Archivo mensual: diciembre 2011

‘Drive’ : Corredor sin retorno

Como ya ocurriera en pretéritas y muy distinguidas décadas hollywoodenses, son directores europeos los que están renovando géneros clásicos del cine norteamericano o deparando una mirada diferente a la Historia del Cine. Véanse la glosada en este blog, ‘The artist’, o la brillante y singular mixtura entre western, negro y thriller con la que nos deslumbra el danés Nicolas Winding Refn, cuya, al parecer, muy interesante filmografía anterior permanece lamentablemente inédita en este país. Se ha visto únicamente en algunos Certámenes tales como Sitges o Gijón. Esta ‘Drive’ es su primera incursión en el cine norteamericano.

Un solitario y lacónico joven, que posee un talento para conducir poco común, lleva una doble vida en Los Angeles. Empleado en un taller de día, ocasional especialista en doblar escenas peligrosas al volante, cubre de noche la huída de atracadores y delincuentes tras perpetrar sus fechorías. De hecho, la película tiene un espectacular y adrenalínico arranque describiendo la manera en la que tras una persecución, incluso por aire, logra burlar a la policía y poner a salvo a sus clientes. Trabaja con sus propias normas, una de las cuales es no ir armado, y aparentemente tiene su vida bajo control. Pero entonces la propuesta de su jefe y amigo de un negocio con socios peligorosos y el encuentro con una joven vecina y su hijo darán al traste con todas sus previsiones…

El realizador sitúa a este antihéroe romántico, tan noble como hostil, tan generoso como implacable, tan inexpresivo como intenso, tan comedido como brutal, en un Los Angeles icónico, repleto de luces, colores, autopistas, bares, callejones, colmenas urbanas e impersonales, de riesgos y asechanzas y… de coches. Una urbe tan publicitada como áspera, elemento clave de una historia en cuya puesta en escena y paradigmáticas canciones y banda sonora se ha visto un homenaje al cine de los ochenta, con ecos del estilo de Michael Mann. Puede que sí, pero hay mucho más.

Hay una vocación de estilo al servicio del tempo y de la progresiva y gradual violencia dura, seca, cortante del relato que se muestra en toda su sangrienta y a veces inesperada crudeza. Hay un lirismo del lado oscuro, de afectos y lealtades conmovedores y sorprendentes. Hay una visión caleidoscópica, certera y compleja, de una historia y unos personajes que pudieron ser unidimensionales y tramposos en otras manos.

Hay un reparto impecable que se entrega a fondo. Hay un Ryan Gossling, uno de los hombres del año, doblemente nominado a los Globos de Oro en las modalidades de drama y comedia. Hay una Carey Mulligan tan expresiva en sus silencios y miradas. Hay un Albert Brooks excepcional e inédito en este registro. Hay buenos y creibles secundarios que le dan densidad y verosimilitud. Hay un equipo técnico de chapeau. Hay un responsable tras la cámara, que mima y cree en lo que cuenta y además lo hace muy bien. Hay un sentido trágico de la vida y del destino en ese corredor sin retorno viajando hacia ninguna parte.

‘El topo’: Subterráneos

Tomas Alfredson, realizador sueco firmante de la notable ‘Déjame entrar’, cambia de registro con esta adaptación fílmica de la famosa novela de John le Carré,’ Calderero, sastre, soldado, espía’, que coproducen el Reino Unido, Francia y Alemania. El autor del libro- que conoció también una serie televisiva protagonizada por Alec Guinness- quien no ha participado en el guión, ha declarado sentirse muy satisfecho con los resultados de esta versión, tan diferente como complementaria a la citada.

De entrada, el realizador renuncia a cualquier concesión al formato, enfoque y textura de las películas del género al uso. Ambientada, como es sabido, en los años setenta, en plena guerra fría y con los servicios de inteligencia británicos y rusos rivalizando por obtener el máximo provecho posible de los datos y actividades del bando contrario, se centra en la investigación para descubrir al traidor o doble agente inglés. La trama, muy compleja, condensa en dos horas de metraje las más de trescientas páginas de la obra y resuelve en flashs backs los acontecimientos que generaron el cisma en el sancta sanctorum del espionaje del país y en sus principales nombres propios, encabezados por el emblemático George Smiley, hasta desembocar en la resolución del enigma.

