Archivo mensual: mayo 2012

‘Profesor Lazhar’: Aprendizajes

Dos o tres cosas que sabemos del responsable, tras la cámara y en la escritura, de este hermoso film canadiense, que fue finalista al Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa y destacado en Festivales como Sundance y o la Seminci vallisoletana. Su nombre es Philippe Falardeau, tiene en su haber guiones y documentales y este es su sexto largometraje.

La historia – basada en la pieza teatral de Evelyne de la Cheneliére – comienza en Montreal, en una escuela primaria. Una mañana, como otras muchas, al comienzo de la jornada escolar.  Antes de iniciarse las clases, varios adultos y dos de los alumnos, un niño y una niña, son horrorizados testigos de una terrible tragedia ocurrida en una de las aulas y que ha afectado a una de sus profesoras más queridas.

Paralelamente, un funcionario argelino, Bachir Lazhar, que acaba de sufrir asímismo un dantesco drama familiar y está tramitando su asilo político en el país, se presenta para optar al trabajo en lugar de la desdichada enseñante. Y es aceptado, y bien acogido, aunque con ciertas reservas. Sus métodos chocarán al principio con el claustro y el alumnado, con el espíritu y las normas imperantes en el colegio. Pero, finalmente, tod@s tendrán mucho que aprender de l@s otr@s y de las traumáticas experiencias vividas.

Esta inevitablemente esquemática sinopsis, no debe llamar a engaño. Ni estamos ante un drama desaforado, ni ante otra cinta más perteneciente al subgénero de profesor-a enfrentad@ a curso o centro problemático,  ante los que consigue hacerse valer. Nada de eso, ni lo uno, ni lo otro. Se trata de una mezcla de drama y comedia, sensible y conmovedora, pero también divertida e ingeniosa que no se somete a ningún cliché al uso y posee una inteligente y lúcida complejidad al abordar un material narrativo complicado, que se le podía haber ido de las manos a su realizador en cualquier momento.

El amor por la historia y por sus personajes. Los daños colaterales que tod@s sufren . Lo política y éticamente correcto, con sus carencias y excesos. El tabú sobre lo inexpresable. Las ansiedades adultas e infantiles ante la muerte y ante sus futuros. Las diferentes formas de asumir un drama. La sobreprotección a un alumnado tan inteligente como maduro. La enseñanza liberal y la reglada. La determinación de una escuela que se resiste a ser vencida.  La agudeza de una niña, la agitación que encubre el drama de su compañero. La bonhomía de un profesor aparentemente rígido. Los secretos de un hombre digno y desesperado. El amor a una infancia tan plural como inclasificable.

La valentía de un claustro en estado de shock. El duro aprendizaje fuera de las aulas. La catarsis tan liberadora, como penalizada. La vida que se impone. Las risas que no faltan. Unos intérpretes extraordinari@s. Un protagonista excelente. Un tributo a la Educación, tan maltratada, en el sentido más integral del término. Una puesta en escena impecable y luminosa. Un final emocionante y nada complaciente. Una sensible, divertida, trágica y notable película de visión imprescindible. Hagánse un favor y no se la pierdan.

‘Los niños salvajes’: Hijos del agobio

Patricia Ferreira consiguió con esta película el máximo galardón de la pasada edición del  Certamen malagueño, la Biznaga de Oro, junto a los reconocimientos al Mejor Guión, firmado al alimón por ella misma y Virginia Yague, y a los Mejores Actor y Actriz de reparto, Alex Monner y Aina Clotet respectivamente. La realizadora, responsable asímismo de las interesantes ‘Sé quien eres’ y ‘Para que no me olvides’, sigue en este drama con aires de thriller  a tres amigos adolescentes, dos chicos y una chica, en perpetuo conflicto con el universo adulto.

En efecto, los choques generacionales, escolares, familiares, con el mundo y la sociedad, en general, de los protagonistas son expuestos paralelamente a una  investigación policial. Mientras, se nos describe la vida del trío individualmente y en sus interacciones grupales y colectivas, su progresivo malestar con sus formas de vida, sus pruritos de evasión, su antagonismo ante  cualquier tipo de autoridad, sus coqueteos etílicos y pastilleros.

La película tiene una buena factura, está cuidada y bien interpretada, e intenta mostrar una visión  nada maternalista de unos personajes centrales marcados por la rabia, el agobio y la repulsa a lo establecido, sean progenitores o maestros. Pero no puede evitar incurrir en el tópico, en los clichés de los rebeldes sin causa y en las visiones esquemáticas de las responsabilidades y personalidades de los mayores. Así, describe con trazo grueso a algunos de éstos últimos, sin mostrar, excepto en algún caso, en contrapartida, sus desamparos personales, su escaso bagaje a la hora de tratar con hij@s conflictiv@s o sus vulnerabilidades de distinto signo ante  alumn@s problemátic@s. Con todo, el retrato de los profesores-as está bastante más logrado que el de los padres- madres, con la excepción del encarnado por Ana Fernández.

