Como ya ocurriera en pretéritas y muy distinguidas décadas hollywoodenses, son directores europeos los que están renovando géneros clásicos del cine norteamericano o deparando una mirada diferente a la Historia del Cine. Véanse la glosada en este blog, ‘The artist’, o la brillante y singular mixtura entre western, negro y thriller con la que nos deslumbra el danés Nicolas Winding Refn, cuya, al parecer, muy interesante filmografía anterior permanece lamentablemente inédita en este país. Se ha visto únicamente en algunos Certámenes tales como Sitges o Gijón. Esta ‘Drive’ es su primera incursión en el cine norteamericano.
Un solitario y lacónico joven, que posee un talento para conducir poco común, lleva una doble vida en Los Angeles. Empleado en un taller de día, ocasional especialista en doblar escenas peligrosas al volante, cubre de noche la huída de atracadores y delincuentes tras perpetrar sus fechorías. De hecho, la película tiene un espectacular y adrenalínico arranque describiendo la manera en la que tras una persecución, incluso por aire, logra burlar a la policía y poner a salvo a sus clientes. Trabaja con sus propias normas, una de las cuales es no ir armado, y aparentemente tiene su vida bajo control. Pero entonces la propuesta de su jefe y amigo de un negocio con socios peligorosos y el encuentro con una joven vecina y su hijo darán al traste con todas sus previsiones…
El realizador sitúa a este antihéroe romántico, tan noble como hostil, tan generoso como implacable, tan inexpresivo como intenso, tan comedido como brutal, en un Los Angeles icónico, repleto de luces, colores, autopistas, bares, callejones, colmenas urbanas e impersonales, de riesgos y asechanzas y… de coches. Una urbe tan publicitada como áspera, elemento clave de una historia en cuya puesta en escena y paradigmáticas canciones y banda sonora se ha visto un homenaje al cine de los ochenta, con ecos del estilo de Michael Mann. Puede que sí, pero hay mucho más.
Hay una vocación de estilo al servicio del tempo y de la progresiva y gradual violencia dura, seca, cortante del relato que se muestra en toda su sangrienta y a veces inesperada crudeza. Hay un lirismo del lado oscuro, de afectos y lealtades conmovedores y sorprendentes. Hay una visión caleidoscópica, certera y compleja, de una historia y unos personajes que pudieron ser unidimensionales y tramposos en otras manos.
Hay un reparto impecable que se entrega a fondo. Hay un Ryan Gossling, uno de los hombres del año, doblemente nominado a los Globos de Oro en las modalidades de drama y comedia. Hay una Carey Mulligan tan expresiva en sus silencios y miradas. Hay un Albert Brooks excepcional e inédito en este registro. Hay buenos y creibles secundarios que le dan densidad y verosimilitud. Hay un equipo técnico de chapeau. Hay un responsable tras la cámara, que mima y cree en lo que cuenta y además lo hace muy bien. Hay un sentido trágico de la vida y del destino en ese corredor sin retorno viajando hacia ninguna parte.