La puesta en escena es estilizada, con una gelidez casi abstracta en su manera de encarar tan denso material narrativo y una concisión que afecta a la inteligibilidad del relato. Lo que, paradójicamente, lo enriquece al aportarle puntos de vista diversos, observaciones sutiles sobre los sospechosos, por decirlo así, y sus interrelaciones mutuas y con su oficina particular, el Circus. No permite un acercamiento sentimental o empático a los personajes, aún cuando tampoco renuncia, al contrario, a mostrarlos en sus juegos de poder, de sospechas mutuas, de debilidades afectivas, de lazos fuertes y secretos, de pasiones y lealtades prohibidas… Pero lo hace desde la distancia del observador, desde la mirada que va encajando las piezas del puzzle a base de subtramas, subtextos, en lo que nos revelan gestos, actitudes, escenarios, ambientes, presencias y ausencias.

El lujoso reparto da lo mejor en unas interpretaciones tanto más difíciles cuanto menos concesiones hacen a la emotividad. Resulta injusto no mencionarlos a todos, masculino plural, con una honrosa excepción. Pero ahí están la elegancia, el buen hacer, la prestancia de Kathy Burke, John Hurt, Tom Hardy, Mark Strong, Benedict Cumberbatch, tan alejado aquí de su composición en ‘Sherlock’, desde luego un conmovedor Colin Firth y un inquietante Gary Oldman. Un staff con el que cualquier Ejecutivo querría contar, cuyos encuentros y desencuentros formales y subterráneos subraya, con su habitual talento, la banda sonora de Alberto Iglesias.

Lo mejor, l@s mejores de 2011. A modo de resumen…

A estas alturas del calendario, no está de más hacer balance del año cinematográfico que está a punto de terminar. Haremos, pues, un recorrido mensual de lo que la oferta fílmica nos deparó y de aquellas interpretaciones más destacadas entre las películas y los repartos de las diferentes nacionalidades y continentes glosadas en el blog. Desde quien esto firma, están todas las que son, aunque no pueda afirmarse que la lista sea completa pues se nos ha quedado buen cine inédito y no siempre ha sido posible abarcar todos los estrenos. Excusas por adelantado.

En enero, la imperfecta pero valiente y conmovedora, ‘Más allá de la vida’, de Clint Eastwood, su primera incursión en el fantástico con tintes sobrenaturales, nos confirmó que Matt Damon funciona cada vez mejor como actor. Tuvimos también ocasión de ver a la triunfadora en los Oscars, la brillante ‘El discurso del rey’, de Tom Hooper, con un reparto de lujo y en su mejor forma. Se llevó la estatuilla en justicia Colin Firth, pero se obviaron las notables composiciones de Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter, ambos nominados.

Febrero nos trajo las crueles oscuridades de la desasosegante ‘Cisne negro’, de Darren Aronofsky, que le deparó el Oscar a una excelsa Natalie Portman, de ‘Winter´s bones’, de Debra Granik, tan dura como desesperada, con el descubrimiento de la excelente Jennifer Lawrence y el perverso tándem de Quim Monzó y Ventura Pons en la corrosiva ‘Mil cretinos’.

En marzo, destacamos a la demoledora cinta franco-canadiense ‘Incendies’, de Denis Villeneuve con una Lubna Azabal en plena forma y en abril el festín cinéfilo con la deliciosa ‘El último verano’, del maestro Jacques Rivette con dos grandes protagonistas como Jane Birkin y Sergio Castellito y la implacable radiografía del germen y causantes de la crisis que nos azota, el documental ‘Inside job’, de Charles Ferguson. Y mayo nos regaló una sorpresa argentina, ‘Rompecabezas’, de Natalia Smirnoff y una de las películas españolas del año, la cruda, elíptica e insobornable mirada al lado más oscuro del corazón, ‘No tengas miedo’, de Montxo Armendáriz, con una superlativa Michelle Jenner, a quien todos los reconocimientos le son debidos y que no tiene competencia, con permiso de María León, para el Goya a la Actriz Revelación.

