Sí, tienen que venir a ver una película iraní diferente. Tienen que venir a ver una película iraní de acción, un thriller, un noir empapado de política aunque esta no se encuentre en primer plano. Tienen que venir a ver una película iraní donde aparecen, al menos, tres ciudadanos muy obesos.
Tienen que venir a ver una película iraní habitada por narcotraficantes, camellos, «mulas» y una multitud de toxicómanos – los 6,5 millones a los que alude el título original – adictos al crack.
Tienen que venir a ver una película iraní que nos muestra cómo los capos de la droga juegan fuerte sabiendo que la pena por posesión de esta, sea cual sea la cantidad es la muerte.
Tienen que venir a ver una película iraní cuya cámara nos introduce en los submundos más paupérrimos, y multitudinarios, del consumo y de la venta. Tienen que venir a ver esos poblados con gentes al límite de lo infrahumano, exhaustos y vencidos, contándose por miles entre basuras y tierra seca, también dentro de cilindros de cemento. Con mujeres, limpiando, cocinando…, y niñ@s como testigos.
Tienen que venir a ver esas persecuciones llenas de adrenalina y esas cárceles abarrotadas de hombres hacinados y calcinados por el calor. Tienen que venir a ver el cara a cara entre un policía seco y brutal, aunque complejo, y su pieza más codiciada un delincuente sensible y feroz.
Tienen que venir a ver una historia de amor imposible e interrumpida, pero viva en el sentimiento, a través de las declaraciones de él y de ella en diferentes momentos. Tienen que venir a ver los juegos de poder y las estrategias entre quienes están a un lado y otro de la ley, de esa ley de Teherán…, y con sus propios compañeros y cómplices.
Tienen que venir a ver el impío y brutal colofón de esa concatenación de hechos descritos que vertebran el relato. Tienen que venir a ver esa crítica tan indirecta como contundente a un regimen ajeno a los derechos humanos.
Tienen que venir a ver esta tercera película de un director joven, prestigioso y premiado, Saeed Roustayi, cosecha del 89, que se une felizmente a la casi inabarcable nómina de extraordinari@s cineastas de su país.
Tienen que venir a ver esta producción iraní, fechada en 2019, de 135 minutos de metraje, escrita por su propio realizador, espléndidamente fotografiada por Houman Behmanesh y con una trepidante banda sonora de Peyman Yazdanian. Tienen que venir a verla y disfrutar de su reparto coral en estado de gracia, pero con dos grandes protagonistas: un inmenso Navid Mohammadzadeh y un impecable Peyman Moaadi.
Lo escrito: tienen que venir a verla. No se la pierdan.