Wikipedia define al nordic noir o negro nórdico, o negro escandinavo, como «un género literario de ficción policíaca ambientado en Escandinavia o en otros países nórdicos… se localiza en paisajes sombríos que dan como resultado un estado de ánimo oscuro y moralmente complejo, que representa una tensión entre la superficie social aparentemente tranquila e insípida y los peores delitos»
Algunas de estas señas de identidad sí pueden reconocerse en esta producción audiovisual islandesa, creada por Thordur Palsson e inspirada en el caso real del reformatorio juvenil Breidablik, situado en los fiordos occidentales, que fue investigado por las brutales palizas, vejaciones y abusos sexuales que se cometieron allí contra menores de entre 7 y 14 años entre los 50 y los 70. Cerrado en 1979, las víctimas, ya adultas, recibieron compensaciones económicas del gobierno en 2007. Fuentes, la citada Wikipedia y Libertad Digital.
Consta de 8 episodios de 50 minutos de duración. Fue estrenada en su país en 2019 y este año en Netflix. Entre sus excelentes intérpretes destacamos a Nina Dögg Filippusdótir, Björn Thors y Sigurour Skúlason. La historia sigue a una investigadora – frustrada por haber sido postergada en una jefatura que por años y méritos le correspondía – que debe hacerse cargo de un caso de feroces, y de características rituales, asesinatos en serie junto a un detective de Noruega, pero islandés de origen. Tales horrores parecen estar conectados con la desaparición de un niño, nunca resuelta, décadas atrás en una institución que se descubre como siniestra.
Paralelamente al caso, una y otro – cuyas personalidades y circunstancias vamos descubriendo a lo largo de los capítulos – deben afrontar sus propios fantasmas familiares y laborales mientras se internan en las tinieblas de un asunto estremecedor, con muchas ramificaciones y complicidades policiales y políticas, en el que nada es lo que parece y las categorías del bien y del mal resultan difuminadas. Aquí no hay tal cosa, ni en la esfera privada, ni en la pública, como «una superficie social aparentemente tranquila e insípida», una de las características del género antes citada.
No, no la hay. En la tierra de los hielos – el significado literal de Islandia, ejemplificado reiteradamente en esos planos de carreteras donde este es el único paisaje – surge un relato donde la intensidad, la rabia, los tormentos, las culpas, los errores, los prejuicios, los actos y sus consecuencias, los odios y los afectos, las apariencias y la realidad, la fe y sus negruras, el bien y el mal, la moral y la ética, nos golpean y nos sorprenden.
Véanla.