En junio las transgresoras y maestras ‘Lola’, del filipino Brillante Mendoza, una desoladora radiografía de la miseria en la carne de dos ancianas, la joya delicada y fantástica del gran Oliveira, ‘El extraño caso de Angélica’ y la lírica y nostálgica ‘Mademoiselle Chambon’, del francés Stéphane Brizé. En el sofocante julio la encantadora, con ciertos reparos, ‘Silencio de amor’, de Philippe Claudel y las singularidades de la estadounidense ‘Beginners’, de Mike Mills y de la argentina ‘Un cuento chino’, de Sebastián Borenztein, con el grandísimo Ricardo Darín. Y la aridez de agosto no fue tal gracias a la insobornable visión de ‘Una mujer en Africa’, de la francesa Claire Denis con otro recital interpretativo de la gran Isabelle Huppert y a la sorpresa sensible y animalista, mucho más que una superproducción al uso de ‘El origen del planeta de los simios’, de Rupert Wyatt, con un increíble Andy Serkis al servicio de otra especie y vengando la memoria de King Kong…

La rentrée de septiembre nos deparó la extraordinaria, inclasificable y polémica ‘El árbol de la vida’, de Terrence Malick, con el descubrimiento de una de las actrices del año, Jessica Chastain, a quien va a caerle una nominación al Oscar, bien por ésta o por ‘Criadas y señoras’, con la que ya es candidata al Globo de Oro a la Mejor Actriz de Reparo, otro plantel de actrices. Y el último e inquietante Urbizu, ‘No habrá paz para los malvados’ con un José Coronado oliendo a Goya. Y el apasionado contraste de pareceres que provocó, entre bodrio y obra maestra, Almodóvar con ‘La piel que habito’, en la que la unanimidad es destacar la extraordinaria interpretación de Elena Anaya, otra segura nominación al Goya.

Octubre nos deparó la sorpresa del thriller de terror de Jaume Balagueró,’Mientras duermes’, con un Luis Tosar tan intenso como perverso, a quien nuestra Academia de Cine va a tener muy en cuenta. Y la maravillosa ‘Another year’, de Mike Leigh con un reparto en estado de gracia en el que destacamos a Jim Broadbent, Lesley Manville o Ruth Sheen.

En cuanto a noviembre y a este mes en curso, la mayoría de las cintas reseñadas en el blog siguen en cartelera. Así, ‘Un dios salvaje’, ‘Melancolía’, ‘La conspiración’, ‘El niño de la bicicleta’, ‘Jane Eyre’, ‘The artist’… Y en ellas, Fassbender, Wright, Winslet, Foster, Dunst. Con sus ausencias involuntarias, lo mejor que ha dado de sí, en el terreno fílmico, 2011 ha sido consignado aquí.

‘The artist’: That´s entertainment…

He aquí una película francesa que está en todas las quinielas para optar a los  Oscars, que ha sido premiada por los Críticos de Nueva York y de Washington y seleccionada para los galardones independientes Spirit Awards, que cautivó en Cannes en donde Jean Dujardin consiguió con justicia el Premio al Mejor Actor, que en los Festivales de San Sebastián y Sevilla se hizo con los Premios del Público y de la EFA respectivamente y que supone un tributo, a la vez clásico y transgresor, desde sus propios códigos estéticos, a una época dorada e irrepetible de la Historia del Cine.

La filma, la adapta, la monta y la escribe, el actor, guionista y director galo Michel Hazanavicious, junto a un estupendo equipo técnico-artístico entre el que destacamos la ambientación, la dirección de arte, los efectos visuales y especiales, el vestuario, la magnífica fotografía en blanco y negro, de Guillaume Schiffman y la música de Ludovic Bource. En cuanto al reparto, de lujo, con pesos pesados como Malcom McDowell, John Goodman, Penelope Ann Miller o James Cromwell, destacar a los protagonistas Jean Dujardin y Bérénice Bejo.

Una cinta muda, en pleno siglo XXI, es toda una experiencia,  como ha enfatizado su autor. Con un metraje de cien minutos, sabe mantener el ritmo y el interés sin desmayos, ni altibajos. Con una estimulante mezcla de musical, drama y comedia, de cine dentro del cine y no sólo eso. Con ecos de, entre otras, ‘Ha nacido una estrella’ o ‘Cantando bajo la lluvia’. Con unos personajes muy bien trazados y mejor encarnados. Con agudas reflexiones sobre la fama, el ascenso y caída de una estrella, las veleidades y crueldades del público y la industria. Con una conmovedor romance, que sabe desafiar a los vaivenes del tiempo y del destino.