Deudora de un look y ritmo muy europeos, sus aciertos en la captación de ciertos  ambientes y situaciones no la salvan de una paradójica banalidad al afrontar una tragedia que pedía a gritos ser narrada a fondo y no sólo estilística y superficialmente. La intensidad y la rabia, el dolor y el desconcierto, la alienación y  las confusiones, las oscuras crueldades de una edad más que ingrata están enmascaradas por servidumbres estéticas y autorales. Lástima.

‘Un feliz acontecimiento’: ¡¡¡ Mamma mía!!!

Esta película francesa, basada en la novela homónima de Eliette Abécassis, y glosada publicitariamente como «la visión íntima de una maternidad sincera y sin tabúes», está dirigida por Rémi Bezançon y escrita por él mismo y Vanessa Portal. Acaba de llegar a nuestras pantallas y es una comedia agridulce y presuntamente desmitificadora sobre el que, aún en este siglo, sigue siendo uno de los pilares sobre los que se asienta la identidad de las mujeres.

Una pareja joven y arrebatadoramente enamorada, ambos independientes y creativos. Ella está pendiente de un trabajo muy interesante si consigue terminar su tesis sobre ‘El otro en el Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein’. Y entonces, él le propone tener un hijo. Ella accede, no sin algunas dudas pero ilusionada, y lo que sigue no tiene nada que ver con lo que esperaba o le habían contado…

La mirada de dos mujeres, de una en el libro original y de la otra en la coautoría del guión, se combina aquí con la de un hombre tras la cámara, que ha adaptado libremente el texto original. El resultado es irregular y algo tramposo. Porque, si bien es cierto que cuestiona ciertos clichés convencionales sobre el embarazo y la maternidad con lucidez y humor, también lo es que les da la vuelta – y de ahí, la trampa – para volver al redil, un redil diferente, pero redil, al fín y al cabo.

Porque es una cinta de buena factura, bien contada e interpretada, que se pierde en disgresiones presuntamente críticas y, en el fondo, muy acomodaticias y complacientes. E incurre en su desarrollo en contradicciones de bulto, que invalidan sus anteriores presupuestos contestatarios, por así decirlo. Y ese final… Para ese viaje no hacían falta alforjas. ¡¡¡Mamma mía!!!

‘Seis puntos sobre Emma’: La mirada del otro

Los puntos a los que se refiere el título de esta curiosa ópera prima del canario Roberto Pérez Toledo, quien también firma su guión junto a Peter Andematt, son seis. A saber, punto de partida, punto de no retorno, punto G, punto de inflexión, punto crítico y punto y aparte. Corresponden a otros tantos epígrafes en los que la película va describiendo las experiencias del personaje central.

Esta, Emma,  una joven ciega feroz y abruptamente autónoma, trabajadora del Teléfono de la Esperanza, miembro de una terapia de grupo para discapacitad@s y empeñada a toda costa en tener un hijo, que desbloquee su represión afectiva, ya que no la sexual en la que su conducta es desinhibida y liberada. Sus relaciones con dos hombres muy diferentes, con su mejor amiga, con su confidente anónimo y telefónico y las consecuencias que de todo ello se derivan son la materia de una historia, premiada con el Mejor Guión Novel en el reciente Certamen malagueño. Certamen que reconoció, asimismo, la extraordinaria composición de Verónica Echegui como su protagonista.

La puesta en escena es estilizada, elegante y dotada de buena factura, sin concesiones a tiempos muertos, ni a vacíos subrayados musicales. Denota una madurez visual y narrativa en un realizador debutante, al que habrá que seguir con atención. Se agradecen también la ausencia de sentimentalismo, de hecho es una comedia bastante amarga, en la descripción de las personalidades de los componentes del grupo terapeútico. El sentido del humor ácido e irónico con el que se contemplan a sí mism@s, a l@s otr@s y a sus vulnerabilidades y carencias físicas y emocionales. La entrega absoluta y sin fisuras de un reparto en el que sería injusto destacar a alguien que no fuera la propia Echegui, a la que, con toda justicia, le van a llover muchos  reconocimientos y, lo escribo en estas fechas, una segura nominación a los Goya.

Porque Emma, otro valor de la cinta y hay que decirlo desde ya, es una chica antipática, borde, nada dotada para los afectos, sin escrúpulos a la hora de utilizar a sus partners sexuales para conseguir sus fines. Rompiendo esquemas… Pero, matizando, habitada por un atractivo poco común y por una no menos valiosa repulsa a cualquier tipo de paternalismos y de compasión.

