No solo cine. El CAL en Infanta Elena: Figuras ocultas

¿Por donde empezar para no eternizar esta crónica y, sin embargo, hacer justicia al inmenso regalo que el Centro Andaluz de las Letras, a través de Letras Capitales y en su sede habitual de la Biblioteca Pública Infanta Elena, nos ha deparado esta noche con la presentación de la imprescindible novela de esa ilustre e injustamente desconocida que es Elena Fortún, ‘Oculto sendero’, que ha reeditado magníficamente Renacimiento?

Tres mujeres, tres, glosando a otra y recuperándola para la gente lectora. Una gestora cultural, Ana Cabello; una editora, Cristina Linares y una autora, investigadora y experta en su obra, María Jesús Fraga. Ellas, según la directora del centro, la reviven, la resguardan y la reivindican.

Ana describió el corsé impuesto por el patriarcado, a principios del siglo pasado, a las mujeres como hijas, madres y esposas. Como prisioneras sin voz, ni voto, ni identidad y condenadas a la sumisión. Pero dos instituciones rescataron a muchas de ellas, la Residencia de Señoritas y el Lyceum Club Femenino, que consiguieron ciudadanas diferentes, cultas, inquietas, creativas, luchadoras y nada convencionales.

Una Edad de Plata de espléndidas autoras, políticas, intelectuales y artistas a las que la Historia Oficial condenó al olvido, en beneficio de sus pares masculinos de la Generación del 27 . Glosadas, y conocidas algunas, como ‘Las Sinsombrero’ quienes, con la República, consiguieron importantes cambios jurídicos y sociales como el voto, el divorcio y la campaña por la abolición de la prostitución . Rompieron esquemas y corsés, recuperaron la entidad e identidad de sus compañeras de sexo, conquistaron libertades, a costa de ser vejadas e insultadas por misóginos ilustres que sí han logrado pasar a la posteridad…

El golpe de Estado arrasó con todo ello y la Sección Femenina ratificó el castrador modelo anterior. ‘Oculto sendero’ habla de todo ello, de la encrucijada entre ambas opciones y de ese camino por el que mujeres como ella debieron transitar en soledad.

María Jesús recomendó viva e intensamente su lectura. Fortún la escribió en su exilio argentino, en el que supo recomponerse y hacerse un espacio, con tinta y espíritu violeta. Pidió que quemaran el manuscrito antes de morir, pero sus amigas, felizmente, no la obedecieron. Describió a la autora con pasión, su espíritu de lucha, su adaptación a nuevas y difíciles circunstancias.

Al camino de su vida, como la metáfora de su libro, angosto, sin señales y amenazante. Camino que afrontó con valor y humor hasta en sus sufrimientos finales, a causa de su enfermedad. Al contenido lésbico de esta obra. A su final abierto. A esa opción sexual sin nombre. A sus personajes, descritos tan bien en sus diálogos, a su carácter tan cinematográfico. A ese marido, también escritor que calificaba su literatura como «merengue de fresa» y a cuyos escritos le irritaba corregir. A la inolvidable Celia…

Gracias al Centro Andaluz de las Letras, a la Biblioteca, a Ana Cabello, a Cristina Linares y a María Jesús Fraga por una velada memorable y por devolvernos a Elena Fortún y a esas extraordinarias mujeres, a esas figuras ocultas, tan injustamente olvidadas e invisibles, aún en pleno siglo XXI, en y por este país desmemoriado e ingrato. Léanla, léanlas, conózcanlas, hónrenlas y asuman la deuda de gratitud permanente que con ellas tenemos. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.

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