Una declaración de amor al cine. Un canto a la fábrica de sueños, sin eludir sus aristas más dolorosas y amargas. Un homenaje, no un plagio. Una vitalidad irresistible y efervescente. Un encanto que la recorre de principio a fin. Unas caracterizaciones impecables. Unas ternura, inocencia y sensibilidad, aliadas con  sentido del humor y agudas observaciones sobre el microcosmos lleno de glamour y miserias que retrata. Un perro adorable. Una puesta en escena estilizada y elegante. Una cinta culta, irónica, emocionante, nostálgica, lúcida y divertida sobre el celuloide silencioso y los comienzos del sonoro, sobre el Hollywood pionero, filmada con pasión e inteligencia por la cámara de un europeo.

‘La fuente de las mujeres’: Agua que no has de beber…

El rumano de origen judío, y afincado en Francia, Radu Mihaileanu, cuyas tres películas anteriores, ‘Vete y vive’, ‘El tren de la vida’ y ‘El concierto’, tuvieron una buena aceptación popular y crítica, estrena ahora esta exótica fábula ambientada «en algún lugar de Africa o en el mundo árabe», en la que traslada a una aldea dominada por un regimen teocrático opresor de las mujeres, los presupuestos de la revuelta de la ‘Lisístrata’, de Aristófanes.

Como sus antecesoras griegas, estas aldeanas deciden que la abstención sexual es el arma, en este caso, frente a la explotación de que son objeto por sus maridos, por los imanes y, en general, por todos los hombres de su pequeña comunidad. Ellas cargan con los trabajos más pesados como el, y de ahí el nombre de la cinta, ir a por y acarrear el agua que mana de una fuente situada en un sitio escarpado y de díficil acceso. Y lo tienen que hacer , sin importar su edad y condición, lo que provoca en las gestantes numerosos abortos y hasta la infertilidad. Además carecen de los más elementales derechos y están sometidas a la autoridad de los hombres.

La líder de la iniciativa es la joven esposa extranjera del maestro del pueblo, a quien éste le ha enseñado a leer y a escribir, pues la educación y la información les están vedadas tanto a ella como a sus compañeras de sexo. No resultará fácil, sin embargo, para ninguna y habrán de pagar un precio alto por su contestación al poder masculino dominante.

El realizador se ha tomado unos excesivos 120 minutos en contar esta historia, coproducción franco-italo-belga, en la que la simpatía por su enfoque pro-mujeres- y el retrato de la complicidad y solidaridad que entre ellas establecen- se combina con el rechazo a una narrativa dispersa, superficial, con tintes presuntamente antropológicos y que se quedan en folclóricos, sin un guión, que él mismo firma junto a Alain-Michel Blanc, minímamente sólido y consecuente en el que se acusan bajones de ritmo e interés.

Si a esto unimos la frivolidad y el esquematismo de algunos de sus planteamientos y personajes, dado el contexto en el que se desarrolla el relato, y el triunfalismo facilón y autocomplaciente de su desenlace… se puede concluir que es una cinta tan bienintencionada como fallida. Lo que añade una incomodidad a quien esto suscribe. Tan insidioso resulta, aunque la nobleza y la objetividad obliguen a ello, reseñar los méritos de una película misógina, como hacer constar los deméritos de un producto que avala y defiende la igualdad entre los sexos.

‘La conspiración’: Legalidad y justicia

Abraham Lincoln fue asesinado el 14 de abril de 1865, a la edad de 56 años, en Washington, mientras asistía a una representación teatral, por el actor John Wilkes Booth, quien pretendía asimismo acabar con las vidas del vicepresidente Andrew Johnson y del Secretario de Estado, William H. Seward. El responsable del primer magnicidio en la historia de su nación, fue abatido días más tarde y sus cómplices se entregaron, para ser juzgados y condenados a muerte. Dentro de la redada policial en busca de responsables en grado de cooperación, se detuvo tambíen a un grupo de correligionarios sudistas que solía reunirse con Booth en una pensión cuya propietaria, una mujer viuda llamada Mary Surratt, fue también arrestada junto a los antedichos.

‘La conspiración’ describe las irregularidades procesales que sufrieron los detenidos a manos de un Tribunal Militar sediento de venganza presidido por un juez implacable, encarnado con toda credibilidad y eficiencia por el gran Colm Meaney. Y se centra, sobre todo, en la defensa de la viuda antes citada, una excelente, sobria y conmovedora Robin Wright. Dicha defensa estuvo a cargo, paradójicamente, de un abogado y antiguo combatiente unionista, muy bien interpretado por James McAvoy.

