Para mi hija Vita Lirola que me regaló el sueño de viajar a Nueva York y con quien tuve ocasión de ver a tantas Estys, como la protagonista de esta ficción audiovisual, por las calles de Brooklyn…
Todas las religiones monoteístas son patriarcales. Pero si, además, se alían con el fundamentalismo, como es el caso que nos ocupa, la combinación resulta especialmente insidiosa y perversa para las creyentes. Por eso, hay que agradecerle muy mucho a varias mujeres valientes que tuvieran fe, bendita, agnóstica y liberadora fe, en este proyecto y lo llevaran a cabo plasmándolo en esta serie – coproducción entre Estados Unidos y Alemania, filmada entre Nueva York y Berlín, compuesta por 4 episodios de 55 absorbentes minutos cada uno, cuyos idiomas originales son el inglés, el alemán y el yiddish, que fue estrenada en Netflix el pasado 26 de marzo – magnífica y de visión obligada. A saber, la autora del libro autobiográfico que inspiró esta historia, Deborah Feldman; la productora Alexa Karolinski, quien además coescribe el guión junto a Anna Winger, y la realizadora Maria Schrader.
La historia comienza cuando el personaje central, Esther, Esty, Shapiro, una prodigiosa Shira Haas, escapa – con la ayuda de una «gentil» su profesora de música clandestina – desde Williamsburg, barrio del distrito de Brooklyn en Nueva York hasta Berlín donde reside su madre, quien presuntamente la abandonó siendo una niña y por la que tiene documentos de doble nacionalidad, luego permiso de residencia.
Huye, a sus 19 años, de un matrimonio de 12 meses, concertado por un casamentero, sin amor, ni deseo alguno, con graves problemas a la hora de la llamada «consumación», con las presiones correspondientes ante la ausencia de embarazo. Huye de una comunidad judía ultraortodoxa, de la dinastía jasídica Satmar, en la que las mujeres solo son máquinas de parir y su único objetivo en la vida es precisamente engendrar, ser amas de casa y hacer felices a sus maridos. Huye de las normas opresivas que la rigen desde el vestuario, rezos, ritos, fiestas, duelos, relaciones… tanto para ellos como para ellas pero en la que los varones detentan el poder absoluto.
Huye sin equipaje, con una única dirección y con el dinero resultante de vender sus joyas, hacia una ciudad y un país ajenos en los que, pese a la precariedad de su situación, puede sentirse libre, tener nuevas amistades, desarrollar su pasión prohibida por la música y reencontrarse con su progenitora, tan diferente y heterodoxa como ella, pero también creyente, para conocer la verdad oculta de su infancia.
Huye mientras recuerda sus orígenes, su afecto por su tía y, sobre todo, por su abuela. Su compromiso concertado al margen de sus afectos. Las miserias y dolores, también físicos, de su vida conyugal. El estar bajo sospecha permanentemente. La ceremonia de su boda. Las difíciles relaciones con su suegra. Los «consejos» para una intimidad intolerable. La cotidianidad recluida y reducida, con las partituras escondidas bajo el colchón. El divorcio que la acecha y un test que lo cambia todo.
Huye mientras es perseguida, sin saberlo, por dos hombres que la siguieron hasta allí. Y, mientras descubre su nuevo destino, seguimos sus pasos en paralelo a los de ellos. Hasta ese final en el que descubre la importancia de una brújula tanto real como metafórica.
Con una factura elegante y hermosa, con un retrato complejo y cuidadoso de los personajes, con un reparto en estado de gracia y unas localizaciones excelentes, nos sumerge de lleno en este relato tan opresivo como liberador, tan duro como conmovedor, de la lucha de una chica llena de coraje y determinación por ser la dueña de su destino.
Háganse el regalo de no perdérsela.