«A todos a quienes se les pudre antes el cerebro que el corazón’ es la impactante dedicatoria de esta demoledora y durísima película de la que es imposible salir indemne.
Una película que comienza con los títulos de créditos finales completos. Que en ellos también junto al nombre de la actriz y los dos actores protagonistas – aunque haya también algun@s secundari@s, la historia está centrada en los tres – aparecen sus fechas de nacimiento, así como la de su realizador.
Que también en el arranque vemos un video, en blanco y negro, de una jovencísima Françoise Hardy cantando el tema hermoso y cruel ‘Mon amie la rose’ sobre la fugacidad de nuestro tiempo en la tierra. Un tema pertinente como lo es recordar que la cantautora y actriz, que cuenta con 78 años, padece un cáncer terminal de laringe que le causa terribles sufrimientos y por el que ha pedido la eutanasia.
Una película que termina, a modo del cine clásico y pionero aunque no tenga nada que ver…, con la palabra FIN en blanco sobre negro. Una película que no hace concesiones y no aplica anestesia alguna.
Una película que parte de la historia de un matrimonio anciano – escritor aún en ejercicio y antigua doctora – en el que él tiene problemas cardíacos y ella padece alzheimer, que viven confinados en su espaciosa casa, en la que raramente coinciden, salvo por las compras de él en comercios del barrio o por las escapadas de ella que apenas si conoce a nadie ni sabe dónde está…
Una película en la que también se nos muestra a su hijo adicto, que tiene una pareja en similares condiciones, y a su nieto pequeño que está inserto en esa familia disfuncional. Que trapichea lo que puede, que les pide dinero, pero que, a su manera, se preocupa por sus progenitores y sobre todo le inquieta la desidia del padre respecto a la salud materna.
Una película, hora es ya de escribirlo, en la que el marido es un narcisista que descuida, por no tener remedio y ser una enfermedad conocida según lo justifica, el tratamiento de la esposa y no habla con especialistas, de los que dice tener una lista, que podrían ayudarla.
Que prepara un libro sobre cine, que le fastidia el mal de su compañera a la que no trata demasiado bien, y está enamorado de una mujer con la que mantuvo una larga relación en el pasado y a la que vemos fugazmente en una reunión, la única escena de vida social, de sus colegas en el piso. Mientras ella deambula cual fantasma por las habitaciones y perpetra estropicios involuntariamente.
Todo ello desemboca en la propuesta del hijo de que vendan la casa para ingresar en una buena residencia, a lo que ambos se niegan. La mujer llega a decir que deben deshacerse de ella y…
El productor, editor, actor, guionista, director de fotografía y cineasta argentino afincado en Francia, Gaspar Noé – cosecha del 63, entre cuyos créditos están ‘Irreversible’ (2002), ‘Love’ (2015) o Climax (2018) – filma esta historia terrible, que también ha escrito, de la manera más aséptica posible, pese a, y precisamente por, su dureza extrema que va in crescendo.
Lo hace dividiendo la pantalla, permitiéndonos ver dos acciones simultáneas, centradas en la casa y en cada uno de los miembros de la pareja. Incluso cuando se encuentran, mantiene esa puesta en escena. Igual cuando el hijo y el nieto están presentes, sobre todo el primero.
Permitiéndonos ver la incomunicación absoluta, no sólo por la enfermedad de ella, entre uno y otra, entre un anciano y una anciana vulnerables y enferm@s en, sobre todo la mujer, en la más extrema soledad. Permitiéndonos ver, a través de fotografías de tiempos mejores, el deterioro radical y los estragos del paso del tiempo.
Fundiendo en negro inopinadamente y en blanco en momentos muy concretos que esta firmante no desvelará. Y ese final, cuyo pathos va a más como se ha escrito antes, tan desolador, de una crudeza y de una desesperanza, o más bien desesperación, sin paliativos.
Producción francesa, fechada en 2021, de 142 minutos de metraje. La fotografía con excelencia Benoit Debie y su reparto se enriquece con las admirables composiciones de Françoise Lebrun y Darío Argento, junto a Alex Lutz.
Complicado recomendar esta película aún siendo, como es, extraordinaria. Pero duele y mucho. Les quedan dos días para verla, si así lo deciden. Es dudoso que la cartelera sevillana la mantenga una semana más.
Escrito queda.