Nos cuenta la imprescindible Wikipedia que el «sigilo sacramental, también llamado «secreto de arcano» es, en la Iglesia Católica, la obligación de no manifestar jamás lo sabido por confesión sacramental. El derecho natural lo supone y es de derecho divino, sin que la Iglesia tenga facultad para dispensar de él, ni aún muerto el penitente»
Dicha definición viene al caso porque en esta película que nos ocupa es uno de los ejes temáticos centrales. A saber, un monje italiano, excelente Toni Servillo, lo mejor del filme junto al perro, es invitado – durante el transcurso de una reunión de expert@s y mandatari@s del G8 en un precioso enclave de lujo en Alemania – por nada menos que el presidente del Fondo Monetario Internacional, muy bien interpretado por Daniel Auteuil, para que le confiese. Cuando al día siguiente, este último aparece muerto en extrañas circunstancias, las sospechas y las presiones recaen sobre el religioso al que intentan arrancar dicho secreto inviolable.
Producción italiana de 100 minutos de metraje, escrita y dirigida por Roberto Andó. La bellísima fotografía la firma Maurizio Calvesi y la excelente banda sonora se debe a Nicola Piovani. Tiene, aparte de los dos actores ya citados un reparto coral atractivo, que incluye a Connie Nielsen, Lambert Wilson o Marie-Josée Croze, lamentablemente desaprovechado. Tiene una factura impecable, un entorno majestuoso y una puesta en escena elegante, suntuosa y preciosista pero… vacía de contenido.
Mezcla más bien indigesta, y peor resuelta, de thriller, drama, crítica política y mensaje espiritual, por no decir moralista, intenta suplir – con una estética muy deudora, por cierto, del cine de Sorrentino – las enormes carencias del guión y los agujeros de una historia en la que la ampulosidad, las pretensiones y la trascendencia más huecas lo permean todo. Hasta el olvido de los personajes, tan mal dibujados en sus personalidades e interacciones, que devienen en meras caricaturas de sí mism@s.
Puestas así las cosas, la pelota está en sus tejados…
Totalmente de acuerdo, Carmen. Y desde luego Servillo y el perro, lo mejor… Un abrazo
Otro para ti, Enrique. Gracias siempre por tu generosidad.