Antes que nada, y al no ser este un blog al uso, esta firmante quiere disculparse por pasar más días de lo habitual sin publicar en él. Ha sido a causa de imponderables que le han ocupado muchas horas y luego el cansancio posterior impedía la necesaria concentración. En segundo lugar, comentar que el título de esta crítica corresponde al aclamado, por crítica y público, libro homónimo de Ángeles Caso, fechado en 2016, sobre las hermanas Brontë, que esta firmante aún no ha terminado, pero que le está pareciendo absorbente.
Porque, ante las contradictorias impresiones que le ha generado esta película que nos ocupa, quien esto firma ha decidido documentarse más sobre estas mujeres y autoras fascinantes ya que, aunque en ella Emily sea el personaje central, sus hermanas Charlotte y Anne, su hermano Branwell y su padre, clerigo anglicano, están muy presentes.
Una Emily joven imaginada por la directora, que elude determinados hechos biográficos de su personaje, aunque se haya inspirado inevitablemente en ellos para subvertirlos, incidiendo en la figura trágica de una criatura atormentada y oscura – que lo fue – presa de pasiones devoradoras por la escritura y por un hombre, o por dos, según se mire…
Pero, a propósito de los citados hechos biográficos, permitan a quien esto firma dejar constancia de que ese progenitor, a tenor de algunos artículos alto, guapo y pelirrojo, clérigo anglicano ultraconservador y patriarcal, – que cambió su apellido original Brunty por Brontë – fue tan responsable de la desgracia de sus hijas – e indirectamente de la muerte de dos de ellas – como de su extensa cultura, vedada a las mujeres de su época, pues las alentaba a leer y debatía libremente con ellas asuntos de la más candente actualidad.
Permitan a quien esto firma dejar constancia de que la progenitora, una mujer procedente de la hermosa costa de Cornualles, afectiva y generosa, se dejó la vida en siete partos en seis años y murió de cáncer, tras una terrible agonía, a los 38, dejando a cinco niñas y a un niño, de 7, 6, 5, 4, 3, y 1, en la más absoluta orfandad y desolación, nunca mitigada por la severidad y rigidez paternas y de la tía materna.
Permitan a quien esto firma dejar constancia de que un viudo desbordado envió a sus cuatro hijas mayores, a la sazón, y por este orden Mary, la primogénita, una niña brillante y extremadamente inteligente, de altas capacidades, Elizabeth, Charlotte y Emily a un internado gratis para hijas de clérigo, Cowan Bridge, cuyo director y profesoras hacían gala de una crueldad, una dureza y un sadismo inimaginables para con las alumnas.
Permitan a quien esto firma dejar constancia que las dos primeras volvieron a casa para morir tísicas, con 11 y 10 años respectivamente. No obstante, el clérigo que les dio la vida no sacó a las otras dos de allí hasta que su situación fue límite y precisamente Charlotte se inspiró en tan terrible institución para retratar en ‘Jane Eyre’ otra similar, Lowood.
Permitan a quien esto firma dejar constancia de que, a propósito de ella, Charlotte no era la arpía retratada por la realizadora en esta ópera prima. Fue quizás algo más seria y distante, pero cuidó de sus hermanas y su hermano con devoción, al ser la mayor de las supervivientes y la más longeva. Descubrió los poemas de Emily y la alentó a seguir escribiendo, pues creía en su talento.
Permitan a quien esto firma dejar constancia que el único varón Branwell era el favorito de su padre, que le educó en la casa, que le animó a entrar en las mejores universidades a las que sólo los hombres podían acceder y que le creía dotado de un talento excepcional. Y no.
Permitan a quien esto firma dejar constancia de que su personalidad atractiva, libérrima y autodestructiva sí está bien reflejada en esta propuesta que nos ocupa, así como la adoración que Charlotte, Emily, sobre todas, ella, que le cuidó día y noche contagiándose como consecuencia, y Anne sintieron por él.
Permitan a quien esto firma dejar constancia de que estas hermanas pobres, extremadamente miopes – ¿pueden imaginarlas escribiendo, tras los agotadores e interminables trabajos de la casa, tales obras inmortales con las lentes de su siglo? – y poco agraciadas para el gusto de la época, que lo tenían mal en el mercado matrimonial, estaban abocadas, sin embargo, a ser sólo esposas, maestras o institutrices mal pagadas y peor consideradas.
Permitan a quien esto firma dejar constancia de que también es ficción la pasión devoradora mostrada en la película, puesto que el clérigo Weightman fue el amor no correspondido de la menor, Anne. La protagonista sí sintió un amor adolescente por Robert Southy, un niño de su edad pobre y asilvestrado, con quien jugaba en los páramos… Un posible alter ego de Heathcliff.
… y que las tres, es más que sabido, escribieron simultáneamente o casi, en 1847, ‘Jane Eyre’, ‘Cumbres borrascosas’ y ‘Agnes Grey’ bajo los seudónimos masculinos respectivos de Currer, Ellis y Acton Bell por la sociedad tan extremadamente patriarcal en la que se desarrollaron sus breves existencias que duraron respectivamente 39, 30, 29 y 31 el hermano.
Si han seguido leyendo hasta aquí, dejar constancia de que todo lo anterior viene al caso de que Frances O’Connor tenía en sus manos materiales biográficos suficientes como para hacer un relato igualmente, o más, transgresor. Igualmente, o más, atractivo, incluso subvirtiendo los clichés de las biopics al uso, pero bastante más riguroso.
Sí, Emily está bien filmada y caracterizada en su personalidad tan arrolladora como conflictiva, tan indomable como tímida, retraída y marcada por las terribles experiencias vividas de pérdidas y duelos, de enfermedades incurables, de libertad de pensamiento y el corsé patriarcal opresor. Aunque la animalista que esto firma no le perdone que golpeara brutalmente a su perro hasta hacerle derramar lágrimas de sangre, al que se supone que adoraba, para luego curarle…
Esta firmante también hubiese agradecido que todo ese fuego devorador se hubiese plasmado en imágenes como pasión creadora y no sólo por un hombre, o dos, si incluímos a su hermano. A su parecer, habría sido mucho más estimulante, porque el romance imaginario – con toda su potencia y carnalidad – ocupa demasiado metraje.
Producción de Reino Unido, de 130 minutos de metraje, debut tras las cámaras de, como se ha citado anteriormente, la actriz Frances O’Connor, quien también la escribe. La fotografía muy bien Nanu Segal y la también excelente banda sonora la firma Abel Korzeniowski. En su solvente reparto, destacar a una vibrante y magnética Emma Mackey.
Es una de las elegidas para debatir en la próxima sesión de la tertulia de cine Luis Casal Pereyra que tendrá lugar el jueves – EXCEPCIONALMENTE EN JUEVES – 2 de febrero, a las 19.30, en Casa del Libro Velázquez. VÉANLA CUANTO ANTES, NO DEJEN DE VERLA.
Escrito queda.