‘La boda de Rosa’: Sí (me) quiero

 

Rosa es madre, hija, hermana, abuela, tía, amiga, cuñada, ama de casa y  trabajadora a tiempo completo, entre un largo etcétera. Rosa no vive, ni alienta, más que para satisfacer las necesidades de l@s demás. Quienes la rodean jamás se han planteado otra cosa que contar con ella incondicionalmente.

En su entorno familiar, laboral o amistoso ni siquiera valoran esta su disponibilidad absoluta, esta su generosidad sin límites. Ella nunca  (les) niega nada. Ell@s nunca le preguntan si puede, si quiere o si tiene otros planes. Sencillamente dan por hecho que siempre estará ahí. Hasta que…

…Un día, tras una carrera de fondo – real y metafórica, magnífico arranque – tras el maratón sin freno por y para las demandas ajenas que es su vida, decide pararse; decide marcharse; decide dejarlo todo; decide dejarles «en la estacada»; decide volver la vista hacia sí misma y sus propios deseos enterrados bajo la aplastante cotidianidad de su ser para ell@s.

Y decide que ese nuevo rumbo de su vida, a punto de cumplir los 46, solo puede escenificarse, o celebrarse, con una boda. Una boda singular consigo misma, íntima y personal, pero en la que quiere estar acompañada de sus personas más próximas y queridas, aquellas a quienes siempre ha dedicado su tiempo y sus afanes. Pero..

Iciar Bollaín, actriz, guionista y directora de la cosecha del 67, vuelve aquí aparentemente por sus fueros más intimistas, los de su debut en ‘Hola, ¿estás sola?’ (1995) frente a los que los que le siguieron más comprometidos política y socialmente.

Aunque es solo, se reitera, en apariencia porque esta también es una película política, de afirmación de una mujer – como tantas otras invisibles y serviciales, pilares de l@s suy@s – que decide, por fin, cuidarse, respetarse, quererse, escucharse, liberarse y atenderse a sí misma, por encima de todo lo, y l@s, demás. Una propuesta revolucionaria.

Una propuesta entre el drama y la comedia, tan redonda como compleja. Una propuesta coral habitada por la inteligencia, la frescura, la credibilidad, la emoción y el sentido del humor. Una propuesta mediterránea con el sabor, los colores y el olor de la comunidad valenciana donde se sitúa.

Una propuesta que elude sabiamente el costumbrismo y la sal gorda. Una propuesta estimulante, valiosa y reconfortante. Una propuesta que retrata y mima a sus personajes mirándoles de frente y sin concesiones. Una propuesta nada autocomplaciente, que no elude dificultades, ni aristas críticas, pero que transmite esperanza y amor a la vida.

Escrita por la propia realizadora y Alicia Luna, un excelente tándem, un excelente guión. Muy bien fotografiada, captando la luz única pero también las sombras, por Sergi Gallardo y Beatriz Sastre. Con una estupenda banda sonora, llena de matices, que firma Vanessa Garde. Y con un reparto entregado, lleno de talento, en el que resalta una Candela Peña eminente, en estado de gracia, a quien todos los reconocimientos le son debidos. Pero también Nathalie Poza, su vis cómica es irresistible, Sergi López, Ramón Barea y el descubrimiento de Paula Usero.

Quiéranse y véanla.

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