Así se definía así mismo, borracho de soberbia y de poder, el protagonista de este excelente documental: el magnate estadounidense Harvey Weinstein – cosecha del 52, fundador, junto a su hermano Bob, de la productora Miramax en homenaje a sus padres Miriam y Max, que proporcionó días de gloria y Oscar a la cinematografía de su país con títulos como ‘El paciente inglés’ (Anthony Minghella, 1996); ‘Shakespeare enamorado’ (John Madden, 1998) o ‘No es país para viejos’ (Joel y Ethan Cohen, 2007) entre un larguísimo etcétera en el que se incluye también el descubrimiento de Tarantino y la apuesta por un cine independiente de amplio espectro y calidad – cuando estaba en la cima y arrasaba con todo a su paso, cuando se pensaba INTOCABLE.
La mirada de la premiada guionista, productora y cineasta británica Ursula Macfarlane – con 23 títulos en su haber, incluyendo series de televisión – sobre este indeseable personaje es compleja y poliédrica en esta propuesta de visión obligada. Porque elige enfocarlo desde una amplitud de perspectivas, siendo generosa y justa con sus logros profesionales aunque nunca pierda de vista los terribles uso y abuso que de ellos hizo.
Porque le sigue en su ascenso y caída desde su misma infancia, a través de los amigos y compañeros de barrio, de colegio y de universidad, desde el presente al pasado, en saltos temporales muy bien integrados en el relato, durante toda su andadura profesional. Porque claro que hace sangre, como no podía ser menos, pero sin efectismos, ni subrayados, ni clichés. Para ello solo es necesario el testimonio de sus víctimas.
Porque a estas mujeres – acosadas, violadas, chantajeadas, sometidas a su poder y represalias – algunas más conocidas como Rosanna Arquette, otras más anónimas, les da la oportunidad de expresarse, de sentirse como se sienten, con sus pausas, sus emociones, sus balbuceos, su fragilidad, su desolación … mientras unas imágenes estilizadas e hipnóticas ilustran los escenarios de sus historias, especialmente habitaciones de hoteles, tan lujosas como aterradoras.
Porque les permite confesar, y hacernos partícipes, la enormidad de su dolor y de los daños colaterales, y en tantos casos irreversibles, en sus vidas, afectos y carreras. Sin grandilocuencias. Con palabras serenas, entrecortadas y rotas que traspasan la pantalla y remueven por dentro. Porque la realizadora hace que experimentemos sus vivencias tan terribles y que nos conmocionen hasta lo más hondo sus síndromes postraumáticos de culpa y baja autoestima.
También muestra los días de vino y rosas, de éxito y gloria, de Festivales, de doradas estatuíllas y fiestas vibrantes. La complicidad de algunos de sus colegas y medios afines. O lo que es lo mismo, la complicidad con el poder absoluto del personaje, junto a la misoginia patriarcal de quienes despachaban el asunto pensando que ellas habían pasado por su cama para hacer carrera…
Y su cara más encantadora y feroz. Y la valentía de quienes renunciaron a un trabajo muy bien remunerado, arriesgándose a la marginación más absoluta, al conocer los hechos. Con el Me Too de fondo, tan solo de fondo, al final. Con los investigadores de The New Yorker y de The New York Times, que destaparon todo el asunto, con el inmenso coraje de las denunciantes, con el audio escalofriante que terminó de probarlo. Y ese final…
Producción norteamericana de 98 minutos de metraje. Escrita y dirigida por la citada Ursula Macfarlane. Maravillosamente fotografiada, con una puesta en escena tan glamourosa como desasosegante y utilizando también material de archivo en color y blanco y negro, por Amza Moglan, Neil Harvey y Patrick Smith. Con una notable banda sonora, tan vibrante como dramática, de Anne Nikitin.
Es una de las elegidas para debatir en la sesión de inauguración del curso y de la temporada de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra del miércoles, 2 de octubre, a las 19.30, en Casa del Libro Viapol. SOLO SE PROYECTA EN EL AVENIDA, EN UNA ÚNICA SESIÓN A LAS 18 HORAS. VÉANLA CUANTO ANTES.
La mirada de una mujer feminista sobre el lado más oscuro de la industria del cine. Nadie, nadie, nadie, debería perdérsela.
Post scriptum:
Albert Boadella acaba de declarar – en «defensa» del famoso tenor español también denunciado por varias mujeres y que no ha negado dichas acusaciones sino aludido a «que eran otros tiempos»… – : «Las manos de un macho no están para estar quietas».
Sobran los comentarios. No es un caso aislado, se llama patriarcado. VÉANLA.