Robert Redford contempla dicho proceso con la mirada honesta, defensora de los derechos civiles y consecuente que le caracteriza y que constituye una de sus señas de identidad como realizador. Aborda así este drama histórico en clave jurídico-política, con la decencia añadida de que defiende los derechos de quienes no lo hicieron con los de su víctima y de personas de cuyas ideas no puede sentirse más lejano. Como lo hace su protagonista, sin ir más lejos.

Y sabe hacernos partícipe de la tesitura moral del joven abogado y militar, unionista convencido, al recibir la propuesta de tal defensa, de su paulatino respeto por la viuda, de su indefensión ante un Jurado de uniforme, arbitrario y parcial, de sus dudas razonables sobre la culpabilidad de la mujer, de su progresivo aislamiento y rechazo por parte de una sociedad traumatizada, que le etiqueta como traidor a su causa por hacerse cargo del caso. De la poca ayuda que recibe de su clienta, empeñada en encubrir a un hijo que no está a la altura…

Se le ha reprochado a esta última propuesta del director un tratamiento plano y convencional de la historia y es cierto que resulta algo previsible su puesta en escena. Pero también lo es que está habitada por la emoción, por la dignidad, por la entrega de un reparto en estado de gracia en el que también disfrutamos de los inmensos Tom Wilkinson y Kevin Kline, que es un alegato contra el asesinato institucionalizado de la pena de muerte, contra los abusos de poder y del Poder, contra el lamentable abismo tantas veces existente entre la legalidad y la justicia.

‘Restless’ : La muerte os sienta tan bien…

Gus Van Sant tiene una filmografía intensa, contradictoria e irregular en la que, con excepciones, se muestra especialmente interesado en retratar el universo adolescente y juvenil, en sus vertientes más áridas y oscuras. Veánse ‘Drugstore cowboy’, ‘Elephant’ y ‘My own private Idaho’, para constatarlo. Siguiendo con esta temática, pero dentro de un registro más lírico, por así decirlo, estrena ahora ‘Restless’.

Chica en fase terminal, pero luciendo un aspecto luminoso y un estupendo ánimo, encuentra chico huérfano –  silencioso y huraño, a cargo de una tía, debido a la pérdida dramática de sus padres en un desgraciado accidente de tráfico- adicto a los entierros, y con un amigo-fantasma , en uno de ellos. Ni que decir tiene que, pese a la actitud huidiza inicial del joven, el romance entre ellos resultará inevitable. Un romance con fecha de caducidad de pocos meses por la extrema gravedad del diagnóstico de ella, pero en el que intentarán vivir al máximo sus inquietudes y aficiones, desdramatizando tal desenlace a corto plazo.

La mirada del realizador sobre estos chicos supuestamente frágiles, vulnerables y desvalidos y con fuertes defensas frente a la inclemente realidad, se desliza con una peculiar suavidad y juguetona ternura, tan evasiva como sorprendente en un hombre a quien no le tiembla la cámara al mostrar los abismos de la condición humana.

Resulta chocante que la expresión del dolor y la rabia contra un destino fatal esté ausente en casi todo el metraje, que le interesen más las peculiaridades indies de sus personajes, sus fantasmagorías que sus verdaderas emociones. Incluso ni siquiera se muestran contenidas, tan sólo se revelan en algún momento aislado. No es eso, no es eso…

Mía Wasikowska y Henry Hopper hacen lo que pueden por dotar de vida a unos protagonistas-clichés, sin densidad, ni intensidad alguna. Tan sólo habitados por una rebeldía de diseño, una ternura light y una necrofilia negadora del pathos final y de la pérdida irreparable.

‘Jane Eyre’: Gótico romántico

Charlotte Bronte escribió ‘Jane Eyre’ en 1847, cuando contaba 31 años y sólo le quedaban ocho más por vivir. De este bestseller de la época, y clásico intemporal por derecho propio, se han hecho más de diez adaptaciones al cine y a la televisión. Con directores tan notorios como Robert Stevenson, Delbert Mann o Franco Zeffirelli y encarnados por Joan Fontaine, Orson Welles, Susannah York, George C. Scott, Charlotte Gainsbourg o William Hurt.

La que acaba de estrenarse la firma el californiano Cary Fukunaga, cuya ópera prima ‘Sin nombre’ recibió las mejores críticas. Su guión está a cargo de Moira Buffini y cuenta con un reparto distinguido entre el que destacamos a Jamie Bell, a la gran Judi Dench y a los personajes centrales bajo los rasgos de Michael Fassbender y Mia Wasikowska, quienes tienen otras dos cintas en cartelera. El, la ya comentada en el blog, ‘Un método peligroso’, de David Cronenberg y ella, ‘Restless’, de Gus Van Sant.