En cuanto a los dos hombres interesados en ella, uno por exceso y de qué manera, y otro por defecto, también son mostrados sin ninguna complacencia. El realizador ni condena, ni juzga, sólo registra, y se agradece, y lo hace bien. Y el final es tan abierto, como incierto. Una cinta, en suma, con sus defectos que los tiene – adolece, por ejemplo, de cierta frialdad en su conjunto – valiente y nada convencional. Otra mirada a las discapacidades, no sólo físicas, en la que tod@s podemos reconocernos.

‘Sombras tenebrosas’: Entre tinieblas

Tim Burton – a través de su actor fetiche Johnny Depp, quien se hizo con sus derechos – adapta libremente en esta su última cinta la serie homónima televisiva estadounidense de los años sesenta, desconocida en nuestro país. Se trata de un producto dramático, con toda la parafernalia fantástica y sobrenatural, gótica y terrorífica, poblado de criaturas tan fascinantes como monstruosas, aparentemente muy afines al universo fílmico del realizador.

La historia se desarrolla en dos épocas. La primera describe a una familia inglesa, padre, madre y un hijo, que zarpan desde Liverpool al Nuevo Mundo. Allí, consiguen hacer fortuna hasta el punto de que una ciudad de Maine recibe el nombre de Collinsport, en homenaje al apellido del protagonista y heredero. Este, un joven algo frívolo, comete el error de desairar a una de sus amantes por el amor de otra. La joven despechada, en realidad una peligrosa bruja, le condena a ser vampiro recluyéndolo en un ataúd y provoca mediante hipnosis el suicidio de su amada.

En la segunda, su liberación casual le hace volver a su hogar 220 años después, en 1972. Y lo que encuentra es radicalmente distinto a lo que fue obligado a abandonar. O lo que es lo mismo, los restos del naufragio de su mansión y su negocio, ahora monopolio de la malvada hechicera que lo condenó. En cuanto a sus descendientes, una mujer sofisticada, sus dos atípicos hijos, chico y chica, una psiquiatra alcohólica supuestamente encargada de tratar las peculiaridades emocionales del grupo familiar y una recién llegada institutriz con rasgos muy parecidos a los de su amada trágicamente perdida.

Quien esto suscribe, nunca había hecho constar que una cinta no le hacía justicia al trailer, más bien lo contrario… Es muy de lamentar que tal cosa ocurra aquí. El avance promocional de ‘Sombras tenebrosas’ promete diversión , buenos gags, ingenio, creatividad e imaginación. Todo lo que el filme no tiene. Por el contrario, es tedioso, lento, embarullado, desaprovecha las líneas argumentales que lo constituyen, tiene un guión disperso y carece de ritmo.  Tim Burton ha perpetrado una deficiente e indigesta antología de una serie que parecía hecha a su medida.

Ni siquiera es capaz de sacarle partido a su primera incursión en el universo vampírico, ni a los desajustes de época que su personaje central padece, ni al universo gótico tragicómico que le es tan querido, ni a las excéntricas  personalidades que lo habitan… Pero tampoco a la estética de los setenta, aunque lo pretenda y suenen algunos temas paradigmáticos, ni a su proverbial y aguda ironía.

Pocos hallazgos tiene este film fallido y estos tienen que ver con el personaje de Eva Green, una pérfida y sensual malvada, cuyo coito salvaje con Depp, más cargante e insoportable cada vez, es de lo mejorcito y de lo poco visible. El reparto no hace nada con sus mortecinos caracteres carentes de alma. Michelle Pfeiffer está desaprovechada hasta decir basta. Bonham Carter sí resulta más divertida. Pero poco más. Como ya sucediera en su versión de la Alicia de Lewis Carroll, la creatividad del realizador está mostrando síntomas de agotamiento. Confiemos en su pronta recuperación.

‘Las nieves del Kilimanjaro’: Otra marsellesa…

El realizador, productor, actor y guionista francés Robert Guédiguian vuelve a sus orígenes en esta su última propuesta, recién llegada a nuestras carteleras. A sus orígenes biográficos, a su Marsella natal y, concretamente, al barrio de L’Estaque. Y lo hace, como casi siempre, muy bien acompañado por sus actores fetiches Jean Pierre Darroussin y Gérard Méylan, además de su mujer y musa Ariane Ascaride. Inolvidable trío que brilló con luz propia en las notables ‘Marius et Jeannette’, ‘De todo corazón’ o ‘La ciudad está tranquila’.

En esta historia – merecedora de la Espiga de Plata y el Premio del Público en la pasada Seminci de Valladolid y basada en el poema de Víctor Hugo, ‘Les pauvres gens’ –  sigue a un honesto sindicalista,  que ha perdido su trabajo en el puerto,  pero no la felicidad que siente junto a su mujer, hijos, nietos, amigos, colegas y camaradas. Estos últimos, en el transcurso de una fiesta de despedida, le regalan a la pareja un viaje al Kilimanjaro con dinero que han reunido entre todos. Pero un brutal e inesperado atraco conmocionará sus vidas y pondrá a prueba sus ideas.

