‘El día que vendrá’: Vencedores y vencidos

Esta producción británica – de 119 minutos de metraje, firmada por el escritor, productor y realizador de dicha nacionalidad James Kent, cosecha del 62, cuya carrera se ha desarrollado fundamentalmente en la televisión, escrita por Joe Sharapnel y Anna Waterhouse, impecablemente fotografiada por Franz Lustig y con una buena partitura de Martin Phipps – prometía bastante más de lo que su resultado final ofrece.

En efecto, porque la historia – que adapta la novela, desconocida para quien esto firma, de Rhidian Brook – de una mujer, en shock por una pérdida irreparable, que se ve obligada por el trabajo de su marido –  oficial británico destinado al Hamburgo de la posguerra de 1946, para reconstruir la ciudad – a residir en la fastuosa mansión de un arquitecto viudo y su hija adolescente, relegándoles a un espacio mínimo… con todas las pasiones, resentimientos y odios que de esta forzada convivencia se derivan, hubiese merecido otro tratamiento muy diferente.

Porque el cine ha tratado poco la devastación provocada por los justos vencedores, eso no se cuestiona, en un país, una ciudad y sus habitantes. Porque el cine apenas si ha reflejado la ocupación  de estos en una nación destruida, junto a la brutalidad y la venganza, teñidas de sospecha, hacia unas heridas bélicas abiertas y sangrantes. Porque el cine apenas si ha mostrado los desastres de una posguerra sin épica. Porque el cine apenas si ha reflejado esta cara B, este lado más que tenebroso, de ambos bandos y enemigos feroces…

Todo ello, apenas insinuado y despachado, a la postre, de forma tan esquemática como tramposa, aunque haya ciertos vestigios de crítica,  es fagocitado por un triángulo amoroso – mal escrito, además, en su nacimiento, desarrollo y previsible desenlace – carente tanto de interés como de química entre sus protagonistas. Por no hablar del romance de la joven…

Además, Keira Knightley, Alexander Skarsgard y Jason Clarke, no tienen aquí sus mejores registros interpretativos, sino todo lo contrario. Una pena porque también, en este apartado, podrían haberse explorado más la emoción e intensidad de los duelos y de la ambivalencia amor-odio.

Nada que objetar a su factura y dirección artística. Tampoco insulta a la inteligencia y retrata bien el desolador clima de la época. Hay gentes de la crítica experta a las que les ha gustado, aunque haya generado intensos contrastes de pareceres.

Así que la pelota está en sus tejados.

 

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