemigo acecha la casa y se hará presente por la mañana siguiente.
Así que, por consejo de los gobiernos y del británico a la cabeza – que excluye de tan compasiva, por llamarla de alguna manera, «eutanasia» a sin techo e «ilegales»… – se le ha proporcionado a la ciudadanía una píldora que les hará dormir irreversiblemente. Pero no tod@s están de acuerdo con dicha alternativa y…
La guionista y cineasta inglesa Camille Griffin debuta en el largometraje con esta singular y notable historia, que combina con inteligencia el dulzor inherente a estas fiestas, en las que nos encontramos cuando se escriben estas líneas, con el terror apocalíptico.
Escrita por ella antes de la pandemia, es una producción británica de 90 minutos de metraje, muy bien fotografiada, efectos especiales incluídos, por Sam Renton y con una banda sonora que subraya como debe lo narrado, que firma Lorne Balfe.
Y con un reparto solvente, que muestra con lucidez la crispación contenida de sus personajes, en el que destacar a Keira Knightley, Matthew Goode y los hermanos Roman, Gilby y Hardy Griffin Davies, hijos de la realizadora.
Singularmente el primero que compone una voz crítica y disidente, que cuestiona las directrices del poder, también el familiar, poniendo el acento en la devastación que ha provocado la especie llamada humana, que hace que la Tierra se rebele con su aniquilación.
Mejor Guion en Sitges, he aquí una propuesta tan aterradora como irónica, tan cínica como trágica, tan brillante como oscura, tan dramática aunque no exenta de humor y tan apocalíptica como a ras de un planeta maltratado que puede rebelarse cuando menos se lo espere. Y con ese final tan desasosegante y abierto…
Esperemos que alguna plataforma la incluya entre sus ofertas. En cualquier caso, háganse con ella.