A partir del perturbador descubrimiento de la identidad de uno de los ladrones , tras la denuncia y su encarcelamiento, estas personas honradas y comprometidas políticamente con la causa de l@s más desfavorecid@s, se ven enfrentados a un dilema moral entre la justicia y la solidaridad. Entre la empatía y la hostilidad con la que es recibida. Entre la incomprensión y la lealtad a una ética que les impide ignorar las circunstancias familiares del joven detenido, pese a que éste ni se arrepienta del daño causado y, por el contrario, les acuse de burgueses y obsoletos ideológicamente.

Guédiguian cree en lo que cuenta y lo hace muy bien. Proyecta sobre el relato y sus personajes la luz de sus ideas. La fuerza de sus convicciones de militante de izquierdas. La voz de su conciencia. El calor de un sentimiento sin trampas, ni coartadas. La emoción genuina de la solidaridad. Los valores del amor, de la amistad, de las lealtades y de los principios. Pero también las contradicciones intergeneracionales. El nihilismo juvenil. El desaforado individualismo que, enfrentado a la miseria, abraza la delincuencia en lugar de la lucha contra el enemigo común. La incomprensión y el extrañamiento dentro del propio y cohesionado grupo familiar.

Todo ello nos lo regala en este mes de mayo tan combativo, de la mano de un reparto prodigioso de amigos, familiares y correligionarios. Con una puesta en escena sencilla y clásica. Con un guión, firmado a medias por él mismo y Jean Louis Milesi, que sabe palpitar al ritmo de los acontecimientos. Con una fotografía de Pierre Milon, que nos revela el Mediterráneo más cálido y popular. Con la sabiduría de una mirada cinematográfica comprometida y entrañable. Con la esperanza en un futuro más amable y más justo con l@s perdedores-as de la Historia.

‘De tu ventana a la mía’: Tres vidas

Paula Ortiz, productora, guionista y realizadora de tres cortos muy bien acogidos por la crítica, debuta en el largometraje con esta singular película que estuvo nominada a tres Goyas. El de la Mejor Dirección Novel, el de la Mejor Actriz de Reparto, para Maribel Verdú y el de la Mejor Canción Original, para Carmen París.

La historia, cuyo guión también firma su responsable tras la cámara, sigue a tres mujeres en tres épocas y  circunstancias muy diferentes, pero ligadas entre sí por un vínculo secreto de  relaciones amorosas y turbulencias políticas. Turbulencias destructivas,  que erosionan tanto sus vínculos afectivos como la totalidad de sus coordenadas existenciales.

Violeta, en los años 20. Inés, en los cuarenta. Luisa, en los setenta. Tres décadas convulsas en nuestro país. Las tres, marcadas por dictaduras. La primera, por la de Primo de Rivera y las dos siguientes, por la franquista. Tres clases sociales, la alta burguesía, la obrera, y la pequeña burguesía, herencia familiar y sin control, ni poder alguno sobre ellas. Tres destinos trágicos, con la doble opresión de ser ciudadanas de segunda.

La primera, de salud frágil e inteligencia clara, huérfana y sobreprotegida por sus abuelos quienes le impiden realizar su amor y su destino. La segunda, con su compañero en la clandestinidad y luego en prisión, se enfrenta al rechazo social. La tercera, hipocondríaca, aislada, encerrada y finalmente enferma, descubre que hay otros mundos tras los visillos.

Paula Ortiz pone en escena estos tres dramas con elegancia y con una madurez que sorprende tratándose de una opera prima. Estiliza las imágenes eludiendo los lugares comunes visuales, arriesgando en cada plano y en cada fotograma. Imprimiendo a sus relatos poesía y verdad, lirismo e intensidad, emoción y reflexión. Se trata de un ejercicio cinematográfico intensamente personal , a la par que político, en el que la ética y la estética se vinculan estrechamente. En el que no se hace concesión alguna a la comercialidad, ni a las trampas visuales pseudomodernas.

Tan transgresora, como clásica y reposada en su tempo, nos regala, además, la interpretación de tres actrices como Leticia Dolera, Maribel Verdú, especialmente, y el descubrimiento de Luisa Gavasa con el resto de un reparto que transmite amor por sus personajes. Pero ellas son las que llevan el peso de una película valiente y digna, que pudiendo haber incurrido en un sentimentalismo facilón, opta por una poética a contracorriente profundamente afirmativa de la asunción de sus destinos por parte de esas tres mujeres, de esas tres vidas, de esas tres protagonistas machacadas, pero no vencidas.