Entre cunas y fosas transita esta la última propuesta de Pedro Almodóvar. Entre dos cunas y cientos de fosas comunes. Entre el futuro de una generación, cuyas cunas mecen sus madres paralelas o no, y el pasado, tan presente, sin el que el porvenir, en una democracia que merezca tal nombre, no sería posible.
Entre las cunas que ocupan a dos mujeres solteras – de edades, de personalidad y de formas de afrontar la maternidad diferentes, aunque con algo en común que se descubrirá en el metraje – y las excavaciones en las que emergerán los restos queridos de una de ellas. Entre dos niñas, cuyo destino será tan distinto, en las que pueden verse o no reflejadas sus progenitoras, y sus nacimientos tan simétricos.
Entre dos madres, una adulta y una adolescente, que lo fueron por accidente y cuyo encuentro en el hospital cambiará sus vidas. Entre sus propias madres, ambas también solteras, una autodestructiva y otra volcada en su profesión, una perdida y otra de presencia tardía. Entre las resultantes de familias desestructuradas de uno y otro signo.
Entre unos progenitores que no conocerán a las criaturas y que serán, a su pesar y por distintos motivos, padres ausentes. Entre una pérdida y una ocultación que se reparan y la Reparación de unas excavaciones que devolverán la dignidad a las víctimas y a sus familias. Entre una fotógrafa y una camarera, tan lejos y tan cerca. Entre Janis y Ana, una radiante y otra aterrada, ante dos criaturas. Entre…
Entre estos mimbres narrativos, de entrada tan sugerentes, entre cunas y fosas como se ha escrito, transita esta película que lo tenía todo a su favor para ser intensa, brillante, emotiva y más grande que la vida y que le ha resultado a esta firmante profundamente insatisfactoria.
Insatisfactoria en su guión, en muchos de sus diálogos, en el fallido e impostado encaje entre las cunas y las fosas, estas últimas metidas con calzador como el personaje de un antropólogo forense, un Israel Elejalde cuyo talento es oscurecido por una caracterización absurda, que roza la caricatura.
Insatisfactoria en tantas de sus elipsis, aunque las haya muy logradas y hermosas, que revelan una voluntad de estilo por encima de la propia coherencia narrativa. Insatisfactoria en la pretendida pasión entre Cruz y el citado Elejalde que debería transmitir emoción y resulta tan distante y esquemática, pese a su más compleja conclusión. Insatisfactoria en el sentido de que no acaba de encontrar el tono entre el drama intimista y la crítica política.
Insatisfactoria en el tratamiento de un melodrama excesivamente estilizado y devorado por una puesta en escena tan refinada como primaria en ocasiones. Insatisfactoria en una escritura fílmica que desafia la lógica en, al menos, un par de ocasiones y que, en otras, está vacía de contenido.
Insatisfactoria en un «feminismo», que es mucho más que el eslogan de una camiseta que lleva una de las protagonistas: «Todos deberíamos ser feministas», aunque se trate de un guiño presuntamente conciliador, e indignante cuando a la otra, violada y chantajeada, se le hace decir que se «tiró» a sus agresores, algo que sobraba a todas luces, y pese a las protestas de su compañera llamando al delito por su nombre…
Pero también bella, por supuesto. Conjugando la magia del color, del rojo omnipresente. También hay emoción genuina entre la inocencia, dulzura y fragilidad de Milena Smit, en el trato tan tierno de ambas hacia sus bebés y en la madurez interpretativa de una eminente Penélope Cruz – Copa Volpi a la Mejor Interpretación Femenina en Venecia, la primera vez que la gana una actriz española – a quien todos los reconocimientos le son debidos y que van a lloverle.
Emocionante el tributo, plasmado especialmente en el plano final, imprescindible y necesario a tantos españoles, luchadores por la libertad, que están por cientos de miles en las cunetas… Singular para lo mejor en algunos momentos muy cuidados de su depurada narrativa, incluyendo los créditos iniciales y finales. Extraordinarias la fotografía de José Luis Alcaine y la banda sonora de Alberto Iglesias, junto a esos temas musicales tan bien seleccionados, marca de la casa.
Se agradecen las presencias de una divertida Rossy de Palma, de Adelfa Calvo, de Carmen Flores, de la estupenda Julieta Serrano y los esfuerzos por darle complejidad a su personaje de Aitana Sánchez- Gijón.
Es una de las elegidas para debatir en la próxima sesión de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra del miércoles, 3 de noviembre, a las 19.30, en Casa del Libro Viapol. Tiene, desde luego, mucho debate. Véanla y juzguen por sí mism@s porque hay que verla.
Escrito queda.