Recuerdos de un pasado, no tan lejano, en el que llegar al centenar – ¡¡¡a una cincuentena¡¡¡ – de personas manifestándose en las calles en este Día Internacional de la Mujer era todo un éxito. Recuerdos del valor para afrontar las risas y comentarios maliciosos a nuestro paso. Recuerdos de las desazón e impotencia que nos invadían al constatar que, pese al esfuerzo activista realizado, los resultados eran tan mínimos. Recuerdos de cuando nos veíamos siempre las mismas – y los mismos hombres . sin apenas gente joven. Sin generaciones de recambio.
Recuerdos del agravio comparativo que suponían las masivas celebraciones futbolísticas. Recuerdos del dolor y la incomprensión experimentados cuando nos reprochaban estar obsoletas, porque la igualdad ya era algo logrado y nuestra lucha no tenía razón de ser. Recuerdos de lo ingrato de identificarse como feminista en cualquier espacio. Recuerdos del pesimismo de la inteligencia y de la voluntad. Recuerdos de la convicción de que el patriarcado capitalista nos había derrotado. Recuerdos de tantas mujeres tan valiosas que, ante este escenario, optaron por tirar la toalla definitivamente o permanecer en un segundo e ínfimo plano.
Estos recuerdos no tan lejanos, memoria personal y Memoria Histórica del Movimiento en Sevilla, asaltaron a quien esto firma al llegar a una Plaza Nueva colapsada, en la que apenas podía moverse y en la que no cabía un alfiler. Horas antes, en el lugar emblemático de la contestación hispalense, Las Setas, había experimentado la misma sensación. Pero nada comparable a lo vivido en la tarde-noche de ayer.
Estos recuerdos no tan lejanos fueron pronto sustituidos por una emoción tan potente como la multitud que desbordaba el centro en todas sus calles y arterias. Por la descarga eléctrica de estar rodeada por gente mayoritariamente joven que llenaba de luz, de color, de reivindicación, de solidaridad, de sororidad , de imaginación, de cantes, de percusiones, de toques, de pancartas, de eslóganes, de indumentarias, adornos y cabellos intensamente violetas y de creatividad, en una lucha tan radical como festiva, los lugares que pisaban. Pero también por el reconocimiento de caras amigas de ayer, de hoy y de siempre que no faltaron a esta cita HISTÓRICA.
Quien esto firma lloró, gritó, bailó, clamó con todas ellas y los varones aliados presentes. Quien esto firma no se sintió nunca sola, pese a acudir en solitario. Quien esto firma no se angustió, pese al horror que le inspiran las bullas, por estar inmovilizada durante más de una hora sin poder avanzar. Quien esto firma, no se frustró por no llegar a ver la cabecera de la manifestación, ni escuchar el manifiesto. Quien esto firma, que ha secundado varias huelgas generales, no recordaba algo tan hermoso, vibrante, ni tan intensamente emotivo.
Quien esto firma quiere honrar a las que no pudieron vivirlo – como mi hija Vita Lirola, que me animó a contarlo – y no solo a las asesinadas. Quien esto firma tiene, como mujer, ciudadana y feminista, una deuda de gratitud permanente con aquellas, cuyo trabajo en todos los sectores, lo hicieron posible. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.