‘Mil noches, una boda’: Tres miradas, un modelo

Si quien esto suscribe no fuera, que lo es, feminista, esta cinta le hubiera parecido válida y notable. Si quien esto suscribe no tuviera, que la tiene, una mirada consecuentemente violeta sobre el hecho cinematográfico, esta cinta le hubiera parecido merecedora de la Cámara de Oro,  a la Mejor Ópera Prima en Cannes y al Mejor Reparto; esto último, indiscutible. Si quien esto suscribe no cuestionara la representación de las mujeres en el cine en su inmensa mayoría como groseramente esquemática, dentro del modelo patriarcal, hubiera estimado más esta historia y su narrativa.

‘Mil noches, una boda’  –‘Party girl‘, es su título original – es un drama francés, de 95 minutos de metraje, bajo la batuta conjunta de dos realizadoras – Marie Armachoukeli– Barsacq y Claire Bürger – y un realizador, Samuel Theis. Sobre una idea de este último y guión de los tres. La historia sigue a una cabaretera sexagenaria que, hastiada de su vida, decide ir a buscar a un cliente fijo, al que no ve desde hace dos años, y retomar el contacto con él. Cuando este le propone matrimonio, y se lo comunica a su familia, los acontecimientos se precipitarán no necesariamente en el mejor sentido…

Cámara en mano, los tres directores demuestran tener buenas dotes para el relato y para extraer una aparente verosimilitud de situaciones y personajes, con la complicidad de un reparto en estado de gracia. Saben retratar ambientes populares, sin caer en el costumbrismo al uso o en los excesos, pese a que los entornos se prestaban a ello. Pero… hay varias falacias radicales en esta narración, si se contempla con una mirada feminista.

En principio, no hay prostituídas felices, en amor y compaña, para las que el cabaret es su segundo hogar,  cuando no el primero, como se muestra en este filme. En principio, no las hay que no estén explotadas, ni extorsionadas, ni por chulos, ni por proxenetas, ni por mafias – sino que, muy al contrario, las defiende y cuida el encantador encargado de seguridad – como se muestra en este filme. En principio, una sexagenaria, aficionada al alcohol y ex dama de noche, no elige su pretendida libertad sin pagar un alto precio, como se muestra en este filme. En principio, esta opción no es presuntamente transgresora y autoafirmativa, como se muestra en este filme.

Por el contrario, es tanto o más alienante, tanto o más peligrosa, que la opción conyugal. Porque, al contrario de lo mostrado en este filme, no hay clientes como el protagonista, sino responsables directos de la explotación de estas mujeres que, sin ellos – que se creen con derecho a comprar o alquilar sus cuerpos y sus deseos, que son los suyos, en el ejercicio de un poder absoluto – no sería posible. Porque, y aunque el filme muestre la otra cara masculina, lo presenta, sobre todo, como la víctima incomprendida… Porque las dos opciones, no son ni reales, ni creíbles, ni honestas, sino tramposas y mixtificadoras.

Como tramposa, mixtificadora, engañosa, a la postre tópica, y profundamente sexista, es una cinta que ha sido saludada como el canto a la libertad de una protagonista diferente. Lo que demuestra lo lamentablemente internalizados que están los estereotipos y modelos patriarcales sobre las mujeres. Tanto, tanto, tanto, que ni siquiera se cuestionan, que ni siquiera son advertidos. Menos aún cuando, como en este caso, el producto es vendido con el  envoltorio de una ópera prima resultona, bien contada, mejor interpretada y supuestamente rebelde. ¿Hasta cuando, hasta cuando, hasta cuando?

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