Archivo diario: enero 18, 2019

Por qué no veré ‘La favorita’, de Yorgos Lanthimos: De nuevo, el maltrato animal

Pese a que Yorgos Lanthimos – cosecha del 73, director de teatro, guionista y cineasta con títulos en su haber tales como ‘Canino’ (2009), ‘Langosta’ (2015) o ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’ (2017) –  es un realizador singular, transgresor y estimable… utiliza mucho el maltrato animal en sus películas como, dicho sea muy esquemáticamente, parábola de la crueldad de la condición humana. No siempre real, pero… Lo que me impidió ver la citada ‘Langosta’ por lo mismo.

Gracias al crítico y amigo Alejandro Reche Selas  por prevenirme de que su última propuesta ‘La favorita’, estrenada hoy, sí contiene escenas de maltrato real. En este caso, que sepamos, con un conejo como víctima. Y lo ha contado una de sus protagonistas, Emma Stone – ¡¡¡que se declara animalista!!! – en la que pisa a un conejo aunque, dice ella…, que no se le hace daño. Lo dice ella, para limpiar su conciencia, supone quien esto firma.  Y es que, claro, el conejo, los conejos, no pueden hablar.

Porque ya la utilización de estas criaturas sintientes en las películas es un acto de crueldad con ellas. Porque implica amaestramiento, repetición de escenas, miedo, terror en muchos casos, estrés… ¡¡¡Pobre animalito, tan tímido y asustadizo como suelen ser, verse sometido a ese trato degradante solo en función de la AUTORÍA y capricho de un director!!!

El maltrato animal en el cine, directo o indirecto, debería estar TERMINANTEMENTE PROHIBIDO. No añade NADA a un relato fílmico, salvo barbarie y le resta TODO su valor artístico.

Escrito queda. Para que conste como denuncia y aviso a animalistas.

Post scriptum:

Aunque se de por sabido, es conveniente recordar que lo que aparece en el cine como una secuencia de segundos supone mucho tiempo real para filmarla. Incluso horas. Así que pueden imaginarse el terror de ese animalito, de todos los que se muestran en esta y en otras películas, ante las cámaras, los focos, todo el personal técnico y artístico de un rodaje, más sus preparadores que no siempre – más bien todo lo contrario – suponen ninguna garantía de bienestar para ellos. Y tener que repetir la toma muchas veces hasta que se la de por buena…

NO, NO Y NO.