,,, Que es mucho más que una profesional conocida, prestigiosa y reconocida. Como es descrita, en un extracto de la imprescindible página Wikipedia: Nan Goldin, cosecha del 53, «es una artista, renovadora de la fotografía documental y narradora de la escena contracultura de la Nueva York de los años 70 y 80»
No sólo eso, también es una testigo excepcional de una ciudad, de un tiempo y de una época. No sólo eso, también es una superviviente de varias adicciones, una de ellas involuntaria y ya se entrará en ello, del terror machista encarnado en un novio que «parecía muy tierno» y que era, en realidad, un tipo controlador, tóxico y peligroso.
No sólo eso, porque también resurgió de la esclavitud sexual de la prostitución gracias a una mujer solidaria, y feminista, que les ofreció a ella, y a otras como ella, alternativas para salir de esa opresión. No sólo eso, también sobrevivió al suicidio de su querida y dotada hermana, expulsada como ella de su hogar familiar por un padre y una madre que nunca ejercieron como tales, «que nunca deberían haber tenido hij@s».
No sólo eso, porque también sobrevivió a su paso por varias familias de acogida, hasta encontrar afecto en una de ellas. No sólo eso, porque tras su Washington natal, y pasando por Boston, recaló en Manhattan y conoció a gentes hermosas y creadoras, que se convirtieron en sus amistades y referentes.
Gentes que ni siquiera sabían entonces que eran la vanguardia cultural de una sociedad estrecha de miras porque malvivían como okupas, robando comida, fumando, esnifando… Pero también escribiendo, leyendo, teorizando, filmando, existiendo en una transgresión, sexual, política, moral… que les confería sus señas de identidad, pero que para ell@s era, sencillamente, su cotidianidad.
Gentes valiosas y relevantes, a las que el sida devastó. Ella también sobrevivió milagrosamente a ese destino, pese a cuidar muy intensamente a much@s de ell@s tan enferm@s. Gentes, como ella misma, que lucharon contra la muerte organizándose para visibilizar esta otra aterradora pandemia, reclamar los fármacos y la atención médica que merecían y no tenían.
Además de todo ello, que ella retrató, filmó y grabó en imágenes fijas, películas, documentales e instalaciones, fue también la superviviente de un medicamento opiáceo fuertemente adictivo, el Oxy Contin, que causó, directa o indirectamente, la muerte de medio millón de personas de su país.
Contra estos hechos, contra el imperio farmaceútico de la familia Sackler que produjo ese veneno, un veneno letal que hizo su fortuna billonaria, fundó nuestra protagonista la organización PAIN, dolor en inglés como saben, que hizo performances y protestas a lo largo de los más importantes museos norteamericanos y europeos donde estos villanos, que pasaban por filántropos, tenían salas y eran beneficiarios de sus donaciones.
Pese a declarar ante altas instancias, no pudieron juzgarles, pero sí consiguieron que estos centros artísticos y culturales retiraran el nombre maldito de sus instalaciones.
A esta mujer excepcional, con esta vida extraordinaria, la retrata otra cineasta no menos relevante: su compatriota, la productora y cineasta Laura Poitras, cosecha del 64, comprometida con la justicia social y los derechos humanos, perseguida, pero también reconocida, por ello, que tiene en su haber un documento tan apasionante como ‘Citizenfour’ (2014), sobre Edward Snowden, que le valió el Premio Pulitzer al Servicio Público y el Oscar al Mejor Largometraje Documental.
Y lo hace usando estos materiales biográficos con las imágenes de su protagonista. Y lo hace desde la admiración y el respeto por la artista, la mujer y la activista dejando que sus palabras, acciones políticas y creaciones artísticas sean las que la revelen.
Producción estadounidense, fechada en 2022, de 113 minutos de metraje, que ha merecido reconocimientos tales como el León de Oro en Venecia y la nominación al Oscar como Mejor Documental.
No se la pierdan.