La historia gótico-romántica de la huérfana cruelmente tratada por sus parientes y enviada a un odioso internado – por cierto, institución inspirada en la que llevaron a las hermanas Bronte a la muerte de su madre, y cuyas terribles condiciones y trato cruel provocó que contrajeran la tuberculosis, que acabaría con sus vidas a edades muy tempranas – del que sale convertida en institutriz y de ahí a un encuentro tan decisivo como espinoso… Esta conocida historia, pues, ha sido objeto en este caso de un tratamiento de guión más fiel al libro, con un enfoque circular y un recurso a los flashbacks, para ofrecer un más amplio panorama de las vivencias del personaje central al margen de su estancia en la mansión de Thornfield.

Esta fidelidad a la letra de la novela debilita paradójicamente a su espítitu, pues la convierte en más dispersa y hace que en ocasiones el ritmo decaiga. Así, pasan desapercibidos pasajes intensos y diálogos reivindicativos de las ansias de libertad de su protagonista, constreñida en razón de su sexo y de la época que le tocó vivir. Una puesta en escena tan correcta como fría para un relato apasionado e incandescente, tan lírico como oscuro, tan poético como atroz, tan inocente como perverso.

Tan sólo se atisba la personalidad doliente y arrolladora de Jane Eyre en la magnífica actriz que la interpreta de niña. La Wasikowska, en cambio, pocas veces da la talla y los matices. Le falta un hervor interpretativo, le viene grande el personaje. En cambio, Fassbender… es uno de los mejores actores de su generación y él si sabe componer poderosamente al desdichado y magnético Rochester.

‘Un metodo peligroso’: Elemental, Dr. Freud

El ciudadano canadiense David Cronenberg, de profesión cineasta y cronológicamente sexagenario, no deja a nadie indiferente con sus historias fílmicas, ni con su manera de abordarlas. Wikipedia le describe como interesado en el «horror corporal», en «los miedos humanos ante la transformación física y la infección». Pero también en los terrores psicológicos… Ha declarado que sus películas deberían ser vistas » desde el punto de vista de la enfermedad». Ahí están algunos títulos de su filmografía para suscribir tales asertos, ‘La mosca’, ‘Spider’, ‘Inseparables’… Y ahora, ‘Un método peligroso’.

Basada en una novela de John Kerr y en la obra teatral derivada de ella, de Christopher Hampton, quien también es firmante del guión, sigue las vicisitudes afectivas, eróticas, patológicas, intelectuales y creativas que ,en menor o mayor medida, afectaron a  Freud, Jung y Sabina Spielrein en los años previos a la I Guerra Mundial. En el caso de la esta última, además, fue la primera de su sexo en formar parte de una Asociación de Psicoanálisis e inspiró al médico vienés el concepto de la  pulsión destructiva, conocida luego como tánatos.

El realizador enfoca la historia de una forma respetuosa y contenida, sobria, casi académica, pese a sus muchas aristas oscuras y la relación tan perversa, en el sentido más freudiano del término, que se establece entre el transgresor Jung, magnífico Michael Fassbender, y la atormentada e inteligente Speilrein, excesiva y sobreactuada Keira Knigtley. Entre cada uno de ellos, a su vez, con un carismático Freud, excelente Viggo Mortensen, en su tercera colaboración con el director. Entre el mentor y el discípulo favorito, que salió rebelde… Entre la amante y el maestro. Entre las distintas maneras de enfocar la teoría y la praxis de una disciplina nueva y apasionante, que cambiaría para siempre la mirada de la especie humana sobre el mundo y sobre sí misma. Todo ello en una Europa en plena efervescencia intelectual y bajo la amenaza bélica.

Una película impecable e interesante, que hubiera debido ser más pasional e intensa. Más atormentada, como los desarreglos que describe, aún con la presencia y el personaje tan turbio y vidrioso de Otto Gross, estupendo Vincent Cassel. Más osada en lo emocional, aunque resulte apasionante en el contraste de ideas entre los dos protagonistas masculinos. Más justa con un personaje femenino excepcional, mal visto y peor encarnado. El encuentro entre Cronenberg y los principios del psicoanálisis debió ser arrebatador y se quedó corto pese a sus turbulencias carnales y su honestidad intelectual.