Una multinacional, Esen, con 90.000 personas en plantilla, 800 en la sede donde transcurre la acción y 73 al cargo de la protagonista de esta película – producción francesa de 95 minutos de metraje, ópera prima de Nicolas Silhol, cosecha del 77, quien también escribe el guión junto a Nicolas Fleureau, cuya fotografía, tan adecuada al relato, la firma un tercer Nicolas de apellido Gaurin y cuya banda sonora, de la que podríamos decir otro tanto, se debe a Mike Kourtzer – una jefa de recursos humanos que recibe un siniestro encargo de su superior: hacerles la vida imposible a aquellos empleados de los que la empresa quiere deshacerse, para conseguir que renuncien. Hasta que uno de ellos se suicida en la propia oficina…
Con ecos de ‘Recursos humanos’, de Laurent Cantet y aún más de la española ‘La punta del iceberg’, otra interesante ópera prima de David Cánovas, guarda relación con la crítica al lado más oscuro y salvaje de un capitalismo , que deja demasiadas víctimas como los 35 empleados de France Télécom que se quitaron la vida entre 2008 y 2009, al no poder soportar el acoso y los abusos sufridos.
El realizador elige un tratamiento, y una puesta en escena, en los que la sobriedad, la gelidez y los tonos grises predominan. Lo opuesto al toque espectacular que hubiera sido la seña de identidad de cualquier producción norteamericana de similares características
. La mirada aquí es la de una mujer – excelente Céline Sallette – cómplice y ejecutora cínica de los designios de un jefe feroz – compuesto con elegancia por Lambert Wilson – que es despreciada por igual por subordinad@s y altos cargos cuando la tragedia ocurre. Una profesional adicta al trabajo, que se cambia en su propio vehículo antes de ir a la oficina.
Una ejecutiva cuya esfera personal la cubre su marido, que ha renunciado a un puesto en otra ciudad para atender al hogar y al hijo comunes, y cuya conmoción ante dicho drama se nos va mostrando sutil e implacablemente, hasta la inesperada complicidad con quien podría ser su peor enemiga, la inspectora de trabajo que investiga los hechos. En este camino, descubrirá que nada, ni algunas personas, son lo que parecen.
Hasta aquí puede leerse. No es una película redonda, pero sí un válido, pertinente, necesario y valioso retrato de un capitalismo inhumano y salvaje, que lleva a la explotación más inicua con los métodos más sofisticados y crueles de alienación y dominio, en los que los instrumentos de la tortura más refinada son precisa e irónicamente los llamados recursos humanos. Y también otro de una mujer diferente y más que atípica como instrumento de tales prácticas perversas. Una mujer capaz de lo peor y de lo mejor.
Véanla. Y háganlo cuanto antes. En la sesión de ayer, quien esto firma fue la única espectadora. Ya saben lo que eso significa…
Notable crítica, Carmen, como siempre. En este caso me parece que a ti te ha gustado un poco más que a mí, pero ya sabemos que siempre son bienvenidas las discrepancias, tan enriquecedoras, que en este caso, además, creo que son de matiz: en el fondo a ambos nos ha gustado la denuncia que se hace, aunque quizá en la forma sea donde podamos tener alguna diferencia, en cualquier caso no sustancial. Por cierto que el día que yo la ví, el 29 de este mes, también fui el único espectador, así que, efectivamente, hay que verla cuanto antes, porque tiene (literalmente) los días contados… Un abrazo.
Así es, Enrique. Cuestión de matices. Gracias de nuevo por tu generosidad y un fuerte abrazo.