El octogenario cineasta japonés Yoji Yamada, cosecha del 31, es un realizador de prestigio, premiado y muy respetado en su país con una extensa filmografía en su haber, Entre ella, destacamos ‘Una familia de Tokio’, que ganó en 2013 la Espiga de Oro en la Seminci vallisoletana, cuyos ocho protagonistas han sido vueltos a reunir por su firmante en esta que nos ocupa, que, a su vez, tiene una continuación pendiente de estreno.
La historia sigue a una mujer que cumple años y se acerca, simultáneamente, a las bodas de oro de su matrimonio. Antes de la celebración con el clan familiar presente, la protagonista le pide el regalo del divorcio a su marido. A partir de ahí, se desatarán los conflictos en el seno de un peculiar grupo humano unido por lazos de sangre.
A saber, dos hijos y una hija, con sus respectivos cónyuges y, en uno de los casos, descendencia. Todos mostrarán sus demonios y casi sufrirán – salvo en el caso del menor- un insidioso efecto contagio con sus parejas. Si la relación de sus progenitores se tambalea, bien puede ocurrir lo mismo con las suyas. También tendrán ocasión de mostrar sus personalidades.
Basculando entre el drama y la comedia, entre la sátira y la crítica, entre el costumbrismo y el vodevil, dotada de un humor tan excéntrico como eficaz y filmada con el desaliño de una comedia televisiva barata tiene, sin embargo, lúcidas y corrosivas observaciones sobre la inicua servidumbre de la mujer en el marco de las relaciones conyugales.
De hecho, compone un devastador retrato del anciano patriarca, y de su miserable hijo mayor, oponiéndole al de una anciana digna, harta de ser la esclava doméstica de un déspota que la subestima y que disfruta en sus clases de creación literaria y en sus nuevas relaciones sociales. Solo que, tristemente, la conclusión no está a la altura. Es, por el contrario, tan convencional como demoledora en su sumisión a los peores clichés del género.
Después está su homenaje al maestro Ozu que ha levantado ampollas. Las comparaciones son odiosas, sí. Pero, pese a todo y por todo, esta producción – de 108 minutos de metraje, cuyo guión lo firman el propio Yamada y Emiko Hiramatsu, con una correcta banda sonora de Joe Hisaishi , una más bien deficiente fotografía de Shinji Chikamori y un reparto impecable – pródiga en aciertos y despropósitos, no es nada desdeñable.
Es una de las elegidas, además, para comentar en nuestra próxima tertulia del miércoles, 7 de junio. Y a fe que, para bien y-o para mal, tiene un debate. Compruébenlo viéndola.