Archivo diario: marzo 1, 2020

‘Reina de corazones’: Un hijastro llamado Deseo…

Frente a quienes se han deshecho en elogios ante esta película – que son mayoría y pesos pesados de la prensa especializada, ténganlo muy en cuenta – quien esto firma va a la contra porque, como feminista y como crítica, no le han convencido nada, más bien le han irritado profundamente, sus soluciones narrativas, de puesta en escena, éticas, ideológicas y estéticas.

Y bien que lo siente pues tiene una mirada de mujer tras la cámara – May el- Toukhy, danesa de ascendencia egipcia de la cosecha del 77, de la que es la segunda en su filmografía y quien firma también su guión junto a Maren Louise Käehne – y estaba muy predispuesta hacia ella al comienzo de la proyección. Para completar su ficha técnica, se trata de una coproducción entre Dinamarca y Suecia, de 127 minutos de metraje, con una preciosista y gélida fotografía de Jasper Spanning y una efectista y chirriante partitura de Jon Ekstrand.

Sigue a una pareja de la alta burguesía ilustrada escandinava compuesta por una abogada y un físico, que vive en una preciosa mansión en medio de un hermoso bosque y que tiene dos deliciosas hijas gemelas con las que aparentemente forman una familia idílica. Hasta que el desubicado hijo adolescente del marido, nacido de una relación anterior, se traslada a vivir con ellos. Y estalla una pasión prohibida, latente en ambos pero iniciada por la madrastra,  de consecuencias devastadoras.

La realizadora pretende transgredir determinados tabúes:  el del incesto que no es exactamente tal, el de la afirmación sexual, sensual, erótica y carnal de una mujer madura quien, supuestamente insatisfecha en su intimidad conyugal, siente despertar sus sentidos ante la sangre joven y se reivindica como sujeto de sus propias pulsiones, reconociéndose en su identidad corporal. Sí, pero…

…En lugar de trazar un retrato complejo y lúcido de la protagonista – una espléndida Trine Dyrholm, muy superior a su esquemático personaje – la reduce a los clichés más fáciles, tramposos y sexistas. Así la representa como una villana de manual a quien no le importa arrasar con todo, sin contradicciones, ni dudas aparentes. más que las derivadas de no perder su status quo caiga quien caiga. Como en el caso del ejercicio de una profesión, cuya representación también está plagada de lugares comunes, en el que se muestra empática, solidaria y hasta, el colmo, feminista… Una profesión que le muestra que ciertos límites no deberían ser cruzados. Pero que, una vez hecho, lo suyo es asumir todas las consecuencias. Cosa que tampoco hace.

De nuevo, la mujer en la picota. De nuevo, el cherchez la femme. De nuevo la mirada patriarcal, envuelta en el celofán del glamour, castigando las transgresiones que se aplauden en los hombres. De nuevo, las oquedades narrativas y los errores en la lógica interna del relato en beneficio de una estilización tan resultona como banal que impiden el necesario acercamiento y la comprensión de las fragilidades y motivaciones de quien podría haber sido una inquietante antiheroína. Y a su entorno familiar y laboral.

En fin… Escrito queda. Recuerden que esta es una opinión personal, intransferible y minoritaria. La pelota en sus tejados.

‘Las golondrinas de Kabul’: Alzando el vuelo

Dos mujeres y un hombre han hecho posible esta película de animación, producción francesa de 80 minutos de metraje, fechada en 2019, cuya música tan idónea se debe a Alexis Rault. Concretando, las dos realizadoras que la firman, la filman y escriben – junto a Patricia Mortagne y Sébastien Tavel – a saber:  la actriz y directora de ese país Isabelle, Zabou, Breitman, cosecha del 59, con siete películas ya en su haber y su compatriota, la realizadora de este género Eléa Gobbé-Mévellec, cosecha del 85, que debuta en el largometraje aquí, tras varios cortos en su filmografía, ocupándose sobre todo de la caracterización de los personajes.

El hombre es el autor de la novela homónima en la que está basada – que esta firmante no ha leido – , el escritor argelino en lengua francesa Mohammed Moulessehoul, cosecha del 55, quien firma con un seudónimo femenino: Yasmina Khadra, que significa jazmín verde. Fuentes: Wikipedia y filmaffinity.

A su vez, estas cineastas citadas tienen, en su enfoque de la historia, mucho en común con la ‘Persépolis’ (2007) de la historietista, guionista y también directora iraní afincada en París, Marjane Satrapi, cosecha del 69, que parte de un comic autobiográfico. Porque, aún cuando sus relatos sean muy diferentes, ambas parten de la nostalgia por las libertades y derechos civiles, y especialmente las de las mujeres,  en ambos países anteriores a las teocracias islámicas, fascistas y ferozmente misóginas, que imperan en los dos.

 

Ambientadas las dos en los años 90, tienen protagonistas que conocieron otras formas de vida. Que estudiaban en las universidades, que ejercían profesiones, que establecían relaciones de igualdad con sus parejas masculinas, que vestían como querían, que se divertían con sus amistades, gracias a un Movimiento Feminista fuerte en un caso, y a una República Democrática en el otro, que lograron para ellas una paridad en todos, o casi todos, los ámbitos.

En la que nos ocupa, hay dos parejas que cruzan singularmente sus destinos. Una de mediana edad, en la que él es carcelero y su mujer en estado terminal, que ejerció como enfermera y le salvó la vida en su momento. Y otra de jóvenes universitarios cuyos horizontes existenciales se han estrechado y oscurecido, pero cuyo afecto mutuo parece inquebrantable hasta que un impulso tan aberrante como inconsciente del marido provoca una tragedia de consecuencias inesperadas.

Ahora que Estados Unidos y el regimen de Kabul han firmado un acuerdo de paz, o eso afirman los medios…, conviene recordar lo que escribió una referente tuitera, Zuriñe, al respecto: «USA y los talibanes firman La Paz en Afganistán después de 20 años. Salvo para las mujeres, para nosotras no habrá paz ni derechos humanos porque no le importamos a nadie»

En el Kabul sin golondrinas, ni risas, ni música, ni alegría… en el Kabul siniestro, medieval, atrasado  y polvoriento retratado aquí, las mujeres son las víctimas de las víctimas. Ejecutadas públicamente en presencia de menores, que participan activamente y a modo de juego en lanzarles las pedradas que irán asesinándolas lentamente en atroz agonía. Enterradas en los burkas que no les permiten casi ni respirar, ni ver, ni ser vistas no existen en toda su corporeidad más que en los interiores domésticos y aún así… En esa capital de todos los horrores y oscurantismos se percibe, pese a toda la desolación cotidiana del entorno y del drama narrado, tan bien dibujados y representados, aún una esperanza. Esperanza con rostro e iniciativa valiente y generosa de una de las protagonistas.

Esta joya de la animación feminista solo puede verse hoy en la ingrata cartelera sevillana en la que se estrenó hace apenas siete días. Concretamente, en el Avenida, a las 16.30.

Bajo ningún concepto deberían perdérsela.