Quien esto firma se ha visto obligada a confinarse en casa por mor de los desagradables, e incapacitantes, síntomas de ese covid que pensó – tan prudente como ha sido y, por qué no decirlo, tan ilusa – no iba a hacerle mella. Se perdió por ello, y tantísimo que lo siente, las manifestaciones republicanas y antitaurinas de ayer – sábado 23 de abril, Día Internacional del Libro – y, de momento, también los siete estrenos de interés de la nueva oferta de la cartelera publicada en una entrada de este blog.
Así que ha optado por recuperar el registro crítico de una serie que le ha interesado. O lo que es lo mismo, la que nos ocupa en su primera temporada. Y le ha interesado por, entre otras razones, estar basada en hechos reales descritos en el libro homónimo de la periodista inglesa Sarah Hall, cosecha del 72, que luego cambiaría, al dedicarse a la escritura, su apellido por el de Vaughan.
Especializada en la investigación de escándalos sexuales, lo que describe en esta obra está inspirado en el repulsivo y machista modus operandi del Bullingdon Club de Oxford del que su equivalente en esta producción audiovisual sería el Club de los Libertinos, al que se volverá luego.
Y le ha interesado porque, entre otras razones, siendo una propuesta comercial de muy amplio espectro, cuestiona la cultura patriarcal del consentimento en cuanto a lo que se considera o no violación. Cuestiona que el presunto consentimiento sea libre al darse en un marco de relaciones de poder y desigualdad entre los sexos, aunque estas sean íntimas. Esto expresado con un esquematismo algo grosero.
La historia es la de un político británico, ministro por más señas e íntimo amigo del jefe del Gabinete, con una familia aparentemente perfecta – compartida por su mujer, una hija y un hijo – que se ve salpicado por una acusación de violación de su joven y cualificada asistente y ex amante. Esto le enfrenta a un juicio que pondrá en cuestión su persona, su profesión, su pasado y su vida.
Transcurre en el Londres más elitista y glamouroso. Transcurre en un microcosmos privilegiado que incluye el Parlamento y el Palacio de Justicia, junto a la mansión del protagonista. Y también en el pasado más oscuro y oculto de éste en sus años estudiantiles de Oxford, vía flashbacks, cuando conoció a su compañera de vida y era miembro de la fratría masculina de El Club de Los Libertinos antes citado que se creía indemne de cualquier delito en función de sus privilegios de clase y nacimiento.
Transcurre en una Corte en la que dos mujeres, la acusación y la defensora ambas muy cualificadas, exhiben sus mejores argumentos en contra y a favor del acusado. Transcurre en un entorno brillante y perverso, que propicia la aludida cultura del consentimiento, por el que el presunto victimario pasa a ser víctima y la presunta víctima pasa a ser juzgada y cuestionada.
Transcurre entre intrigas políticas y los malestares conyugales de otra mujer, la esposa, que duda, sufre, se siente humillada, secunda al marido, se ve presionada para hacerlo porque tampoco es libre, pero que irá hurgando en el pasado común para descubrir que… No se harán spoilers.
Miniserie coproducción entre Reino Unido y Estados Unidos, de seis episodios de 45 minutos cada uno, fechada en el presente año. La escriben, adaptando el texto citado, la notable dramaturga y guionista Melissa James Gibson – ‘House of Cards’, ‘The Americans’, ‘Un negocio brillante’… – y el prestigioso escritor y productor de cine y televisión David E. Kelley – ‘L. A. Law’, ‘Ally McBeal’ ‘Harry’s Law’…
La dirige una mujer, la realizadora de televisión S. J. Clarkson, episodios de ‘Heroes’, ‘House’, ‘Dexter’… . La sofisticada, estilizada y brillante fotografía, como lo son su factura y puesta en escena, se debe a Balazs Bolygo. La banda sonora, que acentúa el dramatismo de lo narrado, la firma Johan Söderqvist. La interpretan con solvencia Sienna Miller, Rupert Friend, Michelle Dockery, sobre todo ella, Josette Simon o Naomi Scott entre un convincente reparto.
Deberían verla.