63 años. Ingeniero técnico industrial. Profesor de electrónica, muy querido por su alumnado, en ejercicio durante 31. Aficionado al tenis. Corredor solitario. Golfista premiado. Viajero impenitente. Palangana y trianero por convicción y pasión. Asiduo al mercado de su barrio. Cocinero amateur. Padre de una física, un arquitecto y una matemática, abuelo y marido amantísimo de una también excelente enseñante, el orden de los factores no altera el producto. Cinéfilo apasionado…
Todo eso y mucho más, que en poco más de seis décadas de vida cabe tanto… era Luis Casal Pereyra. Un hombre a quien, para fortuna de quien esto firma – coordinadora de la actividad en tiempos anteriores a estos oscuros del coronavirus – su compañera de vida, Dolores Mesa Velasco, nuestra querida Lola, arrastró literalmente a la tertulia, puesto que era reticente. Desde entonces y durante tres años, tanto y tan poco, fue inquebrantablemente fiel a estos debates en torno al cine.
Desde entonces y durante tres años, desde 2014 hasta un mes antes de que se lo llevara para siempre la maldita enfermedad maldita tal día como hoy de 2017, disfrutamos en cada sesión de su sabiduría; de su sentido del humor; de su entrañable bondad; de su respeto por las discrepancias, de su lucidez y de su visión tan inteligente y singular del hecho cinematográfico.
Tres años en los que fue el Alma, la Voz y la Mirada de la que entonces se llamaba La Palabra y la Imagen y a la que se le cambió el nombre en su homenaje. Un tertuliano carismático, cálido e ingenioso que llevaba apuntadas sus impresiones sobre las películas a debate en papelitos. Papelitos que tuvo la generosidad, pues era tan generoso…, de hacerlos extensivos a esta firmante y a este blog en forma de comentarios de estrenos, de nuestros encuentros mensuales, de entradas publicadas aquí, de felicitaciones varias, de enviar sus mejores deseos ante cualquier evento o circunstancia.
Un amante del cine tan intenso como crítico que nos enriquecía y nos hacía pensar y reir en cada encuentro. Cuando, por imponderables, no podía asistir, su ausencia se hacía notar. Y mucho. Porque se entregaba completamente, con toda su autenticidad, sin filtros pero con unas lucidez y capacidad analítica notables. Porque era participativo, pero sabía escuchar. Por tantas y tantas cosas…
Su marcha definitiva, tras apenas unos meses en los que la enfermedad no le dio tregua, nos dejó conmocionad@s, desolad@s e irreversiblemente huérfan@s. Un vacío que nada, ni nadie – pese a contar con l@s mejores tertulian@s del mundo mundial – pudo llenar. Un golpe tan duro de asimilar que esta firmante estuvo a punto de tirar la toalla como coordinadora, pero finalmente decidió que el mejor tributo era seguir adelante y que, desde el mes que siguió a su pérdida, pasara a llamarse Tertulia de cine Luis Casal Pereyra.
El 1 de enero de 2015 me escribiste un mensaje en este blog. Decía así:
«Hola Carmen: Que sepas que voy a seguir aquí esperando tus reseñas, tus críticas y asistiendo a las tertulias de la Palabra y la Imagen. No conseguirás librarte de mí. Feliz año» ¡¡¡Ojalá, ojalá, ojalá nunca nos hubiéramos librado de ti!!!
Querido Luis: te añoramos, te queremos y tenemos contigo una deuda de gratitud permanente. Allí donde estés, llévate nuestro aplauso y nuestro